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La Isla de Navidad: el mejor lugar para no celebrar la Navidad
Cangrejos que viven en las montañas, chinos australianos y soberanías no reclamadas... descubre las contradicciones de la isla más contradictoria del planeta
Vivimos en un mundo de constante contradicción. Cuando uno escucha el nombre de la Isla de Navidad, rápidamente pensará que se trata de una bola de cristal sin cristales, un reducto de fantasía navideña donde las nieves son perpetuas y crecen pinos ya decorados y los duendecillos corretean con sus gorritos graciosísimos terminados en un pompón. Si esto no fuera así, dentro de la lógica no tendría sentido que la isla tuviera tal nombre. Pero vivimos en un mundo de constante contradicción. En la Isla de Navidad no nieva jamás. No hay un solo pino. Ni siquiera hay duendecillos, por el amor de Santa Claus. El nombre empieza a parecernos una estrategia de publicidad engañosa y de muy mal gusto.
Bienvenidos a Kiritimati, también conocida como la Isla de Navidad, la isla de la paradoja navideña.
¿Quién tuvo la ocurrencia?
La mayor de las islas del archipiélago Islas de la Línea está bien lejos de la residencia de Papá Noel en Laponia. Concretamente, a varios miles de kilómetros, exactamente al sur de la Isla de Java. Aunque centenares de marineros asiáticos anclaron a lo largo de siglos en su costa para proveerse de agua, la verdad es que nadie tuvo interés en ocuparla hasta que ondeó en el horizonte la Union Jack de los británicos. Ya sabemos que hubo una época en la Historia donde los navegantes europeos pululaban por los océanos con la cabeza repleta de fantasías ilustradas, todos con la intención de clavar su bandera en el primer pedazo de tierra que encontraban, ocupado o no. Entonces parece plausible que fue un europeo, en este caso un inglés llamado William Mynors, quien desembarcó en la dichosa isla un 25 de diciembre de 1643. A Mynors debió decirle su lugarteniente que la isla ya tenía nombre y que los marineros malayos la conocían como Kiritimati, pero Mynors no tenía un pelo de tonto y reconocía que, si aceptaba el nombre malayo de la isla, entonces estaría reconociendo de alguna manera la soberanía malaya sobre la misma. Y no. No puede colonizarse un territorio recién “descubierto” si no es poniéndole un nuevo nombre, esto es de primero de colonización.
Rápidamente se bautizó este pedazo de tierra de 388 km2 (un tamaño similar al de La Gomera) como la Isla de Navidad, y si te he visto no me acuerdo. Así comenzó con William Mynors una sucesión de contradicciones hilarantes que todavía hoy perviven. Aquí tienes algunas de ellas.
La isla es española pero no es española
El asunto comenzó allá por 1885, cuando España ya era considerada como una potencia de segundo orden mundial por los fiascos en Sudamérica y la ruina de las Guerras Carlistas, se dio una disputa con Alemania por la soberanía de las Islas Carolinas. Una disputa a la antigua usanza y como las que ya no quedan, una disputa en la que tuvo que intervenir el propio papa León XIII para que no se liara la marimorena (otra vez) en Europa a causa de un desacuerdo colonial. Tras mucho analizar por una comisión de cardenales y una sucesión de padrenuestros y carreras en los despachos del Vaticano, se decidió que las Islas Carolinas y Palau pertenecían a España por derecho. Uno esperaría que España se quedara con su victoria pero España estaba en bancarrota, entonces vendimos las islas a Alemania en 1899 para embolsarnos 25 millones de pesetas muy necesitadas. Y allá que se fueron nuestro últimos territorios en Oceanía.
