Sant Jordi
Irene Vallejo: «Los libros nos han mantenido cuerdos durante la pandemia»
La autora, responsable del pregón de Sant Jordi de este año, habla de la reivindicación de la lectura y los clásicos
Irene Vallejo es uno de los grandes fenómenos editoriales de los últimos años, gracias a su ensayo “El infinito en un junco”, publicado en 2019 por Siruela y que lleva una treintena de ediciones a sus espaldas, además de numerosas traducciones siendo la primera de ellas la catalana en Columna.
-¿Cómo encara el pregón de Sant Jordi?
-Haré una pequeña introducción, pero será una conversación a cuatro manos con el periodista Xavi Ayén. En mi primera intervención quiero hablar de la sensación de placer que conlleva la lectura, una actividad que tiene muchos beneficios, pero para ello es importante leer por placer. Así podemos ampliar nuestro vocabulario, tener una imagen más amplia del mundo, ser más empáticos. Son esos efectos secundarios que podemos tener siempre que nos abandonemos a los libros y los disfrutemos. Si leemos por imposición, esos fenómenos no suceden. También quiero reivindicar lo que han sido los libros y las lecturas en esta pandemia en un Sant Jordi especial, ya que el año pasado no se pudo celebrar. Quiero hacer un llamamiento para apoyar a las librerías, a toda la cadena que hace posible que existan los libros, gente que lo ha pasado muy mal en este tiempo, pero también reflexionar sobre lo importante que ha sido la cultura en este confinamiento. Nos ha dado el mundo exterior que teníamos cerrado. Al contrario de lo que se dice con Don Quijote, los libros nos han permitido mantener la cordura.
-La lectura ha tenido un papel muy destacado durante el encierro.
-Sí. Tengo entendido que no ha sido un fenómeno general, aunque en España sí donde han mejorado los índices de lectura. Eso quiere decir que en este tiempo difícil hemos acudido a las páginas de los libros. Llevábamos muchos años escuchando previsiones catastróficas sobre la lectura, situándonos casi al borde del apocalipsis. Cuando llega una catástrofe auténtica como ha sido la pandemia, aumenta el número de lectores y el tiempo que dedicamos a leer. Será que después de todo que los libros y la cultura no son tan superfluos y amenazados como defienden las voces más agoreras.
-Durante la pandemia, los libreros han vendido especialmente fondo, especialmente clásicos.
-Sí, en Europa, además de “La peste” de Camus o de Saramago, uno de los libros más vendidos ha sido las “Meditaciones” de Marco Aurelio. Es curioso como en los momentos de mayor incertidumbre, miedo y angustia queremos volver a las certezas, a esos libros que han pasado el trayecto de los siglos, incluso de los milenios, y que nos hablan con la voz de la experiencia de lo duradero. Son libros que nos dicen que la Humanidad ha superado antes muchísimas pruebas y siempre se consigue salir a flote. El estoicismo de Marco Aurelio nos habla de que hay que fortalecerse y salir a las circunstancias. Meditar tiene la misma raíz que médico y medicina, por lo que creo que es terapéutico frenar esa dinámica de agobio para recuperar la serenidad y evadirte en el sentido de oxigenarte, respirar más hondo y tomarte unas pequeñas vacaciones de una realidad que es muy asfixiante.
-Usted tiene una formación clásica y son precisamente los clásicos los que a veces quedan en un segundo o tercer plano en las librerías ante la avalancha de novedades editoriales.
-Siempre he defendido el papel de los clásicos. El problema es que la lucha del espacio en las librerías es feroz. Hay nuevos libros cada semana. Es un fenómeno curioso el de la lucha de unos libros frente a otros para no engullir a los otros. A mí los libreros me dicen que los clásicos siempre se acaban vendiendo y tienen su público. A la gente les van enganchado en distintas etapas de su vida, por lo que no hay que forzar la llegada de los clásicos. Decía Italo Calvino que los clásicos van resonando en toda la literatura posterior. Cuando los leemos no son un libro nuevo porque ya nos hemos acercado antes a reinterpretaciones y modulaciones de esta obra literaria. Me hace feliz saber que en esta pandemia mucha gente se ha aproximado a ellos. En estos últimos tiempos ha habido autores que los han reivindicado y la conexión con el pasado, como son los casos de Anne Carson o la Premio Nobel Louise Glück. Los clásicos nos dan una brújula para navegar en mitad de la tormenta.
-El hecho de que un libro como “El infinito en un junco” tenga tantos adeptos, ¿lo puede convertir en un clásico?
-(Risas) Lo que define a un clásico es la supervivencia en las mareas del tiempo. Para que sea un clásico tiene que pasar el tiempo y ser un libro importante para varias generaciones. A veces en las fajas de los libros nos precipitamos a llamar clásicos a un éxito momentáneo, pero hay que ser más prudente. Los clásicos son libros que son amados a lo largo del tiempo, por eso se siguen leyendo, se siguen publicando y se traducen. “El infinito en un junco” acaba de llegar y ojalá tenga lectores en el futuro, pero eso es una incógnita. Si mi libro consigue que se lean algunos clásicos, yo ya me siento feliz porque es un ensayo que es un acto de agradecimiento hacia esos títulos que han sido importantes en mi formación y que me han dado tanto.
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