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Toros

Un héroe de luces

El murciano tuvo que ser evacuado e intervenido de urgencia en el Hospital de Albacete tras sufrir una herida por asta de toro en el ojo izquierdo, por el que temen los médicos

Imagen de la lesión ocular de Ureña / Foto: ALCOLEA
Imagen de la lesión ocular de Ureña / Foto: ALCOLEAlarazon

Que los toreros están hechos de otro material muy distinto al del común de los mortales es frase socorrida y frecuente pero que debe ser tenida ad pedem litterae. Debe existir algún gen, algún cromosoma que sólo se da en ciertas personas -curiosamente vestidas luego de luces- y que les otorga un carácter especial y un coraje de los que el resto de la humanidad carece. Ayer se comprobó una vez más, cuando Paco Ureña, al recoger de capa al mastodóntico segundo toro de su lote -con más de 600 kilos y una alzada de caballo- sufrió un pitonazo en el ojo izquierdo. El animal, brusco y con genio, echó la cara arriba y alcanzó de lleno al torero, que fue atendido rápidamente en el callejón; se veía perfectamente el ojo tumefacto y el pómulo negro e hinchado. Pero no consintió ser llevado a la enfermería. Le aplicaron unas gotas, le limpiaron un poco la zona afectada y, sangrando, se fue a la cara de su oponente, que embestía a regañadientes y siempre soltando la cara. Pero no se afligió el torero, pese a estar muy mermado de facultades y dolorido. Sacó series notables por ambos pitones, en un notable ejercicio de pundonor profesional que rayaba en la heroicidad y mató pese a tener la vista nublada, en todo momento con Ginés Marín a la expectativa por si acaso... Tras ser arrastrado el toro sí se dejó llevar a la enfermería, desde donde se le observó y trató con más detenimiento y se le derivó al Hospital General para ser sometido a pruebas más exhaustivas, un TAC y determinar exactamente el alcance de la lesión.

Imagen de Ureña aplicándose hielo sobre la herida / Foto: ALCOLEA

El parte que se emitió en un primer momento sólo daba cuenta de un traumatismo peri-ocular y que presentaba un importante hematoma que le impedía la apertura del ojo, estando pendientes de una posterior valoración oftalmológica. Poco después de finalizar la función, desde la enfermería del coso albacetense se hablaba de la gravedad de la lesión y de estallido del globo ocular, dejando patente la preocupación de todos los allí presentes por la muy seria posibilidad de que Ureña terminase perdiendo la visión del ojo izquierdo. El doctor Masegosa, jefe del equipo médico de la enfermería de la plaza, declaraba que «no ve. Hay que actuar con la mayor rapidez posible por que los daños pueden ser irreversibles».

Entretanto, el público en pie ovacionaba la actitud y el compromiso profesional de Ureña, que demostró que, además de saber torear muy bien y tener un valor a prueba de bombas, tiene vergüenza torera. Todo un ejemplo.

La corrida de Alcurrucén, muy desigual de presentación, con diferencias de más de cien kilos entre unos toros y otros, y ejemplares de muy dispar presencia, tampoco dio el juego esperado. La mayoría de los toros lidiados salieron muy a su aire, desentendidos de los capotes y sin querer saber nada de los de luces. Mansearon en el caballo, apretaron y cortaron en banderillas y en el último tercio no tuvieron entrega, sin humillar y queriendo quitarse de encima lo que les molestaba.

El colorado lidiado en tercer lugar fue el de mejor son y fue siempre a más. Protestado de salida por su falta de acometividad. Como todos fue muy distraído al hacerse presente en el ruedo -algo también común en el encaste de la ganadería- y sin fijeza. Manseó en varas y puso en apuros al peonaje en banderillas. Pero algo le vio Ginés Marín que brindó al público. Poco a poco fue ahormándole y rebajando su genio. Y el de Alcurrucén, al verse superado y podido, se entregó, embistiendo progresivamente con cada vez más sumisión y docilidad. Muy firme Marín, desgranó una faena en los medios de plantas inmóviles y muletazos ligados y sin dejarse rozar la tela, especialmente por el pitón derecho, por el que desarrolló el grueso de su labor, abrochando con unas bernadinas ceñidísimas. El sexto embistió con la cara alta y desparramando la vista, intentándolo Marín, tesonero y porción, pero sin opciones claras. Álvaro Lorenzo se enfrentó en primer lugar a un toro brusco y a la defensiva sin acabar entendiéndose con él, perdiendo la posibilidad de premio con el quinto -al que compuso una aseada faena por el pitón derecho- al necesitar hasta una docena de golpes de verduguillo para dar paso a las mulillas.

Abrió plaza otro manso y muy descompuesto en los primeros tercios con el que Ureña tiró de valor y disposición, luciéndose al torear en redondo aunque la falta de continuidad en el acometer de su oponente no dejó que este trasteo tuviese unidad.

Y por si faltaba algo, al ser arrastrado el segundo de la tarde, un conocido activista antitaurino se arrojó al ruedo, semidesnudo y portando una pancartita en la que insultaba a los toreros. Fue rápidamente atrapado por el servicio de la plaza y puesto a disposición de la policía. La de ayer fue una tarde de miserables y héroes.

Albacete, 14 de septiembre. Séptima de feria. Tres cuartos de entrada.

Toros de Alcurrucén, desiguales de presentación, mansos y de poco juego. El tercero fue el de mejor son.

Paco Ureña (de caña y oro), pinchazo y estocada, ovación; tres pinchazos, metisaca, aviso, estocada, ovación.

Álvaro Lorenzo (de tabaco y oro), dos pinchazos, estocada atravesada y entera, aviso, silencio; pinchazo, entera, aviso, y doce descabellos, aviso, silencio.

Ginés Marín (de tabaco y oro), entera, oreja; pinchazo y estocada, silencio.

De las cuadrillas lucieron Sergio Aguilar y Víctor Hugo.