Ahora llega la contradicción. Resulta que en 1948 apareció el investigador español Emilio Pastor Santos que, basándose en los mapas de la época, llegó a la conclusión de que la Isla de Navidad era considerada como parte de las Carolinas en el momento en que se firmó el tratado, pero que al ser tan pequeña y apartada pues que nadie se percató. Y si el tratado fue ratificado y España nunca vendió la Isla de Navidad a los alemanes, por lógica será que la isla todavía nos pertenece. Lo apoyaron un montón de profesionales de todo el mundo. Y aquí está la contradicción: por la razón que sea, España nunca ha reclamado la soberanía de la Isla de la Navidad, en lo que se considera una gran curiosidad diplomática.
La isla es australiana pero sus habitantes son chinos
La isla perteneció a los españoles y luego a los alemanes y luego a los británicos y finalmente al gobierno australiano. Sin embargo, dos tercios de su población eran de origen chino hasta finales del siglo XX. Solo fue con el comienzo del nuevo siglo que el llamativo nombre de la isla (un verdadero engaño, en mi opinión), atrajo la atención de centenares, miles de refugiados que huían de guerras recientes en el continente asiático. Precarias barcazas con indonesios, vietnamitas e incluso algunos afganos han arribado en números cada vez mayores a sus costas. Y uno pensaría que siendo la Isla de Navidad, los refugiados encontrarían un edén donde recuperarse de la guerra. Pero cayó que el gobierno australiano aprobó una ley (exclusiva en esta isla y no aplicable al resto de Australia) durante el gobierno de John Howard que facilitaba la expulsión de inmigrantes ilegales con el menor papeleo posible.
Entonces la isla es australiana pero sus habitantes son chinos e indonesios. Y no es una isla acogedora como la santa Navidad sino todo lo contario.
Los cangrejos viven en las montañas
Que suena a cachondeo pero es verdad. Uno tiende a pensar que los cangrejos son criaturas de mar que rascan la sal de las rocas y demás, pero en la Isla de Navidad todo funciona del revés y los cangrejos viven en las zonas montañosas. ¿Por qué? ¡Pues para llevar la contraria, por qué iba a ser! Una vez al año se monta un pifostio de calzones en las carreteras de la isla. Es cuando los cangrejos descienden de las zonas montañosas y se dirigen a la costa para dar a luz a sus crías y dejar que crezcan antes de que el instinto enrevesado empuje a sus crías ya crecidas de vuelta a las montañas. Durante estas fechas es habitual ver unos cuantos cangrejos espachurrados en la carretera, pobres bestias. Son como los salmones, como las anguilas, solo que en este caso son cangrejos de un color muy rojo como fosforito que se convierten en una enorme ola que sube y baja con pasos decrépitos la montaña.
Y para más inri, uno de los mayores enemigos del cangrejo de la Isla de Navidad son las hormigas locas. Como para no enloquecer en esta isla....
No solo no nieva, sino que tampoco se celebra la Navidad
Cualquiera diría que el tal Mynors desembarcó el 28 de diciembre y quiso gastar una broma inolvidable al mundo entero. Eso, o que navegaba con su hijo y quiso darle una lección sobre aquello de que las apariencias engañan. Ocurre que la amplia diversidad de culturas reunidas en el ínfimo espacio de la isla promueven la celebración de fiestas de lo más variadas: el año nuevo Chino, el Festival de Primavera, el Chap Goh Meh, el Festival Qingming, el Festival Zhong Yuan, el Hari Raya musulmán.... La mayoría budista de la población local impide una celebración propiamente dicha de la Navidad (una festividad cristiana). Algún cristiano habrá que celebre el nacimiento de Jesús en la soledad del hogar pero lo que se dice cabalgatas y viejos barrigudos descolgándose de la chimeneas (y qué chimeneas habrá, si en diciembre las temperaturas alcanzan los 33 grados...), lo que se dice luces de Navidad como las de Soria, pues de eso no hay en la Isla de Navidad. Si eres de los que no disfruta de la Navidad, entonces no dudes a la hora de elegir tu destino vacacional el año que viene: sin duda alguna: la Isla de Navidad es el mejor lugar para no celebrar la Navidad.
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