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Seis museos del chocolate para chuparse los dedos (y tres son españoles)
El ingrediente básico de la felicidad cuenta con una amplia oferta de museos donde podremos degustar sus sabores más enrevesados y conocer su importancia dentro de la Historia
Solo es una suerte que el mundo no sea como en las películas. De ser así, cada vez que la vida nos da un respiro y queremos regalarnos un caprichito - una vez al año en los tiempos que corren -, el caprichito susodicho acabaría en una aparatosa aventura que, reconozcámoslo, no le apetecería a nadie. Con lo bien que está uno sin sobresaltos. Por ejemplo, según las estadísticas, si la vida fuera como en las películas solo uno de cada cinco niños saldría sin traumas ni contusiones de una fábrica de chocolate, y las fábricas de chocolate las dirigirían personajes que deberían estar en prisión, sin duda alguna, por incumplir las normas sanitarias y por faltar a los derechos de los trabajadores, como fue el caso del indeseable Willy Wonka, hoy prófugo de la justicia. Visitar estos espacios de sabor y brillo se aproximaría más a los terrenos de pesadilla que a los del ensueño.
Por suerte no es así. Visitar una fábrica de chocolate o, en su defecto, un museo del chocolate, puede ser uno de los planes más divertidos para hacer sin temor a sufrir ningún daño. Aquí va la lista con los seis museos del chocolate que deberíamos visitar al menos una vez en la vida. Y tres de ellos son españoles.
Museu de la Xocolata (Barcelona)
Abrió sus puertas en el año 2000 con la intención de enseñar el chocolate como un producto que va más allá de un bien alimenticio, puro sabor y felicidad, y enseñarlo al público como un tipo de arte diferente al que podemos estar acostumbrados. El chocolate como arte se conoce en un recorrido dulzón por el antiguo convento de San Agustín, convento muy ligado a la historia del chocolate, ya que sus anteriores inquilinos eran verdaderos maestros chocolateros. De hecho se piensa que fue aquí, en Barcelona, donde algún tipo de genio elaboró la primera tableta sólida de chocolate en el siglo XIX, después de cuatro siglos donde los europeos sólo sabían tomarlo derretido.
La iniciativa del Gremio de Pastelería de Barcelona ofrece un amplio recorrido por la historia del chocolate - cata incluida -, y si alguno de los visitantes decide ir con hambre, aquí podrá desayunar o merendar un delicioso chocolate a la taza difícilmente superable en ningún otro lugar de la Ciudad Condal.
Lindt Home of Chocolate (Suiza)
Pocos no conocen los chocolates Lindt, y quienes no los conozcan tampoco se habrán molestado en leer este artículo. Por tanto en nuestro pequeño y selecto mundo chocolatero que conforma esta pieza, todos conocemos Lindt. Los hay de todo tipo: tabletas de naranja, de menta, de flor de sal, de chile, de fresa; bombones rellenos de caramelo, chocolate con leche, chocolate negro. Y su fábrica museo hace gala de una creatividad igual de pasmosa, de colorida y sabrosa, donde una enorme fuente de chocolate saluda al visitante en el recibidor, una fuente de chocolate puro y espeso resbalando despacio, muy despacio, únicamente para hacernos la boca agua. Con un recibimiento como este solo podemos imaginar el interior.
La visita se divide en cinco salas. La primera aparece moteada con árboles de cacao y aquí se explica la historia de estos maravillosos árboles y el origen del cacao africano; la segunda se detiene en la historia del chocolate, sin dejar de lado la importante influencia española a la hora de introducirlo en Europa; la tercera repasa la historia del chocolate suizo, y el visitante puede observar la famosa máquina de Lindt que consigue la brutal cremosidad de su chocolate; una cuarta sala llamada “la sala de la felicidad” y donde se presenta una simulación de cómo se hacen los bombones; en la última sala, la mejor sin duda alguna, el visitante tiene la oportunidad de probar todos los sabores de Lindt hasta que sea la hora del empacho.
Museo del chocolate de Astorga (Astorga)
Después de que los catalanes idearan un método para solidificar el chocolate y mantenerlo rígido, el siguiente paso a seguir consistía en encontrar climas lo suficientemente fríos como para mantener el chocolate refrigerado, antes de que se inventaran las neveras. Astorga se convirtió entonces en una ciudad excelente para estos fines. En su época dorada del chocolate, hasta 40 maestros chocolateros confabulaban sus milagros aquí. Astorga es para el chocolate español como los Alpes para un alpinista. Solo que aquí no hace tanto frío.
