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El Casino Odiseo revoluciona Murcia

Su construcción sostenible ostenta el lema ecosistema de ocio adulto, el restaurante tiene una estrella Michelin y la piscina volada es la más grande de Europa

Estructura de Odiseo, obra del arquitecto Manuel Clavel
Estructura de Odiseo, obra del arquitecto Manuel ClavelManena Munar

Una de las bonitas postales de Murcia dibuja al río Segura, de cuyas aguas emergen cabeza y cola de una gigantesca sardina entre el Puente Viejo y el de Hierro. Es El Entierro de la Sardina que esculpió Miguel Llamas en 2007, y no para enterrarla al término del carnaval, sino todo lo contrario. La sardina saluda a sus paisanos cuando al llegar la primavera Murcia lo celebra por todo lo alto. Frente al río, la Casa Consistorial de estilo neoclásico y color rosáceo, contrasta con las palmeras que le rodean. Rosáceo también y ecléctico es el Teatro Romea, uno de los más importantes de España.

Sin embargo, lo que por muchos años ha sido un referente murciano a donde acudía gente de todas partes imantada por su gastronomía, es el célebre Rincón de Pepe. Empezó como un bar en el que el mismísimo Pepe vendía vino ayudado por su sobrino Raimundo González Frutos, quien le aconsejó introducir alguna que otra tapa. La sapiencia culinaria y comercial de Raimundo convirtieron al Rincón de Pepe –local que celebrará su centenario en el año 2025– en un lugar emblemático que mereció su estrella Michelin en los años 70. Un rincón donde degustar gastronomía tradicional murciana con tamaña excelencia que incluso ha representado la cocina española fuera de nuestro país con gran acierto y fama. Su chef actual, Francisco Miguel Sánchez Madrid, Fran, mantiene el referente de la cocina clásica de sus inicios. Lo hace a través de salazones, pescados frescos, quisquillas, un pulpo al horno con ginebra espectacular y las delicias imprescindibles de la huerta murciana.

Con el paso de los años decidieron mover el Rincón de Pepe a otro lugar que les diera para construir algunas habitaciones y así hacer las veces de un alojamiento que ahora cuenta con 140 estancias, restaurante e incluso una muralla árabe del siglo XII aparecida al excavar y que intocable forma parte del bar. Raimundo González Frutos vendió El Rincón de Pepe, que ha pasado a formar parte del grupo Orenes, célebre por gestionar el ocio acompañado de una gastronomía de primera en espacios únicos, cuidando el detalle al máximo, como bien se observa en su última y revolucionaria apertura, el denominado casino Odiseo, un auténtico oasis urbano que ha revolucionado la oferta turística de Murcia.

Situado estratégicamente donde confluyen los accesos a la ciudad, la obra arquitectónica de Manuel Clavel de 15.500 metros cuadrados impresiona al primer vistazo. Su estructura de tubos gigantescos de los que sobresale, suspendida en el aire, una de las piscinas voladas más grandes del mundo, recuerda a un partenón romano a lo siglo XXI. Su nombre, al continuo navegar de Ulises, y su emblemático conejo Lucky al motivo por el que los fenicios la nombraron Hispania, tierra de conejos. Detalle curioso es que en la gastronomía del restaurante, estrella Michelin gracias a la hechicera mano del chef Nazario Cano, el conejo está exculpado y no se sirve bajo ningún concepto.

Una vez dentro de Odiseo hay que tomárselo con calma, pasear por la sala de apuestas, ver alguno de los shows de su propia compañía, echar un baile en la discoteca, contemplar el Bar Barroco que deslumbra como lo hacen sus baños diseñados a modo de camerino. Momento sublime el cenar en la terraza al amparo del cielo estrellado, saboreando los manjares de Nazario, entre ellos una sabrosa parpatana de atún (el entrecot del mar). Tras el postre hay que contemplar la noche desde la piscina volada del ático, a 27 metros del suelo, para finalmente jugar y ganar a la ruleta a ese numero, por ejemplo el 17, qué por fin, y después de años de jugarle, se ha portado y parado a tiempo.

El fin de fiesta puede ser en el Mercado de Correos. Antigua Central de Correos, alberga un centro gastronómico donde la marinera de ensaladilla rusa, los caballitos de mar que rebozan las gambas, el paparajote de hoja de limón y otras tapas murcianas salen a la mesa en un ambiente decorado con gusto donde se han mantenido esos azulejos levantinos que obligan a bajar la vista y mirarlos con detenimiento. Su invernadero es el sitio donde tomar la penúltima copa antes de ir a dormir.

Y a la mañana siguiente, amanece soleado, pues Murcia tiene 300 días de sol al año, y se impone la playa. Antes un paseíto por sus calles. Hay que ver la Iglesia Catedral de Santa María, cuya arquitectura fluctúa entre gótico, barroco, renacimiento y neoclásico y presume de la capilla de los Vélez, la de Junterón y del Museo con obras del escultor Francisco Salzillo.

Otro edificio ineludible en la calle Trapería es el Real Casino de Murcia, de 1847, club privado que pasó a ser monumento histórico-artístico nacional en 1983. Y no es de extrañar, pues su belleza tanto exterior como interior está presente en la cúpula, en las salas de baile y billar, en esa biblioteca donde choca ver en estos tiempos a un joven ojeando un libro a la luz de una lamparilla ámbar, el patio pompeyano, el árabe y el tocador de señoras, que no tiene desperdicio con sus frescos de angelotes pícaros y espejos por doquier. Ni que decir tiene que paseando por Murcia las tiendas coquetas de salazones y demás productos gourmet se suceden, sin ir más lejos, en el Mercado de Abastos de Verónicas.

Antes de emprender la ruta playera merece la pena desayunar en el local Willy Factory, cuya puerta dorada y sobresaliente habla del mismo arquitecto de Odiseo, Manuel Clavel. Un rico café con sus famosos hojaldres o muffins alegran el día.

Camino de Collado Beach se atraviesa La Manga, el Mar Menor a un lado, el Mayor al otro. Al término, en el km. 18, sobresale una construcción muy moderna para sus tiempos, pues se levantó en 1976 como morada del ministro de comercio, Agustín Cotorruelo Senda y de su esposa, murciana de nacimiento. Hoy, parte del grupo Collados, aún resulta vanguardista y desde sus terrazas abiertas se contempla una hermosa panorámica del Mediterráneo, mientras se disfruta de su Beach Club; piscina, hamacas y la gastronomía de Nazario Cano, tradicional en la planta baja y Nikkei en la superior. Sin obviar los tratamientos de maderoterapia para moldear la figura que completan un saludable día de playa.