Falsedades separatistas

Las grandes mentiras del independentismo (III): Cataluña fuera de España y expulsada de la UE

La Unión Europea no contemplaría que siguiera en el macroorfganismo sin pasar por un proceso largo de readmisión

El ex president de la Generalitat Carles Puigdemont.
El ex president de la Generalitat Carles Puigdemont.STEPHANIE LECOCQAgencia EFE

Ahora da la sensación de que es una polémica un poco olvidada, y suena casi absurda en febrero de 2022, no hay que olvidar que durante los años recientes más fuertes del “procés” era sobre la posibilidad, siempre en caso de independencia real,de si Cataluña podría seguir utilizando el euro y, sobre todo, si podría seguir formando por parte de la Unión Europea. Era un asunto que prácticamente aparecía en todas partes durante un tiempo, mientras ahora nadie habla de ello.

Por supuesto, la versión sobfre este polémica asunto cambia totalmente si uno es favorable o no a la independencia. Conscientes de que la frase “Cataluña fuera de Europa” puede asustar, y mucho, por motivos económicos y de aislamiento, los líderes independentistas, sin excepción se han encargado de asegurar durante los últimos diez años que la “renovación” con la UE sería automática. Daba la sensación de lo que decían con más ganas que con base jurídica, pese a que ésta no 100 % por cien clara.

Sí que parece más claro lo que sucedería con el euro, la moneda. Se podría utilizar, pero sería de forma unilateral, con mal cambio y sin las sustanciosas ayudas ofrecidas por el Banco Central Europeo (BCE).

La última vez que la Comisión Europea se pronunció en público sobre este asunto fue en 2017, y no hubieron medias tintas. El entonces portavoz jefe del ejecutivo comunitario, el griego Margaritis Schinas, reiteró que una Cataluña independiente quedaría automáticamente fuera de la Unión Europea y que, si aspirara a ser parte del bloque, debería iniciar un proceso formal de adhesión. “Un territorio que sale de uno de nuestros Estados miembro signatarios del Tratado de Adhesión debe reintroducir una petición de adhesión como candidato, y todos los procedimientos se le aplican”, resumió. Uno de los grandes problemas es que ese proceso de readmisión necesitaría del voto favorable de todos los integrantes, España incluida.

Añadió Schinas que la posición de Bruselas respecto de una región que se independiza de un Estado miembro “es de sobra conocida y no ha cambiado desde 2004″, en referencia a la línea marcada por el entonces presidente de la Comisión Europea, el italiano Romano Prodi. Los jefes del Ejecutivo comunitario que le han seguido, primero José Manuel Durao Barroso y ahora Jean-Claude Juncker, han mantenido la ‘doctrina Prodi’ como posición respecto a situaciones como la de Cataluña o Escocia.

En el mismo año, 2017, también en el que se celebró el referéndum ilegal el 1 de octubre, se volvió a incidir en este asunto. Fue el entonces presidente del Parlamento europea, Antonio Tajani. En una carta de respuesta enviada a la eurodiputada española Beatriz Becerra afirmaba que “Si una parte de un territorio de un Estado Miembro deja de ser parte de ese Estado porque deviene un nuevo Estado independiente, los Tratados no se aplicarían a ese territorio”.

También fue importante, significativa y de gran calado la aportación del ex ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo. En su libro “Por una convivencia democrática”, insiste en que Cataluña quedaría fuera de la UE no sólo en caso de producirse una declaración unilateral de independencia, sino incluso en caso de que la secesión fuera pactada y de común acuerdo con el Estado español.

Argumenta en el libro que los separatistas insisten en que “Cataluña independiente sería expulsada de la UE». «¡Que nos muestren en qué artículo del Tratado de la Unión Europea dice tal cosa!», dicen desafiantes los oradores independentistas en los mítines”. Añade el ex ministro en que “que los tratados de la Unión no se ocupen explícitamente de las secesiones no significa en absoluto que éstas no tengan consecuencias, y más aún cuando el propio artículo 4 del Tratado de la Unión Europea se refiere, como hemos podido ver con detalle en el capítulo anterior, a la integridad territorial de los Estados miembros. Pero, en todo caso, si los secesionistas exigen que se les muestre en qué artículos de dicho tratado se dice que una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE, es perfectamente posible darles ese gusto. Lo dice en dos sitios: en el Preámbulo y en el artículo 52 del Tratado de la Unión Europea. En definitiva, el argumento es que la UE no expulsaría a Cataluña del organismo, sino que el nuevo país independendiente se marcharía solo por la puerta de salida, al abandonar ESpaña.

Otro punto en contra de esa hipotética permanencia es la complicación de la modificación de los tratados y artículos de la UE, sobre todo el 52. Nunca ha sucedido.

Desde 2004, los sucesivos presidentes de la Comisión Europea (que es la guardiana e intérprete en primera instancia de los Tratados), Romano Prodi, Jose Manuel Durão Barroso y Jean-Claude Juncker, han sostenido idéntica tesis, sin variaciones en su formulación: “Si un territorio de un Estado miembro deja de ser parte de este Estado porque ese territorio se convierte en un Estado independiente, los Tratados no pueden seguir aplicándose a esa parte del territorio. Y la nueva región independiente se convierte, por efecto de su independencia, en un país tercero”. Ese nuevo Estado deberá “pedir nuevamente el ingreso” si desea ser miembro.

Además, en el artículo 1.2 del Tratado, se indica que “la Unión respetará la igualdad de los Estados miembros ante los Tratados, así como su identidad nacional, inherente a las estructuras constitucionales de éstos (...) y respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tiene por objeto garantizar su integridad territorial”. No es un asunto de legislación derivada, ni reglamentaria, ni opcional, sino de orden constitucional. De ello se traduce que para volver a ingresar en la Unión Europea, Cataluña debería contrar con el voto favorable de España, situación que no se antojaría nada fácil.