Autor excepcional
Colm Tóibín: «Las novelas no deben ser apolíticas»
El autor barcelonés presenta en Barcelona sus libros «La mirada cautiva» y «Long Island»
No suele ser habitual que un autor visite Barcelona con dos novedades editoriales con él. El escritor irlandés Colm Tóibín visita estos días la capital catalana para participar en un acto en el CCCB, que tuvo lugar ayer, y para presentar su dos últimos trabajos publicados en nuestro país: «Long Island», en Lumen y que es la continuación de su celebrada novela «Brooklyn», y «La mirada cautiva», un volumen editado por Arcadia y que recoge algunas de sus impresiones sobre artistas como Tàpies, Goya, Bacon o Barceló.
Tóibín, durante un encuentro con medios, habló de las dos obras, empezando por «Long Island» de la que dijo que «los novelistas no deberían escribir segundas partes, secuelas. En “Madame Bovary” no hace falta saber qué pasará después, como igual pasa con “Moby Dick” o “Don Quijote”. La segunda parte no la queremos. Cuando uno escribe una novela le da forma, es como un arco. Así que no hacía falta una segunda parte de “Brooklyn”, nadie me lo pidió. Pasaron quince años sin incidencias y la gente no iba llorando por la calle pidiendo una segunda parte. Pero un día, antes de la pandemia, iba por la calle pensando en mis cosas y, de repente, aparecieron las primeras ideas. Escribí el primer capítulo. Me esperé un año y escribí más. Me di cuenta que tenía una novela con un hilo argumental».
«Long Island» es una obra en la que Tóibín reafirma su maestría como narrador, en una historia con un tono melancólico y donde los silencios tienen una gran importancia y significado. A este respecto aseguró que «me interesa mucho el silencio porque es algo muy dramático que permite jugar. Este secretismo de unos sí y otros no es un motor de energía creativa».
Tóibín ha pasado muchas temporadas en Cataluña. Precisamamente su estancia en Barcelona, durante la segunda mitad de los setenta, fue fundamental para que se decidiera a dedicarse a la escritura, algo que comenta en el texto inicial de «La mirada cautiva». Colm Tóibín rememoró su encuentro, en ese museo que sería el posterior Mnac, con la pintura de Joaquim Mir e Isidre Nonell. «M e resulta fascinante que uno no evolucione y no acabe en cubismo. En el museo de arte que había en la Ciutadella, donde ahora está el Parlament, me fascinó ver a pintores que habían ido a París, como Isidre Nonell, volvieron y siguieron haciendo la misma pintura hasta la muerte. Nonell estuvo en la capital francesa y cuando se fue le pasó su estudio a Picasso. Me interesó esa idea de repetición, la modestia del pintor y que no hicieran carrera en París.», aseguró.
Otro nombre artístico que surgió en la conversación fue el de Francisco de Goya del que dijo que «me interesaron los retratos, no los grabados ni las grandes pinturas de guerra. Me sorprendió su faceta en el retrato. Me gusta la idea de que no necesitas la sociedad como telón de fondo, puedes trabajar el espíritu, con eso ya puedes encajar las cosas».
El autor de títulos como «El Testamento de María», «La casa de los nombres» o «El mago» cree que «las novelas no deben ser apolíticas. En “Brooklyn” se habla de inmigración, una palabra con más fuerza que el cambio climático. Me sorprendió mucho, en los años noventa, cuando Irlanda empezó a recibir inmigrantes, que la gente se sorprendía porque a mí me resultaba maravilloso. No veo el problema. Pienso que si voy al supermercado y si quien me atiende es lituana y tiene rostro melancólico, si lo pongo en una novela eso ya es político. Explicándolo así puede que sea más fácil que alguien lo tolere», concluyó el gran escritor irlandés.
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