Ucrania
El sentimiento anti-ucraniano que alimenta el conflicto en el Este
Desde hace siglos, diferentes países del Este e incluso los propios ucranianos han alimentado una serie de conductas racistas que perjudican enormemente el futuro de Ucrania
Sería estúpido pensar que el gas es el único aliciente de un conflicto en Ucrania. O la injerencia de la OTAN. O las temeridades diplomáticas de Biden y Putin. Los conflictos armados precisan siempre de un apoyo social, un bagaje cultural que se complemente con el resto de intereses. Los líderes de las potencias implicadas no podrían movilizar a sus poblaciones de millones de habitantes, ni podrían pedir el exorbitado costo económico de una movilización militar, tampoco podrían exigir el sacrificio de los caídos, si no introdujesen en la ecuación del conflicto este factor sociocultural. Hitler apeló a la superioridad de la raza aria para agenciarse el Lebensraum, Julio César atacó las Galias bajo el pretexto de una guerra defensiva, incluso el escandaloso asesinato del Archiduque Francisco en Sarajevo fue crucial para calentar los ánimos populares y empujar a Europa a la Primera Guerra Mundial. En ocasiones, la importancia del factor sociocultural incluso iguala a las motivaciones políticas y económicas de un conflicto. Los diferentes separatismos de corte violento que han ido saliendo a lo largo de la Historia (Casamance, Euskadi, Irlanda, Chechenia, Eslovenia, Gaza...) refuerzan esta idea.
Hoy no hablaremos del gas, de la OTAN, de la Unión Soviética, del Euromaidán, de Estados Unidos, de Putin y su creciente poder, ni de cualquier otro gran protagonista del conflicto ucraniano. Nos centraremos exclusivamente en el factor sociocultural del conflicto, para comprender un poquito mejor lo que realmente ocurre. Vamos a profundizar en el poco conocido (por los españoles) sentimiento anti-ucraniano.
Empieza por el idioma
Como su propio nombre indica, el sentimiento anti-ucraniano se trata de un movimiento sociocultural que ataca directamente las bases étnicas de Ucrania. Tacha al ucraniano de antisemita, traidor y astuto, dice que el ucraniano solo come saló (cerdo salado) y que su idioma no es nada más que una derivación rota del ruso. En ocasiones, incluso llega a negarse la existencia de una nacionalidad ucraniana. Élites rusas, nacionalistas polacos o los propios ucranianos son los percusores de este sentimiento anti-ucraniano, que en ciertos aspectos posee una dinámica similar a la Leyenda Negra española.
Hace falta remontarse a varios siglos atrás para comprender este odioso movimiento. Cuando las hordas mongolas se retiraron del territorio ucraniano tras más de un siglo de ocupación, fue el turno de Polonia y de Lituania para hacerse con el control y dividir la región en dos. Fue un acuerdo sencillo, práctico, provechoso para ambas partes. Pero la zona lituana fue rápidamente anexionada por el Imperio austrohúngaro, mientras la zona polaca fue tomada por Rusia en pocas décadas. Podemos decir que fue entonces, cuando Rusia se anexionó el sur de Ucrania en 1720, que se dio el primer paso que 300 años después amenaza con provocar un conflicto a las puertas de Europa. Porque la Rusia zarista jamás conquistó Ucrania, nunca envió a sus ejércitos a bombardear las ciudades principales ni quemaron ningún campo de cosechas. Rusia nunca funcionó así. Rusia siempre prefiere anexionarse países antes que conquistarlos, y esto es un hecho histórico.
Como ocurrió en Bielorrusia, en Kazajistán o en Georgia, un enorme contingente de inmigrantes rusos se introdujeron paulatinamente en el sur ucraniano durante los últimos años de la Edad Moderna, hasta que, llegados a 1720, la población rusa en Ucrania había alcanzado tales proporciones que el mismísimo Pedro I de Rusia promulgó un decreto que limitaba el uso institucional del idioma ucraniano. Los sucesivos zares propiciaron movimientos de rusificación en Ucrania y finalmente, en 1876, el zar Alejandro II de Rusia promulgó un edicto conocido como Ukaz de Ems, que básicamente prohibía el uso del ucraniano en cualquier ámbito, público o privado.
