Viajes

Diez criaturas de la mitología vasca y dónde encontrarlas

Las leyendas y tradiciones del País Vaco son sumamente ricas e interesantes de buscar y conocer

La caza salvaje de Odín es otra de las representaciones de las cacerías espirituales, igual que la leyenda vasca del Cazador Negro.
La caza salvaje de Odín es otra de las representaciones de las cacerías espirituales, igual que la leyenda vasca del Cazador Negro.Peter Nicolai Arbocreative commons

Antes de lanzarnos a viajar debemos estudiar. Estudiamos el clima, los lugares que pretendemos visitar y las cifras útiles del país o de la región para comprender, aunque sea ligeramente, su economía y su sociedad... Estudiar nuestro destino es importante para evitar que lleguemos allí con los ojos vendados. Otra de las asignaturas fundamentales a estudiar antes de subirnos en el tren, en el coche, en el barco, en el avión, es, por supuesto, la religión principal de nuestro destino y sus mitos y leyendas fundacionales más importantes. Hoy podemos hurgar un poquillo en la mitología vasca. Escarbar en la tierra para destapar algunos de sus personajes y rastrearlos en el mapa, así podremos buscarlos cuando accedamos a este rincón precioso de nuestro país, y sabremos cómo reaccionar a sus posibles triquiñuelas de criaturas de cuento. Para conseguir una información más detallada sobre este mundo apasionante, recomiendo al lector el libro de Mitologika: una visión contemporánea de los seres mágicos de Euskadi, escrito por Aritza Bergara y bellamente ilustrado por Raquel Alzate y Ricardo del Río.

Mari

No podemos comprender la mitología vasca sin conocer antes a la diosa Mari. Mari está presente en todas las montañas del País Vasco, forma parte de todos los vientos, las nubes, es la soberana de todas las criaturas que habitan aquí, incluyendo a los débiles humanos que casi la han olvidado. Entre sus competencias divinas entra el control de las lluvias y las tempestades, la creación de vientos y el envío de sequías, aunque también sabe ser generosa con aquellos que la traten con respeto. Si un agricultor desea tener buenas cosechas, basta con que le haga un regalo a Mari cada año, basta con un regalo, y la diosa se encargará de que las lluvias caigan en su justa medida y que todo se desarrolle según lo deseado.

Aunque podríamos encontrarla en la cumbre de cualquier montaña vasca, dicen que su morada favorita es una cueva situada en la ladera este del monte Amboto. Y ya lo sabes: si pasas por allí algún día, no lo dudes y llévale algún regalo bonito a la diosa Mari. Ella te recompensará con un buen año.

Etsai

Todas las religiones tienen una contraposición malvada. En este caso nos enfrentaríamos al temible Etsai, temible del todo, aterrador, prohibitivo, que básicamente es el Diablo de la mitología vasca precristiana. Aunque puede adoptar prácticamente cualquier forma que desee, siente especial predilección por la apariencia de un dragón, supongo que porque da más miedo e impone más. De naturaleza enrevesada y traicionera, como todo buen diablo tiene también vocación de profesor. Dicen que su escuela se encuentra en la cueva de Lezia, en Sara, y que allí enseñará a quién lo desee todo tipo de conocimientos sobre las artes oscuras, con la única condición de que un alumno de cada promoción (elegido de forma aleatoria jugando al txotx-ala-motx) se quede con él para servirle.

Cuenta una leyenda que llegó a ofrecer la salvación a una promoción entera si adivinaban de que estaba hecha la copa de la que bebía. Una noche, uno de sus alumnos siguió a Etsai a un aquelarre y escuchó cómo comentaba con una bruja que su copa estaba hecha con uñas cortadas los fines de semana. El alumno corrió a contárselo a los demás y toda la promoción se salvó de la incómoda obligación.

Izugarri

Cuidado con este. Aunque no podrá hacernos ningún daño, el Izugarri se considera una criatura inquietante, una aparición turbadora que vaga como alma en pena por los bosques de Euskadi. Parece ser que el pobre bicho cometió alguna falta imperdonable cuando vivía, quizá asesinó a un cachorrito, quizá robó a su padre, pero en cualquier caso que ahora merodea sin rumbo y, cuando se encuentra con alguien, le pide un pañuelo con voz quejumbrosa. La persona le hace entrega del pañuelo y cuando el Izugarri lo toca, ¡zas! Inmediatamente se prende fuego, como una señal inequívoca de que esta alma desgraciada está anclada al purgatorio. Por lo general suele pedir también que ofrezcamos una misa por la salvación de su alma.

Las Lamias

Otra vez encontramos similitudes entre esta criatura y otros seres de distintas mitologías. Las Lamias serían en este caso la versión vasca de las sirenas. Están inspiradas en la Lamia griega, una pobre mujer que fue hechizada por Hera para asesinar a sus propios hijos, transformada en un monstruo con cola de serpiente y después condenada a no cerrar nunca los ojos, para así ver este terrible asesinato una y otra vez hasta su muerte. Por suerte, las Lamias vascas son muy hospitalarias con todos los que visiten sus hogares en las cuevas a pie de playa, y su única diferencia con una mujer común es que tienen patas de gallina o de oca en lugar de piernas normales, además de que tienen un solo ojo. Pero por lo general no son peligrosas, aunque se han dado casos de hombres secuestrados por ellas (son sirenas, qué esperábamos).

