Alojamientos

Cielo, árboles y una mastina yogui arropados por Sierra Morena

Las Navezuelas regala al viajero más de 150 hectáreas rodeadas de naturaleza para desconectar

Cielo, árboles y una mastina yogui arropados por Sierra Morena
Vista de Las NavezuelasLa Razón

Apoyada sobre los chinos de la entrada, al cobijo de la sombra del arco, Berta duerme, sin tener en cuenta lo que sucede alrededor. En la distancia, uno piensa en un león de los que te asaltan por la tele cuando cae la tarde. Las patas robustas con poderosas pezuñas, el pelo ensortijado en una melena rubia y un enorme rabo que a los pocos metros se convierte en la cola de una mastina. En Berta reside toda la sabiduría de un viejo maestro, de un gurú que entiende que nada es tan importante como para turbar la paz de tu sueño, que ya encontró el misterio de la vida. Para los que la conocemos, es el símbolo de Las Navezuelas; un territorio paradisíaco en las cercanías de Cazalla de la Sierra (Sevilla) que acoge a viajeros de toda España para ofrecerles naturaleza, tranquilidad y un enorme, gigante, cielo azul donde lanzar como dardos los problemas que genera la vida cotidiana.

Nada más bajar del coche asombra el tamaño, pues la finca la componen 150 hectáreas en pleno corazón del Parque Natural de Sierra Morena a 75 kilómetros de Sevilla dedicada a la explotación agrícola y al turismo. Fue a comienzos de los 80 cuando Luca y Mariló se pusieron manos a la obra para rescatar un antiguo molino ruinoso del siglo XVII que dos siglos antes ya funcionaba como lagar para la creación de vinos. Tras muchas vicisitudes, abrió en 1992 para ofrecer al huésped una opción diferente. Aunque no falta ni uno de los servicios que se esperan al llegar a una recepción, aquí el protagonismo lo toman la fauna y la flora. Dehesas con alcornoques, olivos, árboles frutales, cipreses donde anidan los gorriones y jilgueros van acogiendo al viajero mientras la vista se acostumbra a la inmensidad de un paisaje dominado por la sierra, desde un lugar pionero en la autogestión ambiental.

El complejo se divide en varios edificios de arquitectura andaluza por los que se reparten 32 habitaciones. Apartamentos, suites y estudios donde la sencillez se adapta a una elegancia serena. Los techos altísimos son sostenidos por redondas vigas de madera que salen de gordas paredes blancas por las que se cuela la luz a lo largo del día. En Las Navezuelas el tiempo se diluye mágicamente sin mirar el reloj. Es la luz solar y el sonido de la naturaleza, según la estación, los que indican la hora de despertar o dormir.

Independientemente del frío o calor que haga, la piscina de 12 metros se convierte en un lugar donde huir del calor o en un mirador para ver pasar los buitres de una cumbre a otra de las montañas y alguna estrella fugaz en las noches del estío. También del momento del año dependerá el servicio de cocina, con almuerzos en época de calor y cenas cuando el frío aprieta, aunque el desayuno siempre espera desde bien temprano, preparado con mimo y con mermeladas elaboradas con fruta propia. Y aunque hay mucho que hacer en sus alrededores, dejarse llevar por la amabilidad de Luca y Mariló, mecerse en el abrigo de la naturaleza y dormir despreocupados sin importar la hora como nos enseña Berta quizás sea lo más sensato en este trozo del paraíso.