Montañismo

El sorprendente (y duradero) efecto del «mal de altura»

Un estudio constata que la sangre humana tarda meses en recuperarse tras pasar apenas dos semanas en la montaña

Dos montañeros en la cumbre de una montaña
Dos montañeros en la cumbre de una montañalarazon

Cualquiera que haya sometido a su cuerpo a la experiencia de estar a 4.000 o 5.000 metros de altura sobre el nivel de mar puede dar fe de la sensación que experimenta el cuerpo ante la reducción de oxígeno. Lo que no se puede percibir de una forma consciente es los cambios que esta necesaria adaptación provocan en la sangre.

Un estudio publicado en la revista Science ha demostrado ahora que la huella que se deja es más fuerte de lo que se esperaba, y que bastan apenas dos semanas a determinada altura para modificar la sangre humana hasta el punto de que se necesitan meses para recuperar el estado inicial.

La investigación la ha llevado a cabo la profesora de la Universidad de Oregón Lauren Earthman, corredora de 1.500 metros, después de que constara que escalar los Andes bolivianos, a 5.260 metros de altura, era “inmensamente más difícil” de lo que esperaba.

Earthman formó parte después de un estudio, denominado AltitudeOmics, junto a una veintena de participantes, que analizó los cambios experimentados en altitud y puso de manifiesto que incluso en breves exposiciones a una elevada altitud se desencadena una compleja cascada de cambios en los glóbulos rojos que les preparan, con gran rapidez, para hacer frente a situaciones de bajo nivel de oxígeno.

Pero la gran novedad del estudio es que estos cambios persisten durante semanas e incluso meses, incluso después de haber regresado a altitudes bajas. Este hallazgo, destacan los investigadores, puede ser muy útil para escaladores, esquiadores o corredores de larga distancia que no tienen tiempo suficiente para adaptar su cuerpo a elevadas alturas.

Durante el experimento, los participantes subieron al Monte Chacaltaya, en los Andes bolivianos, a 5.421 metros de altura. Se analizó su sangre y se les permitió bajar durante dos semanas, momento a partir del cual volvieron a subir.

De forma instintiva, sus cuerpos recordaban su experiencia anterior de altitud, permitiéndoles afrontar mucho mejor el esfuerzo en situaciones de baja presión. La verdadera relevancia de este estudio, explican sus responsables, es que se podrán establecer los patrones de cómo las células reaccionan a los bajos niveles de oxígeno en enfermedades como el cáncer, patologías del corazón, derrame cerebral o anemia.