Opinión
La ciudad y los perros
En Barcelona viven 172.971 perros y 165.482 niños de entre 0 y 12 años
No, no les voy a hablar de "La ciudad y los perros", la primera novela de Vargas Llosa, publicada hace ahora 60 años, en octubre de 1963, y que le convirtió en abanderado del boom latinoamericano. En esa novela, la ciudad es Lima y los perros son los cadetes que estudiaban en el Colegio Militar Leoncio Prado, el mismo colegio en el que el escritor peruano cursó dos años de enseñanza secundaria.
La ciudad de la que les voy a hablar es Barcelona y los perros son los canes domésticos, que, según recogían algunos periódicos este verano pasado, superan ya en número a los niños. Concretamente, con datos de finales de 2022, en Barcelona viven 172.971 perros y 165.482 niños de entre 0 y 12 años.
Lo cual es algo que no tarda en percibirse. Visiten si no un parque un domingo por la mañana, donde podrán comprobar que los mimos y carantoñas se reparten casi por igual entre niños y canes. Las estampas familiares han cambiado.
O siéntense en la terraza de un bar, en la que un chucho que está acurrucado bajo una mesa ve pasar a un congénere y se pone a ladrar como un descosido. ¿Creen que le mandan callar, que es lo que harían con un niño si se pusiera a dar gritos? No, le acarician, le reprenden por lo bajinis, tratan con la mayor delicadeza de hacerle entender que eso no se hace. Así hasta que el cánido se cansa de ladrar al otro, o este desaparece de su vista.
Va uno paseando por la acera y se encuentra de frente a un perro que ha sacado a pasear a su amo. Este lo lleva atado pero el perro en la calle se siente libre y lo que menos le gusta es ir pegado a su dueño. Como la acera es estrecha, al humano paseante se le plantea entonces un dilema que le lleva lo suyo resolver: ¿salto por encima de la correa?; ¿doy un rodeo por la derecha y esquivo al perro?; ¿doy un rodeo por la izquierda y esquivo al amo del perro?; ¿espero a que este último se dé cuanta de mi situación y tire de la correa?; ¿me aparto a un lado y aguardo paciente a que pasen los dos? Y sí, muchos son de tamaño mascota, y los hay de traza humilde y natural pacífico, pero abundan los de raza grande y porte fiero que levantan la cabeza y si uno les mira le devuelven la mirada.
Luego están los parques por los que andan ellos a sus anchas, y eso que tienen sus pipicanes para socializar, y los restos sólidos, líquidos y gaseosos –por el aroma– con que amenizan el paisaje urbano, pero eso es mejor que lo dejemos para otro día.
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