Opinión
Cuervos
Se celebra este lunes, 4 de octubre, el Día Mundial de los Animales, motivo por el cual dedica uno este artículo a esos pájaros de belleza austera y tradicionalmente considerados de mal agüero.
Sostienen científicos y ornitólogos que, junto con los loros, son las aves más inteligentes y con un lenguaje más complejo. Solitarios y esquivos (cada vez se les ve menos, sobre todo en las ciudades), no dejan sin embargo de observarnos. Tanto, que han aprendido a interpretar nuestros gestos y a imitar la voz humana, y son capaces de reconocer nuestras caras y recordarlas durante mucho tiempo. Hábiles fabricantes de herramientas (pinchos hechos con ramitas afiladas, por ejemplo) y muy aficionados a robar y esconder pequeños objetos brillantes, se cuenta entre sus destrezas la de arrojar nueces a la calzada y esperar a que las ruedas de algún vehículo las machaquen. De ahí el tópico del cuervo astuto, que arranca ya del Pantchatantra, la célebre colección de cuentos y fábulas de la antigua literatura hindú, traducida al español por el rey Alfonso X el Sabio con el título de Calila e Dimna.
Por su plumaje negro como el de la noche se les ha asociado secularmente con lo misterioso (cuando no con el demonio o el mal), y en muchas culturas han representado el símbolo de la muerte y del destino, o se les ha tenido por heraldos de profecías y desgracias.
En la literatura épica medieval, la aparición de un cuervo (o corneja, como en el caso del Cantar de Mio Cid) por el lado izquierdo del camino que sigue un personaje es presagio de traición o mala suerte, e incluso en el refranero popular se les reviste de connotaciones negativas: Cría cuervos, y te sacarán los ojos.
En la Biblia se les menciona con cierta frecuencia, y es particularmente famoso el que soltó Noé cuando el arca flotaba en las aguas del diluvio para que trajera noticias de si había en algún sitio tierra firme. Pero no regresó y, en castigo, cuenta una leyenda, el cuervo, que era originalmente blanco, se volvió negro. La desaparición del cuervo obligó a Noé a soltar dos palomas: la primera no encontró dónde posarse y regresó al arca, la segunda volvió con una rama de olivo en el pico. El episodio ilustra la proverbial oposición entre el cuervo y la paloma, que personifica valores positivos, como la pureza, la paz o la esperanza.
También en la Biblia, y por encargo de Dios, dos cuervos le llevaban alimento al profeta Elías cuando vivía escondido a orillas de un torrente cercano al río Jordán.
Para la ley judía los cuervos eran bestias impuras y para los egipcios, en cambio, representaban la fidelidad en el amor, por ser monógamos, razón por la que fueron también sagrados para Hera y Juno, diosas del matrimonio, respectivamente, en Grecia y Roma. Para los romanos personificaban además la esperanza, por el parecido fonético de su graznido (que según Virgilio era presagio de la lluvia: probablemente el poeta de la
Eneida desconocía la capacidad del cuervo para imitar el sonido de las gotas que caen del cielo) con la palabra latina cras (mañana).
Los vikingos los asociaban con Odín, el dios supremo, al que a veces se le designa como Señor de los Cuervos, y en Inglaterra se les protegió siempre, pues, según la leyenda, protegían ellos el reino de las invasiones extranjeras.
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