Enoturismo
Madrid, tierra de bodegas y buenos vinos
La región madrileña propone disfrutar de rutas enoturísticas ideales para realizar en pareja, en familia o con amigos
Es ahora, en pleno otoño, cuando los aromas de la tierra y los viñedos despiertan de forma especial el deseo de una escapada enoturística; independientemente de que se sea amante del vino o no, experimentar esta forma de viajar es muy recomendable, al menos, una vez en la vida.
En esta ocasión proponemos Madrid, y es que la historia refleja que la Comunidad de Madrid es una extraordinaria tierra de viñedos, lo que la convierte en un destino ideal y único de enoturismo. Comencemos con lo que quizás sea el alma de los viñedos madrileños, el lema del primer escudo de Madrid en el siglo XII: «Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y blasón». La importante tradición viticultora en esta comunidad se desvela en esas palabras, y es que, profundamente ligada al agua, su subsuelo siempre ha sido, y sigue siendo, perfecto para el cultivo de uvas.
Las primeras noticias contrastadas del cultivo de la vid en la provincia de Madrid datan del siglo XII y se relacionan con el Monasterio de San Martín de Valdeiglesias, cuyas ruinas aún subsisten. Por otro lado, el prestigio de los vinos de Madrid, ya allá por el siglo XV, fue recogido en obras de ilustres escritores, como el Arcipreste de Hita, Jorge Manrique, Francisco de Rojas, Juan Ruiz de Alarcón, Lope de Vega y hasta el mismísimo Cervantes. Pero no solo es en la literatura donde aparece mencionada la exquisitez del vino madrileño, Juan Sorapán de Rieros, médico del siglo XVII y autor del libro Medicina Española, lo considera «el mejor remedio contra la melancolía».
Podríamos mencionar otros muchos datos que hacen referencia a la importancia vitivinícola de Madrid en el mundo, son incontables. Si tuviéramos que elegir uno reciente para compensar la antigüedad de los anteriormente expuestos, sería que en 1990 se creó la denominación de origen «Vinos de Madrid», que consta ya con 52 bodegas asociadas.
Continuemos con motivos que la posicionan en la lista de todo amante del vino, de la historia y de la cultura que se precie. Visitar sus centenarias bodegas, disfrutar de la belleza y variedad de sus paisajes, y entre las más auténticas, sentir agradables sensaciones y vivencias gracias a la multitud de experiencias que ofrece alrededor del fascinante mundo del vino. Daremos, ahora, unas breves pinceladas a las cuatro zonas vitivinícolas de la región: San Martín de Valdeiglesias, Navalcarnero, Arganda y El Molar.
Las cuatro zonas vitivinícolas y las Rutas del Vino de Madrid
Si las nombramos de mayor a menor número de municipios que las conforman, tendríamos que empezar por Arganda. Comprende 30 localidades y 28 bodegas adscritas a la anteriormente citada denominación de origen. Se caracteriza por sus frescos vinos blancos, de baja graduación y deliciosamente afrutados con intenso aroma. Le sigue Navalcarnero con 19 municipios y 5 bodegas adscritas a la D.O Entre sus vinos cabe resaltar el rosado, caracterizado por su intensidad aromática, de graduación media y con bellos colores rosa fresa, sabor afrutado y suave paladar. En tercer lugar, estaría San Martín de Valdeiglesias, formada por 9 municipios y 12 bodegas inscritas en la D.O.; sus vinos rosados y tintos son fundamentalmente jóvenes, sabrosos, afrutados y potentes. Por último, El Molar, conformada por 11 municipios, es la única zona que se encuentra en el área norte de Madrid y cuenta con una bodega adscrita a la D.O. En esta tierra, las condiciones climatológicas, la altura y el terreno de granito y de pizarra hacen que sus uvas tengan unas características especiales y únicas.
Lo cierto es que los vinos en la comunidad madrileña tienen tanto peso que existen seis rutas preestablecidas de itinerarios emblemáticos muy interesantes, y que son conocidas como las Rutas del Vino en Madrid. Sus recorridos abarcan desde la llegada del Imperio Romano a los valles de las iglesias y el legado del Císter, pasando por el Tajo y los vinos de la Orden de Santiago, el Camino de Reyes, las Escenas y las Crónicas de Francisco de Goya y los tiempos del ferrocarril. A lo largo de estas rutas, las más de 20 bodegas incluidas, abren sus puertas a todos aquellos interesados en conocer los secretos mejor guardados de los viñedos madrileños y disfrutar de la calidad, hospitalidad y buen hacer de los bodegueros, además de ofrecer servicios complementarios, como paseos por los viñedos, catas o, entre otros, talleres sobre el mundo del vino.
Y en cualquier viaje enoturístico por la región madrileña no podemos dejar atrás los espectaculares paisajes del vino madrileños que, configurados por los viñedos, trasladan a un pasado de tradiciones, ya que son fruto del trabajo desde hace siglos de los agricultores. Llegados a este punto, y por todo lo expuesto, nos atrevemos a afirmar que el otoño, viajar, Madrid y enoturismo forman, al unirse, una tentación irresistible.
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