En la fábrica de chocolate de Astorga, hoy transformada en museo, el visitante repasará la historicidad del bendito manjar, desde que los guerreros aztecas lo bebían como algún tipo de poción mágica hasta su introducción en el mundillo de la alta sociedad española. Además podrá ver de primera mano cómo se prepara el chocolate a la piedra (con sudor, fuerza bruta, mucha ternura y piedras), antes de disfrutar de una delicada cata de chocolates astorganos y, si le apetece, saquear la tienda de regalos para repartir felicidad a bocajarro a sus amigos y familiares cuando sea hora de volver a casa. Merece la pena una visita no solo por la historia que rodea al chocolate en esta localidad leonesa, sino por la excelente calidad de su producto sin edulcorar con sabores o químicos elaborados.
Choco-Story (Brujas)
Como su propio nombre indica, este divertido museo pretende explicar la historia del chocolate, haciendo uso de las herramientas de la vista, el gusto y el olfato, en un amplio recorrido que engloba la presencia de este manjar entre los seres humanos desde que un héroe azteca le pegó un primer mordisco, hará unos 5.500 años.
Aunque la visita comprende una contundente cata de chocolates belgas y diversas explicaciones interactivas donde se muestran los procesos de elaboración del chocolate (como en casi cualquier museo de su especie) el plato fuerte lo encontramos aquí en la colección privada de casi un millar de objetos relacionados con la historia del chocolate. Prácticamente cualquier objeto que osemos asociar con el chocolate puede encontrarse en Choco-Story: estatuas hechas de chocolate, chocolateras de plata y de hojalata y de cobre y de todo tipo, figuras de guerreros aztecas que inspiran una mezcla de temor y hambre, tabletas gigantes decorando las paredes hasta hacernos creer que nos hemos zambullido en los terrenos de la psicodelia, diferentes maquinarias diseñadas para convertir el amargo grano de cacao en dulce tentación...
Museo del Chocolate Comes (Sueca)
Este museo valenciano es lo más próximo que podemos encontrar en nuestro país a su homólogo belga. Inaugurado en el año 2002 gracias al esfuerzo de Pedro Melero y Encarna Comes (ambos descendientes de algunos de los mejores maestros chocolateros de nuestro país) a la hora de coleccionar utensilios y maquinaria relacionados con este mundo de fantasía. Posee una soberbia colección de objetos relacionados con el chocolate. Además ofrece una serie de visitas guiadas donde una suculenta degustación de diferentes recetas viene asegurada.
Su plato fuerte, sin embargo, viene de la mano de la experiencia. El visitante no se limita a observar, aprender y conocer los diferentes entresijos de este arte que roza lo sagrado, sino que se zambulle en un tipo de vivencia única en cada una de las salas que conforman su recorrido. Ofrecen catas personalizadas, profundas explicaciones sobre los distintos procesos de elaboración del chocolate y, no se lo pierdan, es posible probar “chocolate a la piedra recién hecho”, una delicatessen imposible de concebir si no es aquí, en Sueca. Como el coronavirus está volviéndose puñetero y viajar entre comunidades no está permitido actualmente, siempre podemos participar en su visita virtual y abrir el apetito para cuando llegue el momento de la visita, quizá dentro de poco.
MUCHO (Ciudad de México)
El museo Mundo Chocolate no puede faltar en esta lista, no visitarlo sería impensable para un amante del chocolate que, por una u otra razón, acabe en México. Esta es la zona cero del manjar, aquí comenzó todo. Si los aztecas no hubiesen vencido al miedo que pudo provocarles una semilla de color marrón y sabor amargo, y no hubieran sido los primeros en tomar chocolate a la taza (versión precolombina), ahora mismo yo no estaría tomando una onza de chocolate (este tipo de artículos siempre acaban tentándome) y el mundo sería un poco más desdichado.
Donde los museos europeos tratan la historia del chocolate y se centran en sus propias variantes, MUCHO se mantiene leal a los atributos originales del producto, no desecha su lado amargo ni olvida el misticismo que lo rodeó durante sus comienzos. Aquí el chocolate se transforma en un estilo de vida y roza el romanticismo, en la misma tierra donde su ingrediente principal es cultivado y posteriormente enviado al resto del mundo. Y si bien pueden catarse aquí todo tipo sabores con influencia europea, el éxtasis de la visita lo conforma la naturaleza del producto, desde que germina en las esquinas oscuras de la selva hasta que se deshace con sutileza única en nuestro caprichoso paladar. Incluso ofrecen cursos para aprender a utilizar el chocolate en los platos que cocinamos en el día a día.
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