Historia
Las cuatro iglesias románicas que sobreviven al paso del tiempo en Barcelona
Esta joyas arquitectónicas, con un milenio a sus espaldas, dan buena cuenta del pasado de capillas y conventos de la capital catalana
Suele decirse que el Románico invita al recogimiento y el silencio. A diferencia del Barroco, en el que los europeos decidieron repetir los errores de Babel, erigirse por encima de sus semejantes, pintar el mundo de colores y acercarse a Dios, el Románico conserva el misticismo y la serenidad de las religiones primitivas. Quizás por ello resulta mucho más fácil ignorar esas pequeñas capillas de piedra vieja en busca de la grandilocuencia de las catedrales. Y quizás ahí radica su importancia. En esa relación directa, sin pompa ni boato, con el más allá. Una relación que parece no tener cabida en el mundo moderno y, sin embargo, hasta tres capillas en Barcelona mantienen esa sosegada resistencia al paso del tiempo. Tres joyas arquitectónicas con un milenio a sus espaldas: Santa Anna, Sant Pau del Camp, Sant Llàtzer y Sant Pere de les Puel·les
Sant Pau del Camp
Como si de un cuadro de Friedrich se tratase, la iglesia de Sant Pau, medio derruida, se levanta en el corazón del Raval. Sus fornidas paredes de piedra encierran el misterio y las maravillas de un estilo primitivo, pero cargado de simbolismo que habla del pasado de la Barcelona de los conventos. La lápida funeraria de Guifré II Borrell, muerto en 911, ayuda a datar el origen de una de las iglesias más antiguas de la ciudad de Barcelona, lo que queda de un antiguo monasterio benedictino. De estilo románico lombardo, esta joya del Raval sufrió ataques y reconstrucciones que, en ningún caso le han hecho perder el encanto. Así, tanto la iglesia como el claustro del monasterio se encuentran en muy buen estado de conservación. La sencilla construcción, de planta de cruz con tres ábsides, muestra una modesta decoración en la cenefa de arcos ciegos que recorre el exterior y descansa en relieves en forma de cabezas.
Santa Anna
Ajena al trasiego de plaza Cataluña y sus alrededores, pero a apenas unos metros de distancia, se esconde el monasterio de Santa Anna de Barcelona, una iglesia y antiguo monasterio con claustro y sala capitular, vinculado a la Canónigos Regulares del Santo Sepulcro desde el siglo XII. El conjunto da nombre al barrio de Santa Anna, uno de los integrantes del Barrio Gótico. La iglesia románica fue declarada monumento nacional en el año 1881y fue declarado Bien de Interés Nacional. La construcción de la iglesia se inició a mitad del siglo XII, durante el periodo románico. El monasterio lo edificó el arquitecto Ramon Amadeu, con la iglesia colegiata de Santa Ana. La construcción continuó durante los tres siguientes siglos, ya en periodo gótico. Actualmente se conserva la estructura románica original del templo, con ábside cuadrado y planta de cruz, cubiertos con una bóveda de cañón apuntada del siglo XIII. La puerta de estilo gótico es del año 1300. En el siglo XIV se alargó la nave que ya fue cubierta con bóveda gótica de crucería y en el siglo XV se construyó el cimborrio.
Sant Pere de les Puel·les
Si uno se pierde por el Born es fácil que acabe topándose con alguna de las tres calles dedicadas a Sant Pere, més baix, de dalt o del mig. Pues basta seguir cualquiera de ellas hasta llegar a la plaza, obviamente, de Sant Pere y, coronándola, el monasterio de Sant Pere de les Puel·les. El monasterio fue fundado en el siglo X con el patrocinio de los condes de Barcelona, Sunyer I y Riquilda de Tolosa, quienes pusieron, como primera abadesa, a su hija Adelaida de Barcelona. La documentación más antigua que se conserva es el acta de consagración de su iglesia románica, que hizo el obispo Guilarà en 945. El monasterio reemplazó la anterior iglesia de Sant Sadurní, que ya existía en el siglo IX. De la construcción del claustro hay documentos de 1143.
Sant Llàtzer
Ubicada en el Raval, se trata de una capilla románica con nave de salón. La bóveda de cañón que se ve actualmente no es la original, sino que fue sustituida a principios del siglo XVIII por el mal estado en que se encontraba. En la misma época se añadió una capilla cuadrada en el lado sur (dando a la calle del Hospital). La capilla de Sant Llàtzer es el último vestigio de un conjunto bastante mayor que se conocía como el Hospital de los Enfermos Mesells, dedicado a atender a los leprosos. La fundación de esta institución se produjo durante el mandato del obispo Guillem de Torroja (1144-1171) en una zona extramuros no urbanizada a orillas del camino que cruzaba el Pla de Barcelona de norte a sur (hoy Calle del Hospital). Desde su fundación, el lazareto fue adquiriendo e incorporando un conjunto de tierras y casas vecinas que, con el tiempo, llegaron a configurar un complejo que ocupaba toda la manzana.
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