Viajes
Mercados de pulgas versus auroras boreales: conoce los entresijos del norte de Suecia
El viaje último para el aventurero europeo está esperándonos en la región de Norrland
Estocolmo marca una frontera fácilmente definible por los edificios de hierro y de cristal, similares a una versión europea y congelada de ciudad de Nueva York. Estocolmo es puro movimiento y electricidad, no importa que nieve o llueva, que los termómetros se tambaleen traviesamente hacia temperaturas bajo cero, es una frontera de laberintos que todos los viajeros deben cruzar como antesala a la aventura definitiva en Europa: la gélida región de Norrland y sus espesísimos bosques que nutren de oxígeno al continente entero.
Al viajero que busque emociones fuertes sazonadas con climas extremos, colores ambiguos danzando al ritmo de las estrellas, olores que penetren tan hondo en las narices que provocan espasmos en los mismos pensamientos, gotas de sangre despegándose de la piel, carreteras irregulares y bandazos... este es el lugar que debes visitar.
Norrland en números
Norrland en números supone 242 735 km² de espacio para brincar y correr. Lo que viene a ser un poquito menos que la superficie total de Reino Unido. Menos de dos millones de molestos humanos ocupan este espacio. Esto quiere decir que apenas el 12% de la población sueca habita una región que supone el 59% de su territorio. Así y de pronto, ya de entrada reconocemos que en Norrland podemos hacer lo que nos salga de las narices, menos matar a un tipo o infringir alguna de sus leyes. Podemos hacer casi todo lo que nos salga de las narices. Y cuando hablamos de que vivimos en un mundo agujereado por el coronavirus y las leyes que nos asfixian con las nuevas ideas absurdas de los políticos que dan forma a todo este entramado de complicaciones, saber que existe un rincón de Europa donde podemos correr sin que nos pongan la zancadilla y luego nos cobren una multa por caernos en el lugar equivocado, pues alivia, qué quiere que le diga.
Números, sí, números. Es que cierro los ojos imaginando este lugar y mi sangre crepita con una actitud salvaje e insolente. Números: si Suecia cuenta con la aplastante cifra de 100.000 lagos en su territorio nacional, y aquí hablamos de más de la mitad del país, pues imagine cuántos cuerpos de agua tan limpia y tan fría que se vuelve de color negro podemos encontrar en Norrland. Algunos de ellos, como el impresionante lago Torneträsk que se extiende como una enorme lengua casi hasta lamer lujuriosamente la frontera noruega, alcanzan cifras de superficie superiores al Mar de Galilea. Aunque si lo comparamos con la inmensidad de otros lagos suecos, tal y como el lago Väner, cuya cuenca supera sobradamente a la superficie total de Cantabria (es un bicho de 5.650 km²), entonces no parece para tanto, ¿a qué no?. Pero conviene saber que el Lago de Sanabria, el más grande que tenemos en España, parece una charca de ranas en comparación con estos gigantes. Nuestro pequeñín no llega a los cuatro kilómetros cuadrados.
¿Y cómo es Norrland?
Pues muy bonito, cómo va a ser. Jodidamente bonito y aún así faltan tacos. Pero adjunto algunas fotos del lugar para recalcar mi ordinariez. El otoño aquí no dura más de dos semanas porque basta que los árboles se desprendan de su abrigo para que avance con una voracidad enajenada la nieve, el otoño aquí se confunde con un chasquido, pero si consigues visitar Norrland en el momento exacto en que el invierno apuñala al verano, entonces serás testigo de un océano de fuegos rojos y amarillos desprendiéndose de las ramas hasta morir. Nunca sabrá el lector la agobiante cantidad de tonos que puede tener el amarillo si se dan las condiciones adecuadas, hasta que no venga aquí y lo vea. Y entre todas estas llamaradas de fuego que no queman, caminan a cuatro patas y con el estómago lleno cerca de 3.000 osos, 200.000 renos y 300.000 alces. Estas cifras son brutales y no es difícil encontrarse con uno u otro animal cuando acampamos al borde de una de sus sempiternas carreteras. Porque, claro, la acampada libre está permitida en todo el país. Otro punto a favor.
Yo mismo pude sentir el gusanillo arañándome la nuca cuando, paseando por el Parque Nacional de Abisko, fui groseramente perseguido por una hembra alce que pretendía proteger a su cría de mi sucio olor a humano (sin tener en cuenta que, en ese momento, el que necesitaba protección era yo). Pero mientras me perseguía y corría aterrado, pude parar un segundo y mirarla, experimentando entonces la misma sensación de atracción y terror hacia el animal que puede sentir un sami (los locales de allí, que estaban antes que los propios suecos pero que ahora viven prácticamente acorralados, como todas las tribus que han tenido la mala suerte de encontrarse con los europeos) o un indio pies negros cuando se encontraba con un alce entre la maleza y corría convencido de que quién le perseguía era realmente la reencarnación de su tía abuela Anusha, la peor de sus tías abuelas. Porque en este tipo de escenarios vírgenes que todavía no han sido violentados por la avaricia del ser humano, incluso los escépticos nos impregnamos de alguna manera con este tipo de sensaciones aparentemente primitivas y tremendamente dignas.
