Viajes
Déjenme soñar por tierras de Sevilla
Pensaba en una comarca del sureste de la provincia de Sevilla llamada la Sierra Sur. Me refiero, especialmente, a las localidades de Osuna y Estepa. Créanme, no son lugares de paso. Son de estancia y recorrido pausado
Estamos viviendo momentos difíciles para el turismo. Por desgracia, muchos sectores, de diversa índole, se encuentran afectados por esta devastadora pandemia. A día de hoy, cuando escribo estos párrafos, no podemos viajar, pero nadie nos prohíbe soñar con nuestro próximo destino. Nada impide hacer planes para cuando esto finalice.
Tenemos que buscar y soñar con ese lugar donde recargar las pilas, donde regalarnos momentos felices. Nos lo merecemos. Hay que salir, cuando sea posible y lo permitan las autoridades, de ese apretado corsé que supone el confinamiento.
Muchos son los rincones que nos ofrece el mundo para viajar. Hay tantos que la lista sería interminable. Sin embargo, hoy les pido que sueñen conmigo en un destino cercano. No necesitamos coger aviones.
Pensaba en una comarca del sureste de la provincia de Sevilla llamada la Sierra Sur. Me refiero, especialmente, a las localidades de Osuna y Estepa. Créanme, no son lugares de paso. Son de estancia y recorrido pausado. El impresionante patrimonio arquitectónico, cultural y gastronómico que atesoran así lo exige.
No es mi idea hacer una detallada enumeración de cuanto nos vamos a encontrar. Para eso existen excelentes guías de viajes y folletos turísticos. Cuando podamos viajar las saborearemos con todo lujo de detalles. Ahora toca dejar volar la imaginación. Les pido que me sigan.
Deseo que sueñen conmigo. Que se escapen, con unas dosis de fantasía, a una ciudad universitaria centenaria como Osuna. No me equivoco. Su universidad data del siglo XVI y sigue impartiendo clases en diversas disciplinas. Piensen también que uno de los más bonitos edificios de la provincia se encuentra aquí: su colosal Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción. Posiblemente, el más incuestionable ejemplo arquitectónico de la importancia histórica de esta ciudad.
Imaginen pasear por calles repletas de palacios con fachadas de ensueño y, ya que estamos de ensoñaciones, fantaseen con la posibilidad de comer una casi interminable variedad de tapas, algunas de indiscutible originalidad, en Casa Curro. Otro de los emblemas, en este caso gastronómico, de Osuna.
Seguimos con este precioso sueño y antes de emprender camino a Estepa podríamos comprar, para regalar a los amigos, un típico bizcocho marroquí que elaboran con mucho esmero unas monjas de un céntrico convento de la ciudad. Magnífico y goloso recuerdo de nuestra estancia por estos lares.
Dulces sueños serán también los que tengamos cuando lleguemos a Estepa. El olor a canela parece inundarnos. No es de extrañar. Estamos en la tierra del mantecado, en la capital del mantecado. Una sucesión de fábricas, de acreditadas marcas, parecen recibirnos en ebullición. La Navidades están cerca y el trabajo es incesante. No hay tiempo que perder.
En lo alto de esta ciudad descubrimos un lugar estratégico. Este promontorio (llamado el Cerro de San Cristóbal) es un libro abierto sobre los orígenes de esta urbe. Perfectamente defendido y amurallado, los restos pétreos que allí encontramos hablan con nitidez de una densa historia y de dos importantes culturas, musulmana y cristiana, que aquí han dejado su huella. Junto a ello, unas vistas difíciles de igualar con Estepa a sus pies.
La panorámica es espectacular. Desde arriba se aprecia una homogénea sucesión de casas de un encalado blanco reluciente que van formando calles empinadas y serpenteantes. Sobre este precioso lienzo, que tiene como fondo interminables campos de olivares, sobresale hegemónica, solitaria y orgullosa la torre de la Victoria.
En ese enclave único fortificado, que es el Cerro de San Cristóbal, conoceremos, entre otras cosas, la alcazaba, una imponente torre del homenaje y el convento de Santa Clara, donde afirma la historia que nació la receta del mantecado. El dulce que siglos más tarde estaría presente en todas las mesas españolas en Navidad. ¿Quién les iba a decir a esas monjas de clausura que aquella elaboración ideada en las cocinas de este convento cobraría tanta fama y renombre?
Quiero seguir viajando desde mis sueños, pero ya va siendo hora de despertar. Me hago el remolón con razón. No tengo ganas de levantarme porque aún queda mucho por soñar en esta zona de Andalucía. Dicen que estamos en tierras de bandoleros, en los dominios de “Jose María El Templarillo”, y ardo en deseos de conocer esas sierras, antaño escondite de malhechores y bandidos. Me pregunto cuánto hay de verdad y cuánto de leyenda en este personaje histórico.
Sólo hay una forma de saberlo: acercarme hasta esta preciosa comarca sevillana donde el río Genil, en el término municipal de Badolatosa, abraza y circunda la sierra ribereña creando un increíble meandro. Un mirador único donde los amantes de la fotografía tienen una visita obligada para inmortalizar estos parajes.
No hay tiempo. Empieza a amanecer. Hay que comenzar con el día a día. Ha sido un relajante y bonito, aunque corto, sueño. Sólo queda esperar a que esta maldita pandemia acabe y el sueño se haga realidad. Esperemos que se cumpla pronto.
Nos vemos por aquellas tierras.
Juan Antonio Narro Prieto
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