Gestos
¡Ojalá que los franceses te corten los dedos!
Sacar el dedo corazón, levantar el pulgar hacia arriba o sonreír son gestos universales con unos orígenes de lo más pintorescos
Una pregunta recurrente cuando viajamos a lugares muy, muy lejanos, donde el Tío Sam no ha conseguido escurrirse y el idioma inglés es desconocido, y no digamos ya el español o el francés, es aquella de cómo carajo conseguimos comunicarnos. Parece imposible. Pero en realidad existe un lenguaje universal y no importa cuán lejos viajes, ni las supuestas trabas idiomáticas que te encuentres, que te permitirá comunicarte - al menos de forma básica - con tu entorno misterioso. Porque si enseñas la lengua a un chavalín en la selva más frondosa del Congo, este entenderá y te sacará la lengua de vuelta. Y sonreirá divertido y tú comprenderás esa sonrisa. Si sacas el corte de manga a un turco en una pelea de tráfico ten por sentado que comprenderá a qué te refieres. ¿Y qué habrá más universal que el clásico apretón de manos, después de saludar agitando la mano?
Son los gestos. El lenguaje no verbal. Una serie de señas reconocidas en todo el mundo y con orígenes de lo más curiosos. Algunos de ellos los encontramos después de excavar hasta lo más profundo de nuestro lenguaje, hasta esa época en que teníamos el cuerpo cubierto de una espesa cabellera y saltábamos de árbol en árbol pegando gritos.
El corte de manga
Sacar el dedo corazón es un insulto perfectamente comprensible, con un significado evidente para todos: al cerrar el puño a excepción de este dedo pecaminoso estamos esbozando la forma de un pene (el dedo) con sus testículos (el resto de la mano). Su uso se remonta a los comienzos de la civilización, ya que se tiene constancia de que los antiguos romanos lo utilizaban en ocasiones de disputa. Incluso le pusieron nombre: digitus impudicus, que viene a significar “dedo indecente”. Pero los romanos tomaron la idea de los griegos, que desde tan atrás como el siglo V a. C mostraban el dedo corazón a la hora de referirse a una relación homosexual. Su uso a lo largo del planeta se ha propagado hasta llegar a cada esquina, y hoy podemos utilizar este gesto para expresar multitud de sentimientos: rabia, rebeldía, desprecio, enfado, odio...
Un saludo y un apretón de manos
Saludar agitando la mano y apretar la mano a modo de presentación son dos gestos que también conoce todo el mundo. A la hora de buscar el origen de por qué agitamos la mano al saludar, salimos catapultados de vuelta a la Antigua Grecia, cuando los conocidos y desconocidos agitaban la mano al encontrarse para demostrar al contrario que no iban armados y no pretendían provocar año alguno. En cuanto al apretón de manos, su origen es más complicado. Aunque se tiene constancia de que existía este gesto en tiempos tan lejanos como la época prerromana, y era utilizado para formalizar pactos de hospitalidad, su uso no se generalizó hasta la Edad Media. Los caballeros se saludaban apretándose la mano para evitar que el contrario sacara la espada y les atacara.
Asentir y negar con la cabeza
Aunque asentir y negar con la cabeza es un lenguaje prácticamente universal - a excepción de países como Bulgaria que asienten sacudiendo la cabeza y niegan moviéndola de arriba abajo -, nadie reconoce con exactitud el origen de este útil gesto. Nuestro amigo Charles Darwin llegó incluso a realizar un estudio sobre el por qué asentimos y negamos con la cabeza, y puede encontrarse en su interesantísima obra La expresión de las emociones en el hombre y en los animales. No consiguió una conclusión irrefutable pero llegó a pensar, y numerosos expertos comparten su teoría, que asentir y negar con la cabeza se trata de un lastre que arrastramos con nosotros desde que somos bebés. Cuando queremos alimentarnos del pecho de nuestras madres inclinamos la cabeza hacia delante mientras que, cuando no tenemos hambre, nos limitamos a girar la cabeza a uno y otro lado para evitar la tetilla.
Una sonrisa
¿Los monos también sonríen, no es cierto? Y Darwin dijo que nosotros procedemos de los monos, ¿no es así? Pues ahí lo tienes. Nuestros primos primates piensan parecido a nosotros en este aspecto, y para ellos una mirada fija con los labios comprimidos puede denostar hostilidad y aumentar su nerviosismo. Por otro lado, relajar los labios a la vez que achinamos los párpados y reducimos la intensidad de la mirada, expresa intenciones positivas y nos tranquiliza, tanto a nosotros como a los monos. Pero es curioso: en materia de psicología social la clave de la sonrisa no está en los labios sino en los ojos, en ese relajamiento de la mirada tan fácil de leer como hostil o como simpática. Son los ojos, chico. Nunca mienten.
Sacar dos dedos a los ingleses
Si alguna vez tenemos cualquier tipo de discusión con un inglés, solo haría falta mostrarle el dedo índice y el corazón para terminar de enfadarlo. Como si pidiéramos dos cañas, igual. A ellos les enfurece porque el gesto rememora un momento espantoso de la Guerra de los Cien Años, cuando los franceses cortaban ambos dedos a los arqueros ingleses después de tomarlos prisioneros. Para que ya no pudiesen volver a disparar. Es un insulto que implica desprecio, burla hacia el inglés y sus antepasados. Pocas cosas peores puedes hacerle a un inglés que pedirle dos cañas.
Levantar el pulgar hacia arriba
Aunque levantar un pulgar en Grecia significa algo parecido a “que te den”, por lo general lo entendemos como un gesto de confirmación. Todo va bien, levantamos el pulgar. Y siempre habíamos pensado que el origen de este gesto lo encontrábamos en las luchas de gladiadores romanos, cuando el emperador levantaba el pulgar para perdonar una vida o lo bajaba para ordenar la ejecución. Pero la realidad es más complicada. Porque este gesto se lo debemos a un cuadro que pintó Jean-Léon Gérôme en 1872. El artista francés malinterpretó el gesto que hacían los romanos a la hora de implementarlo en su obra y el error se popularizó hasta la actualidad. En realidad, el pollice verso de los romanos se realizaba al revés: el pulgar hacia arriba expresaba una espada desenvainada y, por tanto, la ejecución del gladiador derrotado; mientras que el pulgar hacia abajo se refería a una espada envainada y perdonaba la vida del gladiador.
Sacar la lengua
Aquí encontramos un gesto que puede malinterpretarse. Aunque en ocasiones consigue denostar picardía (este sentido dependerá de la expresión de nuestros ojos, igual que ocurría con la sonrisa) y en países como Nepal se considera una forma de saludo respetuoso, en la mayoría de los países occidentales sacar la lengua no es un gesto bonito. Esto se debe a que las prostitutas inglesas en la época victoriana enseñaban la lengua para ofrecer sus servicios y mucho antes, en la época de los antiguos griegos, sacar la lengua significaba el deseo de batallar con el contrario. Y los romanos, fíjate por donde, lo prohibieron durante el Imperio porque estaba considerado como un gesto de rebeldía contra la autoridad imperial.
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