La gesta
Perera se lleva la tarde de La Quinta, ¿o Juampedro?
Notable corrida del hierro sevillano, con un ejemplar complicado; el diestro extremeño pasea tres trofeos en la última de Santander y Roca Rey y Ureña, uno, en una tarde sincera
Fue Perera el primero en hacer convulsionar Santander. Era el cuarto. En un quite. En el centro del ruedo. De esos ya de tú a tú, en un dejadme solo. Y solos estaban, o casi. Al tercer lance abandonamos la idea de averiguar de qué quite se trataba, pero sí sentimos/sufrimos la cercanía de todo lo que ocurría. Crujió Santander. A partir de ahí la gente no se despegó de la faena. El toro de La Quinta cantaba sus bondades. Pronto como para cruzarse el ruedo de parte a parte sin una queja, de larga embestida, aunque con mejores principios que finales, pero buen ejemplar, sin duda, y ni un solo resquicio, ni buscando, de malas ideas. Perera lo supo. Conquistó con los pases cambiados por la espalda y después, cuando le dejaba la muleta casi muerta para encadenar los pases. ¿Era La Quinta o un Juampedro? Todo con sentido y consentido. Un gusto de faena que encontró en la estocada caída el final y los dos trofeos.
¿El día del miedo?
Era día para pasar miedo, pero Perera ya lo había gozado nada más llegar. Al carajo los prejuicios. El de La Quinta que inauguraba la tarde fue de honores. Precioso por fuera y por dentro. Con entrega, largura en el viaje y una calidad tremenda. Perera le hizo las cosas perfectas, en altura y empujar al toro, y el resto fluyó. No tardó en desprenderse de la ayuda y hacer como si nosotros no estuviéramos. La película era suya, de recrearse.
Lo del segundo recordó a un día cualquiera, sin identidad. El toro fue tan soso que iba y venía con la sensación de que nada bueno podía pasar. Y así fue por mucho empeño que puso Ureña, el triunfador del último ciclo de Santander, de cuando todavía nos veíamos las caras y no sonreímos con los ojos. ¡Qué tiempos!
El quinto tuvo tintes de la casa, encastado y raudo para darse la vuelta. Tenía sus cosas buenas y malas. Por arriba, nada. Ureña quiso, con la muleta en ocasiones volandera, pero firme siempre. Por el izquierdo había hecho un grado ya y en la suerte suprema vivimos un sustazo.
Turno Roca Rey
Se hizo el silencio en el turno de Roca Rey. Y eso que como no habíamos pasado miedo hasta entonces estaban los ánimos tranquilos, nada revueltos. El tercero tampoco nos puso a cavilar, más bien sacó la versión templada de Roca ante ese ritmo lento que llevaba el toro. Por el izquierdo fue menos claro, pero resolvió con parsimonia el peruano.
Buen aire tuvo el sexto y así la centrada faena de Roca Rey que no dudó cuando el toro lo hizo. Pareció todo fácil. Fluido y macizo. Respirábamos después del susto de Ureña.
Ficha del festejo
Santander. Cuarta y última de la Feria de Santiago. Se lidiaron toros de La Quinta, 1º, con entrega, ritmo y largura en el viaje y extraordinaria calidad; 2º, va y viene, sosote y sin entrega; 3º, manejable, sin demasiado poder ni transmisión; 4º, pronto y muy bueno; 5º, encastado y más orientado; 6º, de buen juego. Lleno de “No hay billetes”.
Miguel Ángel Perera, de corinto y oro, media honda y buen sitio (oreja); estocada caída (dos orejas).
Paco Ureña, de lila y oro, estocada desprendida (saludos); estocada, aviso (oreja).
Roca Rey, de blanco y oro, estocada (saludos); estocada (oreja).
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