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Raaya by Atmosphere, el paraíso de la desconexión en Maldivas

Un hotel de ensueño en el que necesitas más horas al día para disfrutar, 24 no son suficientes. Un destino paradisíaco de aguas turquesa y arena blanca en el que el tiempo se detiene y la mente descansa

RAAYA by Atmosphere
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La simplicidad de la perfección es la esencia del lujo. Y Raaya by Atmosphere representa el concepto moderno del glamur contenido, sin ostentación, opulencia o exceso. Todo parece en su sitio y tiene la justa medida. No hay sorpresas inesperadas y lo que uno espera es lo que se encuentra. Un hotel en una de las islas del atolón que lleva el mismo nombre y que forma parte de los 29 que integran Maldivas. Pero no se tiene la sensación de estar perdido en mitad del Índico, sino que el Índico es el que se pierde contigo.

Llegas y te unes al turquesa de las aguas, al blanco de la arena, a la jungla que te protege, al descanso. A uno mismo. Si alguien se pregunta cómo es redefinir el lujo, la respuesta es Raaya by Atmosphere, una combinación de exotismo y compromiso con el entorno que le deja a uno la conciencia tranquila.

RAAYA by Atmosphere
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Y que la distancia cartográfica no asuste al deseo. Maldivas está lejos, sí. Pero no tanto como parece. La jornada de trayecto se hace larga, pero la espera merece la pena. A los cinco minutos de la llegada –con una ceremonia de bienvenida a golpe de timbal, mano en el pecho y con el poderoso influjo de una sonrisa sincera– el cansancio se olvida, las preocupaciones quedan lejos y la calma gana al desasosiego. Una vez instalado en una de las 167 villas que jalonan el perímetro de un atolón protegido por la naturaleza verde y rodeado de playa y océano, solo queda disfrutar. A disposición hay opciones gastronómicas variadas, que combinan la cocina tradicional local con la cocina internacional. El paladar no se siente lejos de casa, se coloca en modo gusto y disfruta.

Apostar por Maldivas como destino suena a sueño inalcanzable, a película alemana de los sábados por la tarde, a viaje de bodas, a aventura para la que se debe ahorrar toda una vida. Pero el anhelo no es inalcanzable. El sueño está más cerca de lo que uno se cree. Ahorrar hay que ahorrar, pero los gastos no son lo que a priori parecen. Con el Raaya Plan no es necesario disponer de un presupuesto extraordinario para completar unas vacaciones para recordar. El traslado en hidroavión, las excursiones programadas, los tratamientos de spa, los cursillos de pintura o manualidades, cualquiera de los servicios adicionales exclusivos y complementos están cubiertos. Un concepto integral del plan de vacaciones en el que lo importante es que uno se olvide de todo, no se preocupe de nada, y disfrute lo que pueda y hasta donde pueda, sin límite por arriba y por abajo. Desconexión total.

Actividades
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Villa
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Y todo con un paraguas de actividades enfocadas a un nuevo concepto vacacional que se podría denominar «huésped sin preocupaciones», que le permitirá combinar descanso y actividad al gusto, disfrutando a la vez una de las cocinas más singulares del mundo, terapias de bienestar, experiencias en mar «bailando» junto a miles de peces de todos los colores, noches temáticas, actividades deportivas, juegos, sin descartar el factor sorpresa, desde una fiesta de ambiente setentero hasta una reunión ibicenca en mitad del océano Índico.

Pero no hay disfrute con el estómago vacío. El ocio, el sosiego y la tregua a la vida profesional y al estrés también dan hambre. Y nada mejor que Raaya Life para disfrutar de un buffet variado de cocina asiática, europea y maldiva –mezclar estilos al gusto es la mejor opción–, con «estaciones» en las que atentos cocineros preparan en el acto cualquier petición al gusto que uno desea. Asalte la barra de ensaladas y exhíbase en la de postres, sobre los que uno repite y repite sin freno, por lo que no se descarta que cuando se retorne a casa el cinturón esté más apretado de lo necesario –e incluso se pierda algún agujero por el camino– y se atisbe alguna curva de más. Que le quiten lo «bailao».

Buffet
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Pero esta parada gastronómica no es la única del día. El bar SOAQ, junto a la piscina, ofrece cócteles refrescantes, diversos aperitivos y un punto de relajación frente a la piscina infinita con vista panorámica del océano turquesa. Una parada obligatoria al menos una vez al día, para tomar asiento y disfrutar de un ambiente cálido y acogedor, en el que siempre se sentirá atendido con una amabilidad que ya se echa de menos.

Si lo que quiere es disfrutar de un catálogo casi inagotable de bebidas heladas, batidos y comidas ligeras en un entorno de playa con aire surfista su sitio está en el Seb’s Shack. Y de remate en el Hedhikaa, para picar, refrigerarse con un catálogo de bebidas casi inagotable y unos entrantes deliciosos para rematar a la dieta. En fin, un paraíso de la desconexión en el que el día se queda corto, no se mira el reloj ni recuerdas tus males.