Podemos encontrarlas en prácticamente cualquier pueblo pesquero, si sabemos mirar, y también en los márgenes de los ríos vascos, ya sea haciendo la colada o peinando sus largos y bellísimos cabellos. Que son criaturas mágicas pero que ellas también se asean, claro que sí.

Ehiztari Beltza

También conocido como “El Cazador Negro”, se trata del mito clásico que se da en multitud de regiones europeas (incluyendo Cataluña y Aragón), donde un jinete o un grupo de jinetes fantasmagóricos cabalgan de caza por los bosques provocando inquietudes y tempestades. En la versión vasca, este trata de un sacerdote que andaba oficiando una misa pero que sintió unas ganas casi lujuriosas de abandonar este acto sagrado para salir de caza con sus sabuesos, después de ver por el rabillo del ojo a una liebre muy lozana que correteaba por ahí. Como castigo por abandonar su misión, el sacerdote fue condenado a cabalgar eternamente tras la liebre, rodeado por sus voraces canes negros, sin poder darle alcance jamás.

Cuando camines por el País Vasco y nazca una tempestad que dura varios días y escuches el aullido de los perros, entonces será mejor que te pongas a cubierto: no hay duda de que, aunque nunca verás al Cazador Negro (pues este es invisible), el condenado anda cerca y no dudará en acecharte para causarte cualquier desgracia que esté de su mano.

El Tártalo

Se trata de un cíclope, un gigante con un solo ojo situado en su frente y con un voraz apetito por la carne humana. Es una criatura muy agresiva y bastante bruta, tanto que su pasatiempo favorito consiste en arrojar rocas de una montaña a otra. Y por si no fuera fácil distinguirle de los gigantes comunes (los gigantes comunes son bondadosos mientras que el Tártalo es una mala bestia), podríamos reconocerle gracias a que uno de sus pies es completamente redondo, por una razón desconocida. Dicen que en realidad es el hijo de un rey, ni más ni menos, y que su feo aspecto se debe a algún tipo de hechizo que no se romperá hasta que una mujer se case con él. Si no se la zampa durante su primera cita. Una leyenda asegura que murió ahogado hace siglos mientras perseguía a una de sus presas humanas, aunque todavía hay quien piensa que podríamos encontrarle en su escondite favorito, que es el monte Saadar en Guipúzcoa.

Iratxu

Este es un travieso. El clásico duende travieso que aparece en cualquier mitología que se precie. Aunque esta especie pulula por todo el País Vaco, son muy comunes en la zona de Bermeo, y si nos los llegásemos a encontrar, lo mejor sería no hacerles demasiado caso. Suelen adoptar la forma de graciosos cerditos para que los viajeros de los bosques quieran atraparlos, entonces corren como un demonio (que es lo que son, a fin de cuentas) y corren y corren hasta agotar al viajero y dejarlo en el mismo sitio donde empezó la carrera. Se marchan partiéndose de risa y aquí se acaba la odiosa experiencia.

Los Prakagorri

Estos duendecillos diminutos son muy útiles y salen muy baratos. Son tan pequeños que se dice que caben cientos de ellos en un único alfiletero, y además son extremadamente trabajadores y serviciales con su amo. Tanto que, según cuenta una leyenda, un hombre compró un puñado de ellos y les mandó hacer una tarea. La cumplieron. Les ordenó hacer una segunda tarea y la cumplieron también, con una velocidad y una efectividad que solo consiguen los prakagorri (también conocidos como mamarros, patuek, autzek...), y cuando ya les ordenó todas las tareas posibles, estos duendecillos se pusieron muy nerviosos. Es porque odian estar ociosos. Así ocurrió que el hombre, asustado porque tenía en su casa a estas criaturas diminutas y muy alteradas, les ordenó que le trajeran agua con un colador. Una tarea que, obviamente, es imposible. Cuando los prakagorri se dieron cuenta del engaño, se ofendieron mucho y se marcharon, dejando al hombre que viviera tranquilo el resto de sus días.

Puedes encontrarlos casi en cualquier lugar sin darte cuenta: en un alfiletero, en un botecito de sal, en el mango de una hoz...

Ieltxu

Nadie conoce la apariencia exacta tiene este genio. Unos dirán que tiene una forma humana; otros, que se trata de un enorme pájaro que escupe fuego por la boca; otros jurarán que es un carnero negro, o un cerdo... En cualquier caso, por lo general no es peligroso. Solo causa daños si es perseguido por algún tipo molesto, y pese a todo su solución en estos casos es hacer que su perseguidor corra en círculos hasta que se agote. Se piensa que únicamente sale de su escondrijo durante las horas nocturnas, y que habita la zona de Guernica o las montañas nubladas de Busturia.