Tribuna
Las monedas de Tomares como símbolo
Caía la tarde el 27 de abril de 2016 cuando trascendió que las rutinarias tareas en las obras de canalizaciones de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir en el Parque del Zaudín del sevillano municipio de Tomares se habían visto interrumpidas por un hallazgo sin precedentes. Según contaron los propios trabajadores, cuando la pala entró en la tierra chocó, a apenas un metro de la superficie, con un objeto que no podían identificar a simple vista. Al bajarse de la retroexcavadora, el maquinista encontró un ánfora que vomitaba centenares de monedas. Perplejo, a sus gritos de «¡un tesoro! ¡un tesoro!», acudieron dos trabajadores más que estaban unos 30 metros por delante metiendo tuberías en una arqueta. ¿Qué hacer en una situación como esa?
A la sorpresa y desconcierto iniciales, siguió la oportuna llamada a la Guardia Civil, quien llamó a su vez a los interlocutores habituales en la Dirección General de Patrimonio de la Junta por asuntos de expolios y ellos, a su vez, a los responsables del Museo Arqueológico de Sevilla. El protocolo mandaba que era el museo, de titularidad estatal pero de gestión autonómica, era el competente para la salvaguarda y tutela en materia de patrimonio histórico. Me cuentan que esas horas iniciales fueron complicadas de gestionar, sobre todo, porque en primer lugar había que evitar de todas las maneras posibles el robo de piezas del tesoro, un total de 600 kilos de monedas de bronce y plata del IV después de Cristo, según los cálculos de los expertos. En segundo lugar, por parte de la Junta había que enarbolar la Ley de Patrimonio Histórico de forma cristalina para que las monedas se custodiaran sin lugar a las dubitaciones en el museo autonómico y no en dependencias municipales, aunque el hallazgo hubiera tenido lugar en Tomares, por otra parte, el municipio con las cuentas más saneadas de todo el Aljarafe. Un tesoro es un tesoro y. cuando medios de todo el mundo se interesaron por este descubrimiento, había que rentabilizarlo por todas las vías posibles, aunque también hubiera que gestionar el asuntillo de los descubridores que, como tales, reclamaban el premio por el descubrimiento (en un proceso que aún colea en los tribunales).
Por entonces, el alcalde era, y sigue siendo, José Luis Sanz, un político de la mesa camilla de Javier Arenas, de exquisito trato (nada parecido a la vociferante chavalería pepera que ha tomado el poder) al que boicotearon su ascenso a la presidencia del PP andaluz con una acusación por un supuesto delito de prevaricación en la adjudicación de un contrato. Finalmente fue Juan Manuel Moreno Bonilla, entonces un inopinado Secretario de Estado a las órdenes de la inefable Ana Mato, el elegido por Rajoy hace seis años para la sucesión en la presidencia del PP andaluz, tras la poca fortuna de Zoido en esta tarea. A Moreno Bonilla le tocaba medirse contra Susana Díaz y ya sabemos la fortuna que tuvo en las diferentes convocatorias electorales… hasta que el milagro de Vox facilitó, hace ahora un año, que llegara al trono de San Telmo. Todavía no se lo cree.
A los meses, el Supremo archivó la denuncia contra Sanz. Pero nunca se supo si fue una operación orquestada desde dentro de su partido. Pero no estábamos aquí para hablar de las cuitas del PP sino de la elegancia con la que Sanz trabajó con la Junta de Andalucía de aquel momento, en la que Rosa Aguilar era la consejera de Cultura. El alcalde popular asumió que el espacio donde debían reposar esas monedas era el museo de la Plaza de América pese a su deseo, legítimo, de llevarse algunas pecunias a su Ayuntamiento. Eso nunca ocurrió. Y aunque han sido varias las ocasiones en las que el regidor popular ha aprovechado para reclamar esa petición, lo cierto es que han pasado casi cuatro años desde el hallazgo y Tomares no ha podido rentabilizar su tesoro.
Hasta ahora. Se da la circunstancia de que hoy la Consejera de Cultura es Patricia del Pozo, también de la máxima confianza de Arenas, y que el Museo Arqueológico de Sevilla ha cerrado sus puertas para acometer unas obras de rehabilitación (desbloqueadas por el ya ex ministro de Cultura, José Guirao, un verdadero hombre de la cultura sustituido por un nadie cuyo logro, al parecer, es encestar desde la mitad de la cancha) sin fecha de finalización porque ni siquiera han empezado.
Sanz, que disfruta de su tercer mandato como alcalde, con dos mayorías absolutas consecutivas y que mantiene la derecha unida sin que en su Ayuntamiento haya presencia de Vox (he aquí el ejemplo a seguir), siente que es el momento de tocar con sus manos el tesoro, toda vez que le negaron en su día acariciar otro tesoro, el de presidir el PP andaluz y, quién sabe, el Gobierno de Andalucía. Y es por eso que Tomares pretende, con una inversión de 25 millones de euros, habilitar la Hacienda Montefuerte como sede del museo municipal para que, en un futuro se exhiba allí un puñado de esas monedas como símbolo. Podrían guardar el mismo significado que aquellas 30 monedas por las que Judas vendió a Jesucristo. Recuerden que en el Evangelio está escrito que el hijo de Dios resucitó.
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