Cultura
Desde Chiclana a Callao y de Los Beatles a Lola Flores
El museo de Muñecas Marín en Chiclana repasa el sueño de un joven artista
Difícilmente llegó a imaginar el chiclanero José Marín Verdugo (1903-1984) que las muñecas que, siendo aún un chaval, fabricó y comenzó a vender en la Plaza Mayor de Madrid se iban a convertir en las grandes embajadoras de su pueblo, Chiclana, y, menos aún, de esa España de sol y playas que experimentó su primer gran «boom» turístico en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado.
Muñecas, primero de serrín y tela, que, tal y como señala su hijo Ernesto Marín, «estaban llenas de alma y vida» y con las que su padre tuvo el «atrevimiento» de ocupar un lugar destacado entre iconos tan internacionales como la paella; convirtiéndolas, de hecho, en uno de los grandes souvenires del destino.
Alma y vida que, más de un siglo después de que José Marín (1916) le dijese a sus padres, Dioniso Marín y Ana Verdugo, aquello de «quiero ser artista» (su gran sueño era ser pintor), han vuelto a tomar la capital de España (Plaza de Callao) para convertir a Muñecas Marín en protagonista destacado de un spot publicitario de una conocida marca de cerveza.
«Para nosotros, para toda la familia Marín Andrade, que Cruzcampo haya pensado en la obra de mi padre, en lo mucho que representa, para hacer un spot publicitario de esta envergadura y de la mano de tan destacados artistas es muy especial». «Es una forma», señala emocionado, «de rendir homenaje a su memoria y obra», algo que ya sucedió en su ciudad con la apertura del Museo Muñecas Marín.
«Son momentos», apunta Ernesto Marín, «en los que, aunque la fábrica, desgraciadamente, ya es pasado, te acuerdas de lo mucho que trabajaron mi padre y mi madre. A los que nosotros, sus hijos, nos unimos, especialmente mi hermana, Ana Marín Andrade. Entre todos, con el buen hacer de muchos trabajadores, llevamos Muñecas Marín y Chiclana a lo más alto».
Fama mundial
«No en vano», recuerda, «mi hermana Ana fue reconocida a nivel internacional como maestra muñequera», haciendo de sus creaciones piezas de coleccionismo. Y es que en Marín también se produjeron piezas como el clásico Sandeman (el hombre de la capa) o el famoso Curro, mascota oficial de la Exposición Universal de Sevilla de 1992.
«Mi padre, que ya a los 13 años le dijo a mis abuelos que quería ser artista, no pudo ser lo que el de verdad soñaba, pintor (cursó estudios de Bellas Artes en Cádiz), pero, lejos de tirar la toalla, decidió enfocar su faceta artística por la fabricación de unas muñecas que, como todo el mundo reconoce, son arte».
«Curioso», subraya, «que ese arte sea ahora puesto en valor en un lugar que se encuentra a muy pocos metros de donde mi padre comenzó a vender sus muñecas; un agradable guiño del destino».
Tal fue la dimensión que alcanzó Muñecas Marín como embajadora del destino España, que queda para el recuerdo aquella histórica jornada del 1 de julio 1965, cuando los Beatles, montera incluida, fueron obsequiados con una muñeca flamenca Marín nada más aterrizar en el entonces aeropuerto de Barajas.
Asimismo, esta embajadora de Chiclana tuvo el privilegio de «posar» con la actriz Shirley Temple, prodigio del cine y cuya estrella aún brilla en el Paseo de la Fama de Hollywood.
A su atractivo también han sucumbido a lo largo de los tiempos artistas de la talla de Lola Flores (con la que ahora se reencuentra), directores de cine como Eduardo Casanova, guionistas como Paco Tomás o personajes de la música y el show como Mario Vaquerizo y Alaska, para los que las muñecas Marín fueron y son artículos de culto.
Afortunadamente, la obra de José Marín Verdugo y su familia aún se puede admirar y disfrutar en el museo que el Ayuntamiento de Chiclana inauguró hace ahora tres años. Un espacio, elegante y perfectamente estructurado, en el que se dibujan las huellas de una marca, una fábrica y una persona y familia que son parte destacada de la historia de esa Chiclana de la Frontera creativa y emprendedora.
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