Caso ERE

Fallece Francisco Javier Guerrero tras años a la sombra del “caso ERE”

El ex director general de Trabajo de la Junta, con dos condenas recurridas ante el Supremo, muere en su casa de Sevilla por «problemas respiratorios» que podrían deberse a un infarto

El ex director general de Trabajo del Gobierno andaluz Francisco Javier Guerrero
El ex director general de Trabajo del Gobierno andaluz Francisco Javier GuerreroLa Razón

«Se me fueron mis noches y mis días / en un sólo momento, / mis años ni pasaron ni existieron / mi vida no fue mía, / fue de otros, / fue tan sólo su sueño». Estos curiosos versos forman parte de un poemario que Francisco Javier Guerrero tituló «Cuando una noche llueva». Y durante una noche, la que ha transcurrido entre ayer y hoy, casi de madrugada, se le fue la vida en su domicilio de Sevilla, tras sufrir «problemas respiratorios», según han trasladado a LA RAZÓN fuentes de su entorno, que no descartan que fueran producto de una insuficiencia cardíaca, y después de que los sanitarios que acudieron no pudieran hacer nada para evitarlo.

En los últimos tiempos, el espacio del ex director general andaluz de Trabajo se había reducido en la ciudad a la avenida de la Buhaira, donde no era difícil verlo en algún bar, y a los alrededores de los juzgados sevillanos. El «caso ERE» le colocó un foco que soportaba «como podía», según confesó a este diario.

Guerrero, natural del municipio de El Pedroso del que fue alcalde, tenía 63 años, estaba jubilado y era abuelo de una nieta que le alegró los últimos meses. Añoraba como un latido otros tiempos. Aquéllos en los que se le consideró el solucionador de problemas del Gobierno autonómico, el que desde la Consejería de Empleo manejó, «a su antojo», según las partes contrarias de sus causas, más de 600 millones. Pero esa etapa quedaba ya lejos, ahumada por el Malboro maridado con gin tonic.

Luego se convirtió en el único de los investigados en el «macroproceso» de los ERE que fue enviado a prisión hasta en dos ocasiones por la instructora primigenia del caso, la jueza Mercedes Alaya, una en 2012 y otraen 2013. Era consciente de que tenía por delante un enrevesado futuro judicial, al tener piezas de los ERE pendientes, algún otro proceso abierto en el que estaba señalado, e investigaciones del Tribunal de Cuentas por resolverse.

Sí afrontó el juicio del bloque político de los ERE, el centrado en el llamado procedimientoespecífico por el que se repartieron las ayudas del Ejecutivo regional. Le impusieron una de las mayores condenas: siete años, 11 meses y un día de prisión por un delito de prevaricación en concurso medial con otro de malversación. Antes, la Audiencia de Sevilla ya le había impuesto otra pena de cinco años y nueve meses de cárcel por armar en su departamento «una estructura administrativa paralela» en la que se contrató a trabajadores de la empresa Umax Informática y Consultoría. Un «mazazo que no se esperaba», según reconocen desde su círculo de confianza.

En ambos casos, Guerrero había apuntado al Tribunal Supremo (TS), al no estar conforme con las sentencias, si bien éste no se había pronunciado aún. Peleó hasta el final. De hecho, en su recurso contra el «fallo político» de los ERE trasladó al TS que la Junta había destruido documentos. Sobre él planeó la posibilidad de que pudiera tirar de la manta. Si había de la que estirar, no lo hizo. Sus amigos, que aún tenía, insisten hoy en que además de un presunto delincuente fue hasta el final «buena persona», «empático» y «peculiar».

Del «fondo de reptiles», a las «criaturitas»

Sin quererlo, Francisco Javier Guerrero quedará ligado a algunos de los términos más repetidos vinculados al «caso ERE» como el «fondo de reptiles», que empleó en una declaración policial y del que luego huyó. Las «criaturitas» eran en su lenguaje quienes necesitaban las ayudas de la Junta y el «chófer de la coca», el que lo acusó de consumirla, aunque él siempre lo negó y llegó a afirmar en sede judicial que lo que tomó con él en alguna ocasión fue «una coca... cola». El cartel de «golfo» de los ERE tampoco le gustaba y le costó lidiar con él. Repetía que no todo lo contado era verdad y que la versión judicial de lo sucedido no contenía toda la real. Se ha ido con su verdad.