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Crítica de «Esta mierda me supera»: Catálogo de tópicos del cine «teen»
Ya estrenada en Netflix, la nueva serie dirigida por Jonathan Entwistle funciona como una mera colección de influencias y clichés
En el primer episodio del nuevo drama juvenil «Esta mierda me supera», Sydney Novak (Sophia Lillis) afirma ser solo una «aburrida niña blanca». Y al final del tercero es inevitable estar de acuerdo con ella, y considerando que para entonces su historia ya incluye ingredientes como superpoderes, problemas familiares, sexo, lesbianismo, drogas y destellos de imágenes en los que la protagonista camina por la noche empapada de sangre, resulta casi admirable. Llegado el momento la serie mejora, pero poco y tarde.
Esos primeros tres episodios siguen exactamente la misma estructura narrativa, en especial por lo que respecta a cuándo y cómo se manifiestan los poderes de la joven: cuando pierde los estribos, alguien puede morir, literalmente. Por supuesto, esas habilidades propias de un cómic o una novela de Stephen King funcionan como metáfora, de la enfermedad mental, la incomodidad social, la represión emocional, los cambios físicos, la iniciación sexual y, en general, la adolescencia misma. Syd, después de todo, tiene mucho con lo que lidiar: su padre se suicidó, y mantiene una relación tensa con su madre; el acné la tiene tomada con ella; y está enamorada de su mejor amiga, que ha puesto distancia con ella para pasar más tiempo con su novio, un idiota. Esto último explica que empiece a relacionarse con su excéntrico vecino (Wyatt Oleff), que vende hierba. Ninguno de estos narrativos es suficientemente explorado; pasan muchas cosas aunque, en realidad, sucede más bien poco. La serie gana en energía una vez la muchacha acepta sus poderes y comparte su secreto con que otra persona pero, de nuevo, tarda en hacerlo.
El bicho raro y el patito feo
Sin duda, «Esta mierda me supera» aspira a ser algo así como la ficción de superhéroes que John Hughes, maestro del cine «teen» de los 80, nunca hizo. En la práctica, es más bien es un refrito de todos los clichés propios del cine adolescente. Sus escenas incluyen la de la fiesta del año, la primera experiencia con las drogas, el beso incómodo, el gran baile y la confesión de sentimientos en el gran baile; y entre sus personajes están el bicho raro sensible y el patito feo que, con el vestido y el maquillaje adecuados, se revela como un cisne. Asimismo, en lugar de tratar de aportar algo a géneros como el fantástico o el cine de terror, prefiere hacer alusiones obvias a películas como «Carrie» y series como «Stranger Things», con la que además comparte productores.
También, por último, resulta inevitable conectar «Esta mierda me supera» con «The end of the f***ing world», y no solo porque los dos títulos están basados en una novela gráfica de Charles Forsman y dirigidos total o parcialmente por Jonathan Entwistle. Ambos, además, exhiben una estética retro y se vehiculan a través de una irónica voz en off. Pero, además de la diferencia de tono –el de la nueva serie es mucho menos oscuro–, las distancia algo muy importante: si «The end of the f*** ing world» funcionó tan bien durante su primera temporada que la mera existencia de la segunda resultó ser un error, para cuando «Esta mierda me supera» llega al final de su tanda inicial de episodios apenas ha echado a andar, y el último de ellos plantea cuestiones interesantes que permiten aventurar que, en el futuro, la serie levantará el vuelo. Confiemos en ello.
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