Agricultura

Becas para cambiar “estudia y dejas el pueblo” por “hazlo y coge el testigo”

Prioridad: Combatir el abandono de la actividad ganadera

David Álvarez tiene 23 años y estudia una ingeniería industrial en Madrid, con la mirada puesta en Mave, el pueblo donde su abuelo fundó en 1964 la granja de vacuno de leche La Pastiza; su padre y su tío la han hecho prosperar y él espera protagonizar su relevo generacional
David Álvarez tiene 23 años y estudia una ingeniería industrial en Madrid, con la mirada puesta en Mave, el pueblo donde su abuelo fundó en 1964 la granja de vacuno de leche La Pastiza; su padre y su tío la han hecho prosperar y él espera protagonizar su relevo generacionalLaura CristóbalAgencia EFE

David Álvarez tiene 23 años y estudia una ingeniería industrial en Madrid, con la mirada puesta en Mave, el pueblo donde su abuelo fundó en 1964 la granja de vacuno de leche La Pastiza; su padre y su tío la han hecho prosperar y él espera protagonizar su relevo generacional.

Combatir el abandono de la actividad ganadera y, de ese modo, evitar la despoblación del rural es el objetivo de una iniciativa que ha impulsado la formación, con becas concedidas por Pascual, de 12 jóvenes de Castilla y León, Galicia y Cantabria, de cara a su futuro al frente de las explotaciones que a día de hoy proveen a la compañía y que en su mayoría se localizan en municipios de menos de 40.000 habitantes.

De acuerdo a los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, sólo el 8,6 % de los titulares de las explotaciones tiene menos de 40 años; una cifra que pone dimensión al intangible de lo “vaciado” o a carencias como los servicios, la conexión digital o el acceso a la tierra que empujan la vida fuera de los pueblos.

Por ello, y según se pregunta el director de Compras Agro de Pascual, Joaquín Lorenzo, “¿la siguiente generación cuándo se va a quedar?: “Cuando vea que tiene una granja en condiciones, que proteja el medio ambiente y tenga bienestar animal, pero que le produzca recursos y que gane dinero. Y eso se hace a base de formación”.

Educación y, en palabras de Lorenzo, dignificación de la profesión, que es “muy bonita”; “comunicar a la sociedad” su esfuerzo y una labor para la que tienen que “dominar mil cosas”.

”Durante la pandemia se dieron cuenta de que puedes vivir sin socializar en los bares, pero no puedes vivir sin comer. Me produce orgullo el estar así”, afirma David, quien reconoce la dificultad de los jóvenes para incorporarse al sector desde cero y de acabar con los prejuicios en torno al trabajo en el primario, pero también el orgullo de recibir la beca y “continuar en el sector”.

La Pastiza es hoy una granja de 600 cabezas, unas 170 de ordeño, y produce 3 millones de litros anuales; Carmelo, el padre de David, le mira con el orgullo de quien ha reinvertido para mejorar la explotación y se devana la cabeza para afrontar unas materias primas “carísimas” y ajustar los costes ante precios como el de la electricidad.

Un escenario en el que la formación de David puede suponer la diferencia: “Estoy haciendo un doble grado de ingeniería eléctrica y electrónica industrial y automática en la Politécnica; y mi idea es intentar automatizar más procesos o traer máquinas más robotizadas y ya hemos puesto placas solares para disminuir la factura eléctrica y reducir el impacto ambiental de la explotación”.

Irene Martín Rubio -su profesora en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales y pertenece al Departamento de Organización, Administración de Empresas y Estadística- destaca que se trata de una formación “multidisciplinar y versátil para adaptarse a cualquier sector”.

”Te da gusto verlos en el sector primario y tratan de mejorar los productos agroalimentarios; cómo trabajan en red y comparten conocimientos”, asegura, y señala las “ganas por conocer, la ética y la colaboración” como elementos fundamentales para construir su futuro profesional y personal.

En ese sentido, Lorenzo remarca que, además de las becas, el proyecto de la empresa incluye “una formación específica de alto nivel técnico en ámbitos como reproducción, alimentación, gestión ambiental o bienestar animal” cuando se incorporen a unas granjas que “han invertido muchísimo dinero en tecnología, robótica, sensorización...”.

Como coincide Martín Rubio, necesitan “competencias en el ámbito de toma de decisiones en organización de empresas; tanto técnicas como estratégicas”.

Carmelo habla de “vivir a su manera” y David de ser “un chaval normal, que prefería ayudar en la granja que la videoconsola, mientras un ternero recién nacido acapara la atención de los propietarios, en una oportuna metáfora de la continuidad de las generaciones si se les proporciona un espacio sostenible, tiempo para desarrollarse y herramientas para hacerlo con calidad de vida.