Sociedad

Javier Castro recrea en un documental la “surrealista” historia de Las Vegas 2, epicentro del ocio nocturno nacional en Melgar de Fernamental (Burgos)

La discoteca, que fue la más grande de la península, dinamizó la comarca durante décadas y compitió con las grandes capitales por atraer a artistas nacionales e internacionales de primer nivel

Javier Castro recrea en un documental la “surrealista” historia de Las Vegas 2
Javier Castro recrea en un documental la “surrealista” historia de Las Vegas 2Ricardo Ordóñez/Ical

“Las grandes historias ocurren en los lugares más insospechados”. Es la frase promocional de ‘Yo estuve en Las Vegas 2’, el debut en el largometraje del burgalés Javier Castro, integrante del grupo Cronometrobudú que tras una amplia experiencia como director de videoclips se ha lanzado a dirigir su primer documental, donde recupera la “surrealista” historia de la que fue “la discoteca más grande de España”, un coloso que abrió sus puertas en la Nochevieja de 1981 en Melgar de Fernamental, con capacidad para acoger a más del doble de los 2.000 habitantes con que entonces contaba el pueblo. Bandas internacionales como Los Ramones, Texas, Mötorhead o Helloween, y primeros espadas nacionales como Platero y Tú, Loco Mía, Barricada, Loquillo, Extremoduro, Héroes del Silencio, Celtas Cortos, Extremoduro o Rosendo actuaron en un local que compitió, cara a cara, con las grandes capitales del país para atraer a los mejores artistas en gira.

A la espera de que se confirme su posible participación en festivales, la película llegará a los cines burgaleses el próximo 8 de noviembre, antes de recalar en salas comerciales de Madrid, Vitoria y Bilbao, iniciando su encuentro con los espectadores, que se extenderá a buena parte del país. El propio director se ocupará de la distribución de la película, ya que después de todos los obstáculos superados hasta llegar al momento del estreno, no quería abandonar su trabajo en manos de una distribuidora que no moviera la obra “como merecía la historia”. “Hay muchísima gente que quiere ver la película, y quiero que la puedan disfrutar en la gran pantalla y centrarnos también en los festivales. Creo que es la mejor manera de hacer el lanzamiento, y luego si tenemos un buen recorrido va a ser más fácil llegar a una plataforma el próximo año, aunque tampoco es una obsesión”, confiesa.

Una década de trabajo

El origen del proyecto, según cuenta el director a Ical, se remonta casi una década atrás, cuando en una charla con su amigo, el periodista y fotógrafo especializado en música Jorge Bobadilla, comenzaron a recordar los “años increíbles” que habían vivido en ese recinto en su localidad natal durante su juventud. “Empecé a investigar para recabar información y todo se aceleró en 2018, cuando surgieron rumores de que en el mismo solar donde había estado la discoteca se iba a levantar un supermercado”, explica. “Pensé: ‘Antes de que lo derribe, tengo que rescatar esta historia. No se puede perder’, y así comenzó todo”, apunta.

Con los medios con que contaba, Castro empezó a grabar, con la idea de hacer una película “modesta”, pero después apareció un inversor madrileño que se sumó al proyecto y le dio un nuevo empujón. Lo mismo sucedió cuando se subió al barco Juanma Bajo Ulloa, el director de ‘La madre muerta’ y ‘Airbag’, con quien el cineasta burgalés había trabado cierta amistad después de que el ganador de tres premios Goya dirigiera en 2011 el videoclip de ‘La flor del tiempo’, de Cronometrobudú. “Le propuse el proyecto y le pareció muy interesante, así que se apuntó”, recuerda Castro.

Para el documental, Bajo Ulloa ha dirigido el cortometraje inédito ‘En mitad de la nada’, donde recrea la historia real de “dos chavales que quieren asistir a un concierto de Los Ramones en Melgar, y sus dificultades económicas para desplazarse hasta allí". Castro explica que esa “entrañable” ficción, que se ha dividido en cinco fragmentos que salpican el documental, “le da otro plus a la película”.

