
Naturaleza
Descubre los increíbles girasoles del Valle Sagrado: un paraíso escondido en España
Desde la cima se puede contemplan un fenómeno visual que ha sido bautizado por los locales como "cola de dragón"

Situado en uno de los entornos naturales más sobrecogedores del Archipiélago, un campo de girasoles ha logrado lo que parecía improbable: competir en protagonismo con uno de los acantilados más altos del planeta. Se trata del campo de girasoles de la Finca Redondo de Guayedra, dirigido por Fernando Navarro, y ubicado en el barranco de Guayedra, en el municipio de Agaete.
El paraje en el que se levanta este cultivo es, en sí mismo, digno de admiración. A sus espaldas se eleva el Risco de Faneque, una pared vertical de más de 1.000 metros de altura que se desploma sobre el Atlántico y que forma parte del imponente Macizo de Tamadaba, donde aún pervive un bosque primigenio de pino canario, considerado uno de los mejor conservados de las Islas Canarias.
Desde la cima se puede contemplar un fenómeno visual que ha sido bautizado por los locales como la “cola del dragón”: una sucesión de abruptos acantilados que zigzaguean entre Agaete y La Aldea de San Nicolás, dibujando una silueta que recuerda a la mítica criatura.
En medio de este paisaje de vértigo y belleza salvaje, el campo de girasoles no solo embellece el entorno, sino que ha captado la atención de medios y plataformas de todo el mundo. Desde publicaciones internacionales como Vogue y National Geographic hasta miles de usuarios en redes sociales, muchos han compartido imágenes de este rincón que parece sacado de un sueño.
Pero el proyecto va más allá de lo estético. El campo ha sido concebido también como un espacio para la recuperación de la abeja canaria, especie clave en los ecosistemas del Archipiélago. Asimismo, la finca integra el yacimiento arqueológico de Guayedra de Arriba, testimonio de la riqueza histórica del lugar, junto con una notable diversidad de flora autóctona que refuerza su valor ambiental.
Este lugar conjuga sostenibilidad, historia y belleza natural y se ha convertido en un símbolo del turismo en Canarias, donde la contemplación y el respeto por el entorno son protagonistas. Un ejemplo de cómo la agricultura, la biodiversidad y el patrimonio pueden convivir en paz en uno de los paisajes más espectaculares de Europa.
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