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Viena, la Escuela Española de Equitación

Sala barroca de los espectáculos ecuestres
Sala barroca de los espectáculos ecuestreslarazon

Dicen que no se conoce realmente una ciudad hasta que no se descubren sus tradiciones y se visitan las instituciones que las representan. En Viena, los más de 450 años de existencia de La Escuela Española de Equitación la han convertido en símbolo internacional de su cultura por ser la única del mundo que mantiene sin cambios –desde el Renacimiento– el arte ecuestre clásico. Por ello, su tour guiado por sus instalaciones muestra algo más que su historia, pues desvela valores que han forjado el espíritu de la capital austriaca a través de personas que tuvieron un papel importante en el curso de los acontecimientos de sus casi cinco siglos.

La razón de su nombre

La escuela nació en el siglo XVI cuando el archiduque Fernando I de Habsburgo, hermano de Carlos I de España, trajo a Austria caballos españoles y adiestradores de la misma nacionalidad que fueron el germen y razón del nombre con el que se fundó la Spanische Hofreitschule, en 1565. La institución es más antigua que el edificio que la alberga –mandado construir por Carlos VI entre 1729 y 1735–, el cual forma parte de las grandes instalaciones del Palacio de Hofburg. El conjunto se compone de una majestuosa sala barroca de invierno, considerada uno de los más bellos picaderos del mundo, y una pista ecuestre de verano en un recóndito patio interior del conjunto palaciego. Las caballerizas se encuentran en el ala más antigua de Hofburg, en el edificio renacentista de Stallburg.

Declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

El arte y la práctica tradicionales de la escuela componen un fuerte sentimiento de identidad y permiten salvaguardar conocimientos y técnicas ancestrales vinculadas a la cría caballar, por ello, en 2015 fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La forma de doma conlleva un proceso de adiestramiento para el jinete y el caballo tan meticuloso que puede durar entre 10 y 12 años, tras el cual, ambos se funden en una unidad inseparable.

Hoy día, a pesar de mantener el nombre de Escuela Española de Equitación, los caballos pertenecen a una raza creada por la propia escuela, mezcla de sangres andaluza, árabe y napolitana: los lipizanos. Estos animales nacen con un pelaje oscuro que se vuelve blanco con los años y se caracterizan por poseer una memoria extraordinaria, lo que los convierte, tras un largo y complejo entrenamiento, en sementales de inigualable belleza y elegancia en sus movimientos.

El ballet de los lipizanos es indescriptible. Acompañados de música clásica, sus esbeltos y fibrosos cuerpos se tornan en expresión de sentimiento con sus saltos, piruetas, piaffes y passages. El espectador, fascinado, percibe que está siendo testigo de algo único.

Actualmente las instalaciones albergan unos setenta caballos, aunque sus cuadras tienen capacidad para más de ochenta. Por otro lado, veinticinco jinetes –de los cuales dieciséis aún son aprendices– se encargan de los ejercicios y espectáculos, y solo cuatro, los de más experiencia, son aquellos que toman las decisiones de las rutinas diarias.

Los jinetes

Durante los primeros años no solo aprenden cómo preparar adecuadamente a los caballos, sino el manejo correcto de todo el equipo. Sillas, bridas... todo debe limpiarse, guardarse con cuidado y usarse correctamente. Las clases de historia y tradición del método de enseñanza también forman parte del programa de estudios. Los años de aprendizaje, por su duración y dificultad hacen que muchos alumnos abandonen antes de finalizar. Solo quedan los mejores. Hombres y mujeres de complexión delgada y atlética –estatura en torno a 1,70 metros–, con aptitudes creativas, educación escolar completa y, aunque pueden pertenecer a cualquier nacionalidad, deben de dominar el idioma alemán. Como dato a tener en cuenta, fue el 9 de septiembre de 2008, cuando la escuela contrató por vez primera a dos mujeres para su formación. En 2016, Hamnah Zeitlhofer, alcanzó la titulación de jinete.

La leyenda

Como se ha indicado al principio del artículo, la historia de una tradición es la historia de todos aquellos que iniciaron o participaron en afianzar esa costumbre. Según referencias de antiguos textos, la emperatriz Sisi era una asidua de la escuela y, aunque nunca montó un lizipano cabalgaba por la hermosa sala barroca tanto a la amazona como a horcajadas sobre caballos de su propiedad, fomentando la equitación para las mujeres del resto de Europa. Sea cierto o no, de lo que no hay duda, es de que Isabel de Baviera, Sisi, recorrió estas instalaciones y se deleitó con los mismos espectáculos que hoy día la escuela ofrece a los visitantes para que no se pierda la tradición ecuestre vienesa.

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