Televisión
“The Great”: La sombra de un gañán es alargada
«The Great», que se puede ver en Starzplay, recrea la juventud de Catalina la Grande y sus luchas para arrebatarle el poder a su nefasto marido
Catalina la Grande es principalmente recordada por un desafortunado rumor sexual, difundido por sus enemigos, que involucra a un caballo. Pero la importancia de la gobernante más longeva de la historia de Rusia va mucho más allá. Ella revitalizó el país tras derrocar a su incompetente marido y lo convirtió en una superpotencia, se carteó con intelectuales como Voltaire y desafió tabúes de género a través de numerosos amantes... ninguno de ellos fue un equino.
Honrar esa complejidad parece ser uno de los objetivos de «The Great» a pesar de que sus diez episodios se permiten el mismo tipo de inexactitudes históricas que «La favorita» (2018), que escenificó intrigas psicosexuales en la corte de la Reina Ana de Gran Bretaña; y, además de estar centradas en las monarcas del siglo XVIII, ambas ficciones recurren a la acidez y al cinismo más joviales para representar la fealdad que se esconde bajo la opulencia aristocrática –otros parecidos: en las dos vemos a alguien vomitar dentro de recipientes inapropiados y animales que se pasean por los salones palaciegos–; todo eso es comprensible considerado que Tony McNamara, coguionista de aquella magnífica película, es el «showrunner» de la serie.
«The Great» captura a Catalina (Elle Fanning) en los años previos a su toma de poder. La joven princesa prusiana llega a Rusia dispuesta a encontrar el amor en un matrimonio pactado. Lectora voraz de filosofía política, aspira ayudar a su esposo a reformar el gobierno para promover la educación, poner fin a la servidumbre, instaurar una prensa libre y dar más derechos a las mujeres. Pero sus anhelos se truncan en cuanto conoce a Pedro III (Nicholas Hoult), un mocoso sexista, violento y sádico totalmente incapacitado para el liderazgo, que bebe y copula sin descanso y vive atormentado por la icónica sombra de su padre, Pedro El Grande –que, en realidad, era su abuelo–; el tipo es tanto el villano de la serie como su principal motor cómico, y aun así se las arregla para derrochar un patetismo que genera empatía.
Impulsos contradictorios
En él se apoyan muchos de los momentos más oscuramente memorables de la serie que brilla sobretodo cuando se recrea en el choque entre sus impulsos contradictorios. Se presenta como un exuberante lienzo que incorpora sombras de farsa, comedia y tragedia, a veces de forma simultánea; es difícil saber cuándo quiere que nos partamos de la risa –nerviosa, a poder ser– y cuándo que la garganta se nos haga un nudo, porque su «slapstick» (comedia física) resulta a menudo brutal y su violencia a menudo hilarante. Es un relato lleno de satén, sangre, excrementos y perifollo.
Dos son los detalles que merman ese equilibrio tonal y que impiden a «The Great» sacar partido de todo su potencial satírico: el primero es el exceso de metraje, uno de los peores enemigos de la concisión que la buena comedia suele exigir; el segundo, es esa necesidad tan actual de contemplar el pasado como un reflejo de ansiedades contemporáneas o, en otras palabras, de convertir el periplo de Catalina en una narrativa de empoderamiento femenino. Con ese fin, la serie presta casi toda su atención a las actitudes más progresistas del personaje, y a cambio tiende a pasar por alto que en cualquier caso era una déspota y una autócrata despiadada e imperialista. Pero, si se trataba de señalarla como icono feminista, ¿no habría sido conveniente sacar toda la punta posible a sus complejidades y sus contradicciones?
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