Es precioso incluso de noche, a todas horas es precioso. Una vez cruzamos la línea que marca, más o menos (y digo más o menos porque la latitud del círculo polar ártico viene determinada por la inclinación del eje de rotación de la Tierra con respecto a la eclíptica) el círculo polar ártico, basta con que sea otoño o invierno y que sea de noche para levantar los ojos con expectación y ver de primerísima mano el brillo hipnótico de las auroras boreales, las luces del norte, que salen y se esconden y corretean como niños traviesos por toda la bóveda celeste. ¿Hace un frío que pela mientras las miras? Lo hace. ¿Y merece la pena? Merece todo menos perder los dedos, ya se lo digo.
¿Qué hacer en Norrland?
El primer paso es quitarse la mascarilla. Es porque aquí nadie lleva mascarilla, tampoco dentro de los espacios cerrados. Incluso comparten los ascensores en los hoteles. Solo así podremos aspirar con propiedad este aire magnífico que nos purifica. A continuación haría falta especificar que Norrland es en realidad una región informal de Suecia que abarca nueve comarcas diferentes, y que se considera algo así como la “escocia” de aquí, ya que comprende todos los territorios que no pertenecían a la corona sueca hasta bien entrada la Edad Media, y no son pocos los habitantes de la región que aspiran a independizarse del resto del país.
Segundo. Una parada indispensable en nuestro recorrido por Norrland es la deliciosa y diminuta localidad de Ratan (no confundir con Rätan) ubicada a las orillas del gélido Golfo de Botnia. Todo lo que pueda tener el mundo de similar a los Pitufos lo encontramos aquí escondido, prácticamente invisible en cualquier mapa común. Y fíjese bien por cada paso que dé porque aquí crecen decenas de tipos de setas hasta alcanzar tamaños admirables, los bosques son tan densos que apenas si alcanzan a rozar el suelo hilillos rebeldes de luz, las casas de madera pintadas de un rojo delicado parecen formar parte de un decorado, los caminos se bifurcan y se vuelven a encontrar rodeados de mullidas capas de musgo que lo abarcan todo. Los días soleados se refleja un brillo particular en el agua, en las ramas, en el diminuto faro que hacía de aviso a los navegantes hace no demasiados años y que ahora está siendo restaurado con las mismas técnicas del siglo XIX.
Tercero. En la localidad de Kiruna abre sus puertas durante los meses de invierno el archiconocido Ice Hotel. Construido absolutamente a base de hielo, como su propio nombre indica, únicamente está disponible durante los meses que el hielo no se derrite, como insinúa toda lógica, y solo podrán alojarse aquí los huéspedes más resistentes al frío. Con todo, dormir en sus iglús al abrigo de una mullida manta de pieles, o probar un delicioso cóctel servido en un vaso que es puro hielo, son el tipo de experiencias que todo aventurero del frío debe conocer.
Cuarto. El Parque Nacional de Abisko está considerado como una de las últimas regiones vírgenes que quedan en Europa. En lo alto de una de sus montañas heladas se sitúa la Aurora Sky Station, una de las localizaciones más emblemáticas para observar las luces del norte en Suecia. Ya sea subiendo en teleférico o a pata (en este último caso, será mejor andarse con cuidado por la multitud de osos, glotones, lobos y alces hembra que pululan por aquí), las vistas que concede este mirador son espectaculares durante el día, y todavía más impresionantes cuando el sol se marcha a dormir y ocupan su lugar las luces verduzcas que ya hemos mencionado.
Quinto. Los mercados de pulgas. Si el viajero accede a todos estos parajes por la carretera, será habitual que vea pequeños carteles indicando un nombre misterioso e inquietante: loppis. El término procede del sueco loppmarknad, que significa literalmente “mercado de pulgas”. Pero no hace falta alarmarse porque lo único que se venden aquí son los mismos ítems que en cualquier otro mercadillo ordinario, es decir, ropa de segunda mano, cacharros varios y curiosidades. Es solo que los suecos, además de ser sorprendentemente amables, tienen un sentido del humor muy suyo, y bromean entre ellos asegurando que todo lo que compres aquí estará, antes de su primera pasada por la lavadora, infestado de pulgas que brincan y pican en la piel. Es por eso que llaman así a sus mercados. Entonces si el lector se viste con su piel de viajero y accede a este paraje único en Europa, le recomiendo saque el espray repelente de insectos, que se detenga unos minutos en estos mercados de pulgas y que rebusque entre las baratijas. Uno nunca sabe qué tesoros podrá encontrar en Norrland.
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