La idea de que el ucraniano es una lengua rota del ruso se afianzó entonces, y debemos comprender el terrible impacto que tiene en una nación la ilegalización de su propio idioma. Por supuesto que nacieron movimientos en pro de la recuperación de la lengua ucraniana, entre los que destaca el esfuerzo del movimiento bolchevique Korenización (traducido como “nativización”), pero la instauración de Ucrania como República Socialista Soviética y la promulgación del ruso como idioma oficial de la URSS suprimió cualquier intento por rescatar el ucraniano. Entonces comenzó un lento y sufrido proceso que se aprovecharía de la creciente debilidad de la URSS para reimplantar, muy poco a poco, el idioma legítimo de la sociedad ucraniana. Por cada escalón que descendía la Unión Soviética en el panorama internacional, el idioma ucraniano subía un escalón. Hoy existen cerca de 6 millones de ucranianos cuya lengua principal es el ruso, el ruso todavía es la lengua cooficial en algunas regiones ucranianas y las televisiones y radios nacionales comunican en ambos idiomas en la misma medida.
Sigue por las conquistas
Mientras que fueron los rusos los encargados de reducir a los ucranianos en materias lingüísticas, en un ataque directo a su cultura que todavía hoy persiste, los polacos fueron los causantes de añadir nuevas descripciones a la lista de sentimientos anti-ucranianos. La razón es sencilla. Polonia ocupó importantes zonas de Ucrania en dos ocasiones: desde 1569 hasta 1720 y desde 1921 hasta 1939. Polonia ocupó Ucrania durante casi 170 años. Parece lógico que tuvo que tener alguna consecuencia. Aunque las relaciones entre Ucrania y Polonia han mejorado enormemente en las últimas décadas, especialmente tras la firma en 1992 del Tratado interestatal de Buena Vecindad, Relaciones Amistosas y Cooperación, mediante el cual ambas potencias se comprometían a no hacer ningún tipo de reclamo territorial al otro, todavía existen grupos polacos nacionalistas que no ven con buenos ojos al ucraniano.
Mientras el ejecutivo polaco se ha convertido en las últimas semanas en uno de los mayores aliados de Ucrania contra Rusia (en parte debido a los intereses económicos y a la preocupación creciente en el Este sobre un avance ruso), ya se avisó de que el factor sociocultural no siempre camina de la mano de la política, en cuanto a conflictos se refiere. Así, entre los polacos todavía quedan quienes consideran a los ucranianos como una raza inferior, una raza de sirvientes, debido a que Ucrania perteneció a Polonia durante décadas. Los hay que llaman traidores a los ucranianos, acusándolos de colaborar con el régimen nazi en la década de los cuarenta. Los llaman antisemitas, ya que muchos judíos polacos fueron llevados a campos de exterminio ucranianos. Hacen burla de ellos y de su alimentación en colaboración con otros movimientos nacionalistas de la región.
Atención al dato y que no haya errores: la postura oficial de Polonia es la de un estrecho aliado de Ucrania. Pero a lo largo de los últimos siglos, las artes, sociedades e ideales polacos han contribuido de forma casi inexorable a convertir a los ucranianos en una etnia apestada en la región. Un sentimiento anti-ucraniano que todavía hoy pervive en ciertas capas sociales.
Y termina en Ucrania
¿En qué se parecen la Leyenda Negra española y el sentimiento anti-ucraniano? En que ambos sobreviven gracias a los propios afectados. Igual que hoy encontramos a españoles que critican nuestro propio legado histórico, parece que algo similar ocurre en Ucrania. Esto se debe al conjunto de etnias que conforman el territorio ucraniano: descendientes de latinos, godos, turcos (tártaros de Crimea) y mongoles en su minoría; eslavos (cosacos, rusos, búlgaros o hunos) en su mayoría. En definitiva se tratan de eslavos ucranianos y rusos en su mayoría, junto con minorías tártaras. Pero ellos mismos tampoco consideran iguales a los ucranianos “de verdad” que habitan el centro del país, que a los ucranianos “de mentirijillas” enormemente influenciados por su proximidad a Polonia o que a los ucranianos “rusos” asentados en algunas zonas del sur.
Son los propios ucranianos del centro quienes tachan de traidores a los ucranianos del sur y del norte, mientras que los ucranianos del sur que desean la adhesión a Rusia colaboran con la propaganda rusa anti-ucraniana que se ha intensificado a lo largo de los últimos años, especialmente en cuestiones lingüísticas y territoriales. En definitiva: rusos, polacos, bielorrusos e incluso los propios ucranianos participan en el sentimiento anti-ucraniano que es de una importancia vital para comprender el trasfondo sociocultural del conflicto actual. De la misma manera que este sentimiento alimenta, con la misma fiabilidad que el gas, el reciente deterioro de la difícil situación a las puertas de Europa.
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