Además, ‘Yo estuve en Las Vegas 2’ incluye recreaciones de la sala y de la propia localidad en animación 3D que se han realizado en la Escuela CEV de Madrid, y otra ficción protagonizada por la melgarense Loli Pérez, una mujer mayor que encarna a Clara, alter ego del propio Javier Castro, para representar el proceso de investigación que vivió el cineasta en el Centro Cultural Santa Ana. El personaje, que “le aporta muchísima humanidad a la película”, fue una de las aportaciones de los coguionistas del film, Fernando Martín Llorente y Lola Mayo. Ellos dos fueron los responsables también de aportar la imprescindible mirada externa a la historia y de dar con la estructura del relato, algo sumamente complejo ya que llegaron a acumular más de cinco teras de grabaciones en las cerca de sesenta entrevistas que grabaron, tanto con gente del pueblo que vivió aquellos momentos en primera persona, como con muchos de los artistas que allí tocaron.

“Fernando y Lola me salvaron, al conseguir que la historia se entendiera, ordenando todo el material que teníamos desde una perspectiva ajena a Melgar y a mí mismo, que lo había vivido en primera persona. Encontraron la forma de que todo tuviera sentido, pero el proceso ha sido una gran locura”, señala. Otra de las cómplices en llevar a buen puerto el tremendo desafío ha sido la montadora Cinzia Giovanettoni, que durante dos años ha trabajado con el material existente, hasta conseguir un relato coherente y con ritmo.

Lograrlo no ha sido fácil. Atrás ha quedado mucho metraje que a Castro le ha sido especialmente “doloroso” quitar, como casi todas las historias que encontraron en Nueva York, donde lograron “un montón de material increíble” que no ha sido posible incorporar. El director baraja ahora dar forma, quizá el próximo año, a “un ‘spin off’” con ese metraje descartado. “Había que contar cuarenta años y hemos dejado la película en dos horas, pero se podrían haber hecho tres horas y media con material realmente interesante”, desgrana.

Dentro del equipo técnico que ha hecho posible convertir en realidad este sueño, Castro también aplaude la labor de Víctor Said Río Cerezo, como la “mano derecha” que le ayudó “desde el primer momento”; además de Carlos Del Hierro, como “el profesional multidisciplinar” que también ha estado a su lado, “al pie del cañón”; y de otros colaboradores “imprescindibles” como el director de arte Santiago Erlich, Javier García Cacho en el etalonaje y Ascensión Gutiérrez doblando a Clara.

Mucho más que una discoteca

Las Vegas 2 fue, recuerda Castro, “mucho más que una discoteca”. “Aquello se convirtió en un centro social. Por la noche funcionaba como discoteca, pero durante el día se celebraban allí bodas, comuniones, obras de teatro… Incluso un certamen de Miss Castilla y León o una suelta de vaquillas en el interior. Se convirtió en el núcleo de la vida social y cultural no solo de Melgar, sino de toda la comarca comarca Odra-Pisuerga, porque tenía capacidad para cerca de 5.000 personas cuando en Melgar había unos 2.000 habitantes”, apunta.

La génesis del local también tiene su miga. Como recuerda Castro, la familia Vega regentaba desde comienzos de los años 70 el hostal y discoteca Las Vegas. “Cuando vieron que aquello funcionaba muy bien, Paco Vega y su hermana Pilar decidieron abrir una discoteca más grande, pero la idea se les fue de madre después de que un familiar decidiera poner en marcha la discoteca Cristal, con capacidad para un millar de personas”, rememora el cineasta. “Aquello tenía pinta de que no iba a funcionar, porque había que llenarlo cada fin de semana y no había gente suficiente, pero acabó funcionando”, señala.

