Polémico misterio
La misteriosa desaparición del niño azucena que regaló Lorca a Dalí
Un dibujo del poeta granadino no aparece entre los documentos del legado del pintor surrealista
Esto que se explica a continuación es un misterio y, como ocurre con todos los misterios, no se tienen aún todas las piezas de este rompecabezas. Lo que es seguro es que nos encontramos ante un hecho grave porque se refiere a la desaparición de un documento importante que debía estar en un archivo y podría ser que nunca hubiera llegado a su destino.
Empecemos por el principio. El 23 de enero de 1989, tras una larga agonía, moría Salvador Dalí en su Figueres natal. Todo lo que había dejado en su casa-estudio de Port Lligat y en el castillo de Púbol pasaba a ser propiedad del Estado, heredero de todos sus bienes. Las obras de arte, como es sabido, se dividieron entre el Teatro-Museo que lleva el nombre del pintor en su ciudad ampurdanesa y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Lo que estaba claro es que los muchísimos papeles personales acumulados durante décadas por Dalí y su esposa Gala se quedaban en Figueres. Esos documentos son hoy la base del Centro de Estudios Dalinianos, institución que alberga lo que el surrealista guardó con celo. ¿Pero está todo?
Para contestar a esta pregunta tenemos que remontarnos un poco más atrás, a 1986 cuando en ese año el mundo se prepara para homenajear a Federico García Lorca al conmemorarse el cincuenta aniversario de su asesinato. Son muchos los actos que se realizan para celebrar al poeta granadino, siendo uno de los más importantes una gran exposición dedicada a sus dibujos. No todos se muestran públicamente, pero el catálogo correspondiente trata de recoger buena parte de lo que se ha conservado hasta ese momento. Los amigos del autor de «Bodas de sangre» no dudaron en ayudar en esta empresa y proporcionaron copias de algunos de los originales que conservaban en su poder. El responsable de la exposición, Mario Hernández, no dudó en contactar con Salvador Dalí con la esperanza de que pudiera tener algún dibujo, como así fue. En su copioso archivo aparecieron dos piezas. Uno resultó ser un retrato de Dalí por Lorca de 1927 y que posiblemente fuera el que se expuso en el año de su realización en las Galeries Dalmau de Barcelona, en la única exposición individual que hizo el poeta de su obra plástica. Apareció entre los papeles del pintor arrugado y roto.
El otro original fue conocido en 1986 gracias a una fotocopia que Robert Descharnes, el secretario de Dalí, brindó en 1985 a Mario Hernández. Se sabe que estaba realizado en tinta y lápices de color. Abajo, a la derecha, Lorca escribió su lírico título: «Fecundación del niño azucena». Cuando en 1990, Hernández actualizó su trabajo inicial sobre los dibujos, indicó que este dibujo formaba parte del legado del surrealista.
Sin embargo, en la Fundació Gala-Salvador Dalí no está el dibujo. No forma parte del legado del artista que se guarda en el Centro de Estudios Dalinianos, como ha podido saber este diario. Allí si está el retrato que Lorca hizo de Dalí, así como unas pocas, poquísimas cartas dirigidas por el poeta a su querido amigo. Pero no hay ni rastro de «Fecundación del niño azucena». Es decir, nunca ha llegado a formar parte de la colección del centro de Figueres.
¿Puede ser que fuera a parar, dentro del reparto de 1989, al Museo Reina Sofía? No, tampoco. Allí no se conserva nada del Legado Dalí que no sea obra pictórica del genio surrealista. Algo ha pasado con el dibujo y lo que ha pasado es que se ha perdido.
Subrayemos que no nos encontramos ante una obra menor en la producción dibujística lorquiana. En primer lugar es uno de los documentos originales sobre la relación entre Lorca y Dalí, probablemente de 1927 y puede que pensado para presentar en la exposición de las Galeries Dalmau. Por otra parte, nos encontramos ante un Lorca que, pese ser de alguna manera figurativo, comienza a abrazar cierta abstracción, como hace en obras como «Brisa de mar», «Poema del anzuelo» o «Sirena». Son poemas dibujados.
La desaparición del dibujo nos devuelve al misterio de los últimos años de Dalí y el caos que hubo alrededor de sus pertenencias. Tras la muerte de Gala, en junio de 1982, Dalí se instala en Púbol y queda cerrada la casa del artista en Port Lligat con todos sus papeles y pinturas. El crítico de arte Rafael Santos Torroella supo que uno de los empleados del cercano Hotel Port Lligat vio en ese tiempo a Robert Descharnes entrar en la casa-taller para recoger documentos que se llevaba a París para fotografiarlos. «¿Por qué no los fotografió en Cadaqués donde hay mejor luz?», preguntaba Santos Torroella. Descharnes siempre negó al autor de estas líneas que eso hubiera pasado alguna vez.
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