Opinión

Hipocorísticos, patronímicos y apodos

Más difíciles de explicar son estos dos hipocorísticos muy populares, Pepe y Paco

Gran afluencia de ciudadanos y turistas en Las Ramblas de Barcelona
Muchas personas en la Rambla de BarcelonaAlejandro GarcíaAgencia EFE

Hablaba uno en esta columna, hace dos semanas, de la vida de san Francisco de Asís, y su nombre me da hoy pie para tratar de algunas cuestiones que tienen que ver con los nombres de las personas. Y traigo a colación a san Francisco porque su nombre era en realidad Giovanni (Juan), pero su padre, que viajaba con frecuencia por ser comerciante de paños, se hallaba en Francia cuando su hijo nació, y en recuerdo de esa estancia le empezó a llamar Francesco, que vendría a equivaler a «Francés», o, más propiamente, a «Francesito», y con ese nombre se quedó. Y por cierto que fue el primero en llevar ese nombre, hoy tan popular, y de él derivan el Francisco español, el François francés, el Francis inglés, el Franz alemán y el Francesc catalán.

Que a los Francisco se les llame Fran o Quico es fácil de entender, pues son las formas abreviadas que se utilizan en el ámbito coloquial o familiar. Estas designaciones, cariñosas y a veces infantiles, reciben el nombre de hipocorísticos, y son muy frecuentes: Manu, Nico, Nando, Toni o Toño (Antonio), Maite (María Teresa), Maribel (María Isabel), Nacho (Ignacio), Chelo (Consuelo), Charo (Rosario), Concha (Concepción), Lola (Dolores)…

Más difíciles de explicar, y más curiosas por eso mismo en cuanto a su origen, son estos dos hipocorísticos muy populares, Pepe y Paco, con los que llamamos, respectivamente, a los José y Francisco. El primero se formó al repetir el sonido de las dos P iniciales de la expresión latina Pater Putativus (Padre putativo, es decir, considerado o tenido por padre, no siéndolo), la abreviatura empleada por los copistas medievales para referirse a san José. El segundo tiene también orígenes medievales, cuando los copistas, al no estar fijadas las grafías, transcribían la f con el dígrafo griego ph: Phranciscus o Phrancisco, que acabó abreviándose en Phaco, de donde vendrían las formas Phaco o Paco, y, más tarde, Paco. Aunque hay asimismo quien sostiene que provendría de las sílabas iniciales de Pater Comunitatis (Padre de la comunidad), el nombre en latín con que se conocía a san Francisco de Asís.

El término patronímico, por su parte, hace referencia al apellido que se daba antiguamente en España a los hijos, y que está formado sobre el nombre del padre: Fernández (hijo de Fernando), Rodríguez (hijo de Rodrigo), Pérez (hijo de Pedro), López (hijo de Lope)…

Los apodos, alias o motes, que conllevan comúnmente una intención peyorativa o humorística, y que en los pueblos solían aludir a una peculiaridad personal o a una circunstancia familiar, se han aplicado también a personajes históricos para resaltar alguna cualidad o condición: Alejandro Magno, Alfonso X el Sabio, Pedro I el Cruel, Jaime I el Conquistador, Juana la Loca, Isabel la Católica, Iván el Terrible, Catalina la Grande…