Tribuna
Estrés en febrero
El personaje del Selu en el Carnaval padece ansiedad laboral; hay más tipos de estreses...
«Yo estoy haciendo una campaña / En contra de las redes sociales / Porque es que el futuro asusta / Se lo he dicho a mis amigos / Y he tenio tres mil me gusta». Los carnavaleros que anden leyendo estas líneas (¿hay alguien ahí?) sabrán bien que estos versos no los firmo yo, pese a mi conocido dominio de la rima consonante. Corresponden al pasodoble Móvil, una de las más desternillantes letras de «Estrés por cuatro» con la que, un febrero más, el Selu ha vuelto a demostrar que sus chirigotas han hecho más por la vertebración de Andalucía que todas las campañas juntas para el 28F financiadas con su dinero y el mío.
Y decimos que vertebra porque desde Pulpí a Encinasola usted puede encontrar a un paisano que, al menos, recuerde a alguno de los personajes que nos ha presentado José Luis García Cossio sobre las tablas del Falla a lo largo de estos 30 años: los enteraos, los borrachos, las marujas, las pepis, los lacios, los calzonazos…
Este Carnaval, el chirigotero por antonomasia (en ausencia del llorado Manolito Santander y con El Yuyu en otros menesteres) ha dado un paso más y ha echado mano de un tipo que trasciende fronteras y describe el mal que aqueja al mundo (y no es el coronavirus), hablo del estrés.
En el caso imaginado por el Selu, el estresado de marras es un señor harto del papeleo del Ayuntamiento, el autónomo asaeteado a impuestos, el padre del niño que se pone pringando de ketchup en el McDonalds, el desgraciado que se queda sin bombona justo cuando está dentro de la ducha y el clásico soluciona–todo pegado a un móvil que no para de sonar mientras sueña con un tipo de vida tranquila que nunca llega. El tipo se quita el estrés explotando las burbujitas del plástico de embalar. ¿Se reconoce? Menos en lo del niño, firmo un pleno.
Según un estudio de Cigna Corporation, en España el 71% de los encuestados reconoce sufrir estrés. La media mundial es del 84%. Hay motivos para el optimismo todavía en nuestro país. Este mismo informe revela que el 72% de los españoles afirma que la compañía en la que trabaja no le proporciona programas de salud y bienestar en las empresas (la media mundial es del 54%), políticas no sólo centradas en lo físico, que es lo habitual, sino también en la salud mental. Es decir, en las empresas, con frecuencia, nos dan la turra con la higiene corporal y con el brillo de las pantallas del ordenador pero no nos dicen nada de cómo reaccionar a un jefe cabrón, un compañero escaqueador y ante ese compañero llorica que existe en todos los equipos de trabajo. Súmenle al estrés laboral, las miserias personales que todos arrastramos y dará como resultado un estupendo cuadro de ansiedad.
Con frecuencia, este tipo de situaciones se sobrellevan, las toleramos como el mal de nuestros días y nos conformamos con soñar con el día en que podamos vivir sin móvil y sin presiones. «Hasta que petas. Y yo peté. Tengo psicólogo semanal, me tomo un puré de pastillas diarias y me he quitado de todas las redes sociales un tiempo, estaba harta de tanta frasesita de Mr. Wonderful y esa obsesión por opinarlo todo, tenía los ojos secos de tanta pantalla». La confesión es de una compañera periodista que ha ejercido su profesión hasta hace unos meses con diligencia y vocación desmedidas. Estos días su medicina se llama Cádiz. «El Carnaval me quita las penas», confiesa mientras me enseña en su móvil un book de selfies con los grandes del febrero gaditano, los de ahora, como ese Martínez Ares que le tiene robado el corazón, y con los que ya no están, como ese Juan Carlos Aragón, al que estuvo llorando durante días. Como se recordará, el Capitán firmó para Los Yesterday un himno andaluz que hoy, 21 años después, se corea con más sentimiento que el oficial. «Los andaluces queremos/Volver a ser lo que fuimos/Lo que fuimos antiguamente/Pobrecitos y vasallos/Siervos de terratenientes/Y de chulos a caballo».
En estos días previos al 28F, se ha desatado otro tipo de estrés, diferente al que sufrimos en mayor o menor medida todos y que padece, como hemos dicho, el Selu este febrero. Me refiero al estrés andalucista. Resulta que este año todos los partidos –salvo Vox– agitan la bandera blanca y verde con un afán inusitado. Unos, los del PSOE, porque se apropiaron de ella sin rubor alguno pese a que durante años esquilmaron las arcas públicas para beneficio de sus propios intereses; otros, Teresa y sus anticapi, porque, aunque
lo envuelvan de nobles ideales, sacan a la calle la bandera como mero atrezzo, como el que lleva la del Ché o una foto de Frida Khalo. Y otros, los del PP y Ciudadanos, sencillamente han sacado su andalucismo de la chistera porque toca en este escenario de oposición al Gobierno socialcomunista que anda postrado al independentismo.
Llamo a esto andalucismo de temporá. Cuando la moda pase, el andalucismo, sea lo que sea eso, volverá a importar tanto como a las empresas la ansiedad de sus trabajadores.
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