Sociedad

«Tatuaje de reparación» para enfermedades que dejan cicatrices

Mariló Fernández, pionera en España, destaca la «gran carga emocional» que supone para los tatuadores

El tatuaje genera un vínculo emocional con la persona
El tatuaje genera un vínculo emocional con la personaLa Razón

Hablar de tatuajes es hacerlo de la historia de la humanidad. Con raíces que se hunden en el Neolítico, su existencia ha estado durante siglos ligada a motivos místicos, religiosos y guerreros. «Malditos» no hace mucho (su imagen estaba asociada a presos y delincuentes), en los últimos años han sido elevados a los altares de la estética y la moda, convirtiéndose en iconos identitarios (amores, sueños, ídolos, creencias, pérdidas, recuerdos…) de aquellos que les han hecho un hueco en su piel.

Huecos que la tinta ha conquistado para, también, a través del llamado «tatuaje de reparación», desempeñar un papel terapéutico en personas con secuelas por intervenciones quirúrgicas, quemaduras, etc.

Un campo que va mucho más allá de lo estético y lo artístico, «es muy importante tener empatía y meterte en la piel de las personas», y del que Mariló Fernández fue pionera.

«Dicen que para implicarse en historias de este calado emocional hace falta un buen motivo. Y ese fue mi caso», explica. «Yo tenía una amiga que fue operada de mamas. A ella le gustaba mucho como yo pintaba, así que me pidió que la tatuase». «Lo cierto», recuerda, «es que en ese momento sentí mucho reparo. Aunque se trataba de un tatuaje, sentí una responsabilidad y una carga emocional que no tenía nada que ver con lo realizado hasta ese momento». «No obstante, su insistencia y las ganas de ayudarla» fue lo que «me llevó a dar el paso e introducirme en un mundo totalmente desconocido para mí, que, como era obligado, exigió como paso previo el asesoramiento médico». «Aquel tatuaje –ya todos sabemos cómo funcionan las redes hoy– fue el inicio de un bonito viaje, que a lo largo de estos años he ido compartiendo con mujeres, y también hombres, de toda España».

«La técnica del tatuaje de reparación», explica Mariló Fernández, «es mucho más profunda que la micropigmentación a nivel de trabajar en cicatrices. Requiere un mínimo de experiencia y técnica. De ahí que cualquier tatuador no se puede dedicar a ello».

Mariló Fernández
Mariló FernándezLa Razón

«Hablamos de trabajos con especial dificultad, ya que, a modo de ejemplo, hay partes de una mama oncológica –cuando hay reconstrucción y mastectomía– que tienen piel y prótesis, no hay más tejido», señala.

Con ser una técnica complicada, «la carga psicológica que conlleva este tipo de tatuajes es lo más difícil de llevar». De hecho, «el tema sicológico me está costando la vida a la hora de convencer a otros tatuadores para que se dediquen a esto. Tanto es así, que los que se animan a dar el paso es porque son personas muy empáticas o porque, por desgracia, les toca de cerca por la enfermedad de una hermana, una madre u otro ser querido».

«Hay que tener en cuenta que cuando estás tatuando a estas personas», apunta, «se abren a nivel interno, se desahogan. Esto hace que se genere un vínculo emocional, sobre todo si se trata de trabajos prolongados. Así que, además de la técnica que hay que tener por ser la mayoría pacientes oncológicos, hay que desarrollar cierta psicología».

«Aunque, como puede ser el caso de una areola», ejemplifica, «se tarde tan solo hora u hora y media en tatuar; la carga emocional es muy grande». Carga que también tiene su parte positiva, «ya que no hay nada más satisfactorio que saber que estás ayudando a una persona a sentirse mejor, a cambiarle la vida. Al final, con el tatuaje le das ese ‘algo’ que le faltaba para atreverse a mostrarse a su pareja o para algo tan cotidiano como ir al gimnasio y ducharse sin miedos». Satisfacción e implicación que Mariló Fernández ha ido experimentando cada vez más, ya que también tuvo que ser sometida a una mastectomía, «si bien fue profiláctica, de carácter preventivo».