Historia
Cuando Dalí le habló a Lorca del «Ulises» de Joyce
El pintor escribió al poeta sobre la novela tras la publicación de fragmentos de la obra en “La Gaceta Literaria”
En estos días, cuando queda solamente uno para celebrar el centenario de la publicación del «Ulises», son muchos los lectores que hacen memoria de cuando leyeron o, al menos, intentaron leer la gran novela de James Joyce. A veces ese interés por la obra llegó antes de que el propio libro empezara a traducirse. Eso es lo que pasó con dos jóvenes lectores de Joyce llamados Federico García Lorca y Salvador Dalí. Para ello tenemos que remitirnos al epistolario entre los dos artistas.
El 9 de noviembre de 1927, Salvador Dalí se encontraba en su Figueres natal. En ese momento el pintor ha trabajado codo con codo con Lorca en los decorados y figurines para su obra «Mariana Pineda» que se había estrenado ese verano en Barcelona de la mano de Margarita Xirgu. Precisamente en ese tiempo, el poeta granadino había pasado unos días junto con su amigo en Cadaqués y Barcelona, reforzando una amistad que, como diría el mismo Dalí poco antes de su muerte, «fue un amor erótico y trágico».
Dalí tomó una postal con una elegante imagen del actor británico House Peters. En el reverso, el pintor redactó unas líneas en las que hablaba de lo que denominaba como «fotografía artística de House Peters» añadiendo a continuación «mueran los conflictos interiores, las complicaciones morales. ¡Lo más interior y profundo es siempre una epidermis aún! Las cosas no significan nada fuera de su estricta objetividad». Tras estas palabras, Dalí iniciaba una lista de nombres encabezados por James Joyce y su «Ulises».
¿Cómo podía saber Salvador Dalí de la existencia del gran libro teniendo en cuenta que aún tardaría mucho, demasiado, en ser traducido al español? No fue hasta 1945 en el sello Santiago Rueda Editor de Buenos Aires y adaptado por José Salas Subirat. A España no llegaría hasta 1976 cuando Esther Tusquets en Lumen publicó la traducción que unos años antes había encargado a José María Valverde del texto de Joyce.
No parece que en 1927 Dalí tuviera ejemplar alguno de la primera edición aparecida en 1922 de la mano de Shakespeare & Co. No hay indicios de ello en lo poco que ha sobrevivido de lo que fue la biblioteca personal del pintor en esos años y luego, tras ser expulsado del hogar familiar, dispersa para siempre. La explicación a la duda nos hace trasladarnos a una semana antes de que Dalí escribiera a Lorca.
El 1 de noviembre de 1927 aparecía el nuevo número de «La Gaceta Literaria», la publicación cultural dirigida por Ernesto Giménez Caballero, el muy controvertido hombre de vanguardias. Gecé, como también se hacía llamar, estuvo siempre muy atento a todo lo nuevo que se hacía literariamente dentro y fuera de España en los años veinte. Por eso no es de extrañar que en la página 3 de la revista apareciera un artículo titulado «La Nueva Literatura Inglesa. James Joyce». Lo firmaba el autor francés Yvan Goll quien había conocido a Joyce en 1920. Previamente ambos habían coincidido en la estación de tren de Zúrich y se habían vuelto a encontrar en Sèvres. En el momento en el que Goll y Joyce se vieron en la ciudad suiza, también era uno de sus residentes Lenin. «Fue esa la primera vez quizá que esos dos nombres se encontraron enlazados por el azar. ¡Quién sabe si el provenir no reserva la percunidad [sic] en tal unión! Pues de hecho: Joyce, durante la misma época, realizó igual revolución dentro de la poesía que Lenin en el mundo político. Pues se sabe que Joyce trabajaba entonces en su “Ulysses”, esa obra que la Humanidad algún día encuentre quizá superior a la gran fuerza». Goll, que llegó a ser secretario del escritor irlandés, calificaba a Joyce como «el Homero de nuestro tiempo».
Además del citado artículo, «La Gaceta Literaria» también publicó un pasaje de «Ulises» en traducción de Giménez Caballero. Era la primera vez que se reproducía un pasaje de la novela en español y, muy probablemente, la revista lo hizo sin autorización de su autor.
«Mr. Leopold Bloom tenía la fruición de alimentarse con los órganos internos de los mamíferos y los pájaros. Le gustaban las espesas sopas de menudillos, las mollejas con sabor de avellana, el corezuelo asado y relleno, lonchas de higadillo fritas y empanadas, huevas de bacalao bien tostadas», dice el inicio del fragmento escogido y que cayó en las manos de Salvador Dalí en los primeros días de noviembre de 1927.
Por su parte, Federico García Lorca, en aquellos momentos, en cartel en el Teatro Fontalba de Madrid su «Mariana Pineda». Fue allí donde recibió la postal en la que su amigo ampurdanés añadía: «James Joyce, Ulises, psicología-casos laberínticos, alma, complejos, Freud, todo eso a la mierda».
A Dalí no le gustó el pasaje escogido por Giménez Caballero sobre las andanzas de Leopold Bloom, el antihéroe de James Joyce en su «Ulises». Todo ello lo quiso hacer contrastar, en la citada postal, con «cabeza de pescado, mediodía de Cadaqués, burro frenéticamente podrido. ¡Alegría!» . Son palabras que parecían ser una versión daliniana de lo escrito por Joyce, pero que el pintor usaba para recordar al poeta sobre sus obsesiones en esos días. Una de ellas, el burro podrido, era una manera de nombrar cierta poética, la personificada por Juan Ramón Jiménez, y que Dalí no quería que siguiera Lorca. James Joyce le sirvió como excusa para ello cuando escribió la peculiar nota.
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