Opinión

Tabernarios

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección, Isabel Díaz Ayuso interviene en el último acto de campaña del partido, en el barrio de Salamanca
La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección, Isabel Díaz Ayuso interviene en el último acto de campaña del partido, en el barrio de SalamancaJesús HellínEuropa Press

Ese fue, por lo visto, el término empleado por el señor Tezanos, que profesa la vaporosa ciencia de la sociología –se puede creer en ella, como en la astrología, pero sin que eso obligue a admitir la solidez de sus fundamentos– para referirse a los partidarios y votantes de Isabel Díaz Ayuso. La cual se lo tomó con bastante buen humor, y mejor que fuera así, porque el vocablo en cuestión no es tan inocente: o bien se aplica a lo que es propio de la taberna o de las personas que la frecuentan (y casi siempre con unas connotaciones peyorativas muy marcadas: «lenguaje tabernario») o es sinónimo de «bajo, grosero, vil». Es lo que tienen las palabras, y más aún si son de arraigada estirpe, que hay que hilar fino con ellas si no se quiere incurrir en impropiedad o indelicadeza….

En cualquier caso, y al margen de la polémica, es de agradecer al señor Tezanos que rescatara para sus intenciones una palabra añeja como tabernario. Y aprovecha uno la ocasión para hacer lo mismo con otras, relacionadas también con el ramo de la hostelería, como cantina, bodega y tasca, parientes de taberna, y, al igual que esta, desplazadas ya casi definitivamente por la anglosajona bar. Otro tanto ha ocurrido con venta, fonda, mesón y posada, arrinconadas por la francesa hotel (hostal se resiste todavía), y con ellas se han ido también los venteros, fondistas, mesoneros y posaderos.

Idéntica suerte han corrido las que designan otros establecimientos públicos, como es el caso de la tienda de ultramarinos, así llamada porque en su origen vendía productos traídos de América o Asia (y el que lo hacía era el tendero, en vías de extinción), y la botica, con lo que ya las fuerzas vivas de los pueblos que se reunían en la rebotica son, las tres –el cura, el maestro y el boticario–, reliquia del pasado.