Sociedad
Derribo de los Servicios Públicos
"El capitalismo no es sólo un sistema de producción, es fundamentalmente un sistema social que puede acabar en la acumulación y la cosificación"
Estructuras de dominación y privilegio, a través de políticas caníbales, recortes en inversiones sociales y derribo de servicios públicos, siguen estando a la orden del día.Así como la precarización del empleo. Lo acaban de denunciar, una vez más, expertos comprometidos como Rutger Bregman o Carmen Sarasúa. La austeridad por la austeridad, además de provocar padecimientos, fracasa porque no se sustenta en la lógica, ni siquiera en las reglas del libre mercado.
El capitalismo no es sólo un sistema de producción, es fundamentalmente un sistema social que puede acabar en la acumulación y la cosificación. Hay errores que causan estragos, como invertir en lo innecesario, dando de lado a lo que verdaderamente importa.
Muchas de las muertes por desesperanza, ya sean por suicidios, alcoholismo, o adicciones varias, demuestran hasta qué punto estas realidades provocan pesadumbre moral y pérdida de conexión con la vida. Un devastador sufrimiento social que, en opinión de Imanol Zubero, que tanto ha reflexionado sobre estas certezas, tiene que ver con una estructura que menosprecia a la persona.
Un sistema que, como viene denunciando el Papa Francisco, desde el primer día de su Pontificado, descarta e impone una competición despiadada que muestra el peor rostro del capitalismo. La privación de los bienes comunes, propiciando el empobrecimiento de los que menos tienen, es un hecho. Sí, este sistema mata.
El hombre sigue siendo un lobo para demasiadas mujeres y hombres. A casi nadie se le escapa que, para salvaguardar la vida de unos, se les arrebata a otros. Pero vayamos a lo positivo: ¿Cuáles son las alternativas? ¿Cómo transformar unas reglas que marginan a millones? Pues existen soluciones para hacer frente a tanta iniquidad.
La ensayista Rebecca Solnit, por ejemplo, defiende la rebelión del instinto de vida, frente el instinto de muerte, socialmente organizado. Occidente no tiene derecho a continuar basando su desarrollo en la dominación y el privilegio. La sociedad del hartazgo, no lo puede ser a costa de la de la miseria.
Mejorar la existencia de todos, de todos, aupando un modo de vida diferente, más humano, más justo, es posible. Bastaría con revisar nuestros hábitos cotidianos y trabajar por una riqueza social y solidaria; por un mercado para el bien común, que propicie iniciativas cercanas y transformadoras. Una producción ecológica y socialmente sostenible, por ejemplo, la única que nos dará holgura y hará el vivir más vividero.
O sentar, de una vez por todas, las bases para que el bienestar de unos pocos no dependa de la exclusión de muchos. Acabar con la codicia; con ese afán desmedido de poseer y acumular, sin saber muy bien para qué. Sólo cuando estas prácticas se abran paso, lograremos avanzar hacia soluciones concretas que nos permitan que otro mundo sea posible.
Para ello habrá que fortalecer lo público y lo común. La educación, la sanidad. Apostar por adecuadas infraestructuras públicas y de acceso universal. Sin un propósito común de humanidad compartida, el mundo seguirá siendo tremendamente injusto y tendente a la desesperanza. A la muerte y el sufrimiento.
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