Toros

Un renacido Gonzalo Caballero regresa con su mejor versión y pidiendo sitio

El madrileño cortó dos orejas en su reaparición

Reaparición triunfal de Gonzalo Caballero
Reaparición triunfal de Gonzalo CaballeroMT

Gonzalo Caballero reapareció ayer a lo grande en Navalcarnero después de año y medio recuperándose de aquella terrorífica cornada que sufrió en Las Ventas en octubre de 2019, y, más allá de las tres orejas que cortó, lo importante fue la imagen de torero recuperado y renacido que ofreció.

Porque Gonzalo Caballero “volvía a la vida”, como él mismo dijo, porque, parafraseando a José Tomás, “vivir sin torear no es vivir”; y después de 18 largos de meses de intervenciones, de lucha y mucho trabajo físico y mental para superar el trago e imponerse a las secuelas que hoy día todavía arrastra, el madrileño vio cumplido el sueño de volver a enfundarse el terno de luces.

Había ganas de verle otra vez, y eso se notó el la gran entrada que hubo en la plaza, llenándose prácticamente la totalidad del 50 % del foro permitido, o, lo que es lo mismo, casi 4.000 espectadores con muchísima gente joven, lo que denota que sigue siendo el torero de la juventud, y eso es de agradecer en los tiempos que corren.

Otra gran noticia es que no se le notó para nada la inactividad e, incluso, ofreció una imagen extraordinaria, de torero renovado y, sobre todo, reposado, como si este tiempo le hubiera dado para adquirir más madurez, más poso. Gonzalo nunca dejó de creer y eso se notó hoy en Navalcarnero.

Lo demostró en su primero, un precioso burraco de finas hechuras al que cuajó a la verónica y al que quitó por ceñidas gaoneras con el compás abierto. Tras un emotivo brindis a su madre, a la que avisó que iba a jugarse la vida en su honor, Caballero ofreció una dimensión de torero totalmente recuperado por lo seguro y a gusto que se le vio y por lo despacio que toreó.

Hubo tantas sensacionales a derechas, desmayadas incluso, aprovechando la medida calidad de su oponente, al que pegó también naturales muy sentidos, muy encajados, muy de verdad, en una faena abrochada en la distancia corta y con una estocada colosal, haciendo la suerte muy despacio y enterrando el estoque en todo lo alto.

No se le aparecieron los viejos fantasmas (la cornada de Madrid fue, precisamente, entrando a matar) y fue el perfecto colofón a una faena de dos orejas sin discusión, aunque el presidente, de manera incomprensible, decidiera por su cuenta y riesgo dejar el premio en singular. Qué poca afición y qué falta de sensibilidad.

Esa oreja que le hubiera abierto la Puerta Grande la consiguió, en cambio, por una faena de menos entidad frente al cuarto, un toro que echó muy pronto la persiana y con el que el madrileño tuvo que recurrir a los alardes en cercanías para llegar a unos tendidos totalmente entregados desde antes de empezar la tarde.

A este le volvió a matar con efectividad, igual que al sexto, un toro que tuvo profundidad por el pitón izquierdo lo poco que duró, y al que Caballero exprimió en una faena en la que firmó naturales extraordinarios por lentos y hondos. Contundente con la espada, paseó la tercera y última oreja de la función.

Enrique Ponce completaba el cartel de este día tan especial, y también se sumó a la fiesta cortando dos orejas, una de ellas al quinto, un “juanpedro” que tuvo, sobre todo, mucha duración y al que el valenciano le hizo de todo en una faena en la que pareció buscar el indulto por el tiempo que estuvo con él, sonando un aviso antes de montar la espada.

Pero la faena, con algunas cosas buenas, sobre todo los adornos, le faltó algo más de rotundidad, especialmente con la espada, de ahí la solitaria oreja que paseó, el mismo premio que logró del blando y descastado toro que abrió plaza al que toreó con suavidad en una faena técnica y falta de emoción. Con el tercero, también muy deslucido, pasó más puntillas y fue únicamente ovacionado.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Juan Pedro Domecq, de desiguales hechuras y cuajos, cómodos por delante, flojos y bajos de raza en líneas generales. Destacó la calidad del segundo, que acabó muy a menos y la duración del quinto.

Enrique Ponce, de corinto y oro: estocada trasera y desprendida (oreja); pinchazo y estocada (ovación); estocada baja, atravesada y perpendicular, y descabello (oreja tras aviso).

Gonzalo Caballero, de gris perla y oro: gran estocada (oreja con fuerte petición de la segunda); estocada desprendida (oreja); buena estocada (oreja).

La plaza registró una gran entrada, llenándose prácticamente la totalidad del 50 % del aforo permitido de un coso de 7.500 localidades.