San Isidro
El Juli, el torero de los días grandes de Madrid
Al igual que ocurrió en el festival del 2 de mayo de la Comunidad de Madrid, el madrileño volvió a ser el más destacado del cartel en el día de San Isidro
Una selectiva reproducción del pasado festival del 2 de mayo en Las Ventas, eso era el cartel de la tercera de San Isidro, con El Juli, el triunfador de aquel festejo benéfico, Manzanares y Ureña, quien pasó con discreción por la Monumental en el día de la Comunidad. El primer Alcurrucén sorprendería, tenía secreto. Grandón y trotando con brusquedad por la arena, nada hacía presagiar el juego que dio luego en la muleta. Tampoco lo pareció en banderillas, donde intimidó a la cuadrilla de El Juli. El madrileño pronto le vio las virtudes y tiró del animal arrimándose a él. Humillando y repitiendo obedeció siempre a los toques del matador hasta el final de la faena, con fondo. El Juli terminaría gustándose por trincherazos aunque al animal le faltaba clase y profundidad para ser de triunfo. Tras un pinchazo y estocada tendida todo quedó en saludos. Aunque el cuarto no mostró grandes condiciones en el capote ni en banderillas lo intentó Julián. Cuando el toro se empezaba a quedar corto se metió entre los pitones soltando pases donde casi no pasaba ni el aire. Una faena de menos a más que olía a premio. Porque El Juli parece haberse reservado para las grandes citas, las fechas en rojo del calendario madrileño, como la del 2 de mayo y el día de su patrón. No podía pincharlo pero lo hizo, para luego dejar una media.
Si el viernes nos quedamos sin ver la mejor versión de Morante con el capote, ayer nos perdimos el otro gran prodigio del escalafón, la talentosa mano derecha de Manzanares. Si en el festival ya se llevó algún susto colándosele su oponente en un par de ocasiones, ayer rozó la tragedia. El Alcurrucén acortaba las embestidas y le hacía hilo al salir del muletazo, acabando por levantarle a la altura del glúteo sin aparentes consecuencias. Aunque para prodigio la espada de Manzanares. Tras el parón muchos matadores parecen tener el estoque algo «oxidado», pero el alicantino no pierde la mano. El animal rodó en segundos. Manzanares se llevó la primera gran ovación de la tarde después de que el presidente no concediera la oreja, haciendo valer que para él no hay suerte suprema que compense una faena de peso. Despertó el quinto en la muleta, sobre todo por el derecho. Una embestida algo bruta pero que su matador supo entender. Protagonizó el alicantino varias tandas de mérito, aunque esta vez sí fallaría con los aceros.
Lo tiene complicado Ureña. Tiempos peligrosos para el torero en tierra de nadie, entre las máximas figuras y los emergentes. El diestro impulsado por Madrid, y a quien tanto beneficia esa imagen de héroe solitario que solo es capaz de dar el embudo de La Monumental con 24.000 personas en sus asientos. Ese retrato del toreo desmayado que tanto emociona en las ferias importantes. Y es que Ureña es el perfil exacto de torero de plazas grandes, sin apenas expresividad ni artificios, sobrio y con la verdad como su principal virtud. Ayer con el primero no tuvo posibilidades de ejecutar ese toreo casi desinhibido, natural y entregado. Anduvo Ureña detrás del que cerraba plaza, acosándole para conseguir cada embestida. Se hizo esperar hasta la caída del animal.
Hoy es el turno del único festejo de rejones del ciclo madrileño, concentrándose en el cartel Pablo Hermoso de Mendoza, Lea Vicens y Guillermo Hermoso.
vistalegre (Madrid).Tercera de San Isidro. Toros de Alcurrucén, desiguales de presentación. El 1º, punto bruto, aplaudido en el arrastre; el 2º, con peligro; el 3º, va y viene; el 4º, de más a menos; el 5º, con chispa; el 6º, desentendido.
El Juli, de verde oliva y oro, pinchazo, tendida (saludos); pinchazo, media (silencio).
José María Manzanares, de rioja y azabache, estocada de efecto fulminante (saludos); metisaca, pinchazo hondo, (silencio).
Paco Ureña, de tabaco y oro, pinchazo, contraria, dos descabellos (silencio); casi entera (silencio).
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