Buena parte de culpa de ello la tuvo la elección del interiorista bilbaíno Isidoro García como responsable del diseño del local. Para Castro, su elección fue “el gran acierto de Paco Vega”, ya que García, que tenía una importante experiencia tras haber diseñado numerosas discotecas “por toda Europa”, realizó “un trabajo excepcional” en la sala, dotándola de una personalidad única, donde cada detalle estaba cuidado al milímetro, desde la moqueta hasta un escenario extensible y el espacio trasero habilitado para la entrada de camiones, que les permitía descargar de forma directa en el escenario.

“El gran acierto de Las Vegas 2 fue que se diseñó y se construyó muy bien. Estaba todo pensado. En una época en la que proliferaron las discotecas por los pueblos de toda España, esta era especial y sonaba muy bien”, resume, recalcando que el recinto puede verse ahora como “un tótem del ocio nocturno de aquellos años”. Para dar una idea de la magnitud, Castro recuerda que la primera vez que él entró a la mítica sala de La Riviera, en Madrid, su primer pensamiento fue que aquello apenas era “el hall de Las Vegas 2”, un recinto que contaba con su propio restaurante en el sótano, una planta principal “enorme” que tenía acceso a un pequeño pub anexo y una especie de anfiteatro en otra altura, desde el que se podían seguir los conciertos, con su propia barra. “Era la España de las discotecas, y creo que esta fue la discoteca de las discotecas”, sentencia.

A diario, Las Vegas 2 se llenaba con gente de Burgos y Palencia capital, Aguilar de Campoo o incluso Valladolid, y los días de concierto se desplazaba hasta la localidad, que ni siquiera contaba con conexión por autovía, “gente de toda España, con autobuses desde Madrid, Cantabria, Asturias…”. “Era una cosa increíble, aunque para los que vivíamos en Melgar se convirtió en algo habitual. Normalizamos aquello, pero con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta de que no tenía nada de normal”, resume Castro, que recuerda cómo, al amparo de Las Vegas 2 y de la discoteca Cristal, surgieron en Melgar una veintena de pubs, además del resto de bares, generándose así “una zona de ocio impresionante, algo surrealista para un pueblo de 2.000 habitantes”.

La amistad del padre de Javier Castro con Paco Vega hizo que el joven pudiera acceder a las pruebas de sonido de los grupos, con lo cual acabó impregnándose, de forma cotidiana, de ese ambiente musical en los años 90, cuando Las Vegas 2 competía con las grandes capitales como Madrid y Barcelona, por atraer a los artistas nacionales e internacionales de primer nivel que se encontraban en gira. Aquel impacto dejo poso, y con el nuevo milenio Castro acabó dando forma a su propia banda, Cronometrobudú, que desde su creación ha ofrecido más de un millar de conciertos en España y en giras internacionales por países como Francia, Inglaterra, Gales o México.

Esta formación, que parte de una base de rock impregnada con multitud de estilos (desde el metal hasta el folk, pasando por el rap, la electrónica o la música celta), fue junto a Los Suaves y los navarros Koma la encargada de echar el cierre a Las Vegas 2 en 2014, con el último concierto que albergó la sala. Ese vínculo estrecho, de quien vio al emblemático local nacer, tocar el cielo y morir, fue el que hizo que Castro decidiera emprender la titánica tarea de dirigir el documental: “Sentí que si no lo contaba yo, esta historia se iba a perder”, resume.

Con ‘Yo estuve en Las Vegas 2’, Castro rinde homenaje a toda una época y recupera el aliento que convirtió ese pequeño enclave burgalés en epicentro de una zona de ocio nocturno colosal, que ha dejado un poso imborrable en cuantos pasaron por ella, tanto entre el público como entre los artistas que allí tocaron. De ello dejan testimonio las numerosas entrevistas reflejadas en la película, desde la periodista cinematográfica melgarense María Guerra (Premio de Comunicación Alfonso Sánchez 2025) hasta el cómico vallisoletano J.J. Vaquero, que recuerda sus viajes en tren hasta Osorno y los trayectos a dedo o andando hasta Melgar para salir de fiesta, pasando por músicos como Rosendo, Jorge Ilegal, Ramoncín o Celtas Cortos, entre otros muchos.