Cultura
Florencio Maíllo viste el trasaltar de la Catedral de Salamanca con un cuadro sobre la creación, la redención y la resurrección
El pintor alude al “compromiso, la responsabilidad y la fidelidad” como motores para culminar una de las obras más importantes de su trayectoria, que invita a reflexionar sobre los tres misterios sacros descritos en la pintura
El pintor Florencio Maíllo es el autor de la obra que desde este martes viste el trasaltar de la Catedral Nueva de Salamanca, un cuadro de ocho metros de alto por cuatro de ancho que describe tres misterios sobre los que el autor invita a reflexionar. La obra, titulada ‘El pensamiento ante el Misterio de la Creación, Redención y Resurrección’, está colocada en la parte trasera del retablo mayor de la Seo salmantina, frente a la capilla del Cristo de las Batallas, donde hoy tuvo lugar en acto de presentación.
Durante el mismo, el artista estuvo arropado por amigos, familiares, así como representantes institucionales, como el alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo, el vicepresidente de la Diputación y diputado de Cultura, David Mingo, o el jefe de Servicio de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, Adolfo Domínguez. El deán catedralicio, Antonio Matilla, tomó la palabra para abrir los parlamentos y elogiar brevemente el “diálogo” que el pintor logra entre el templo y el arte contemporáneo. Por ello, agradeció la “pasión” y la “maestría” con la que Maíllo realizó la obra.
El pintor tomó la palabra para cerrar el acto y mostró su emoción ante un momento “único” en su vida. El el largo capítulo de agradecimientos, Maíllo mostró su respeto por el malogrado canónigo emérito Daniel Sánchez, quien encargó la obra y, posteriormente, la donó a la Catedral de Salamanca. De su idea primigenia y sus conversaciones posteriores surgió el resultado final de la obra de gran formato que, desde hoy, preside el anverso del retablo mayor y cuyos motores, según matizó, fueron “el compromiso, la responsabilidad y la fidelidad”.
Compromiso, en primer lugar, con el propio encargo de Daniel Sánchez, quien vio finalizada la obra y le causó una gran impresión, según desveló Maíllo, quien relató que la propuesta data del verano de 2020. La responsabilidad, prosiguió, “aparece por el reto que supone dialogar con un edificio como la Catedral de Salamanca, con raíces tan profundas”. La fidelidad alude a su manera de “integrar la tradición con la contemporaneidad”, ya que el “lenguaje plástico híbrido” aflora en él “de manera natural”.
Maíllo ahondó en un “momento de debilidad” o una cierta “crisis” en el proceso de creación de la obra, que se prolongó durante más de dos años y medio. El pintor explicó que no lograba desprender al cuadro de su carácter “académico” o “meramente decorativo” y que, más tarde, encontró el elemento clave para “estremecer como corresponde al arte sacro”. En ese contexto, un elemento concreto del cuadro: un pensador inspirado Rodin, ubicado en “el epicentro de la obra”, le dio su “verdadero sentido”, en sus palabras, “el pensamiento ante los misterios de la creación, redención y resurrección”.
Los detalles
El encargado de ofrecer los detalles pictóricos del cuadro fue el antropólogo Antonio Cea, amigo del artista y testigo de la creación de la obra, quien se atrevió además a entonar canciones de la tradición oral de la Sierra de Francia, donde nació el pintor mogarreño. Recordó el encargo realizado por Daniel Sánchez y se detuvo en áreas geográficas del lienzo, dividido en tres actos principales.
En la escena superior, se refleja la Trinidad, con el Padre Eterno y el Espíritu Santo, integradas entre nubes, donde se pueden leer dos leyendas: “Ha muerto por cada uno de nosotros”, a la derecha; y, “Ha resucitado para daros la vida”, en la izquierda. Sobre la escena, un arco de medio punto que representa la bóveda celeste. En esa zona de la obra, junto al Padre Eterno, tuvo la necesidad Florencio Maíllo de que estuvieran representadas las cinco personas de su familia que han fallecido. En concreto, en la parte izquierda, sus padres, y en la derecha, sus dos hermanos. Además, debajo de la alegoría, también está su abuela, la única que conoció, y que falleció cuando él tenía 12 años.
En la escena inferior de la obra se representa al Crucificado formando un calvario con las figuras de María y San Juan Evangelista, todo ello integrado en un paisaje que deja ver en su horizonte a la Catedral de Salamanca iluminada. No es el único elemento de la ciudad representado en el cuadro, ya que Maíllo quiso que estuviese presente otro emblema de la ciudad, la Casa de las Conchas, en esta ocasión, vinculado al orden estructural de las conchas en su fachada.
La obra se completa con la representación de la Resurrección en la parte inferior izquierda, con el Resucitado, San Pedro, San Juan y Magdalena, en fase de Ascensión. La escena va parcelada con la propia almendra de luz que envuelve al Resucitado, y por una celosía, como elemento externo, que la separa de la zona verdosa y central del cuadro, donde se aprecia el gran elemento innovador de este cuadro, en concreto, la imagen del Pensador de Auguste Rodin, epicentro de la misma obra.
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