
Política
Illa sigue ampliando los perfiles nacionalistas de la Generalitat de Cataluña
El pasado martes se hizo oficial el fichaje de Albert Piñeira, de Junts, para sustituir al delegado de la Generalitat en Perpiñán

Desde que Salvador Illa asumió el reto de liderar la Generalitat, no ha dejado de repetir que su Govern será «el de todos». Una declaración de intenciones que, en la práctica, se ha traducido en una estrategia de ampliación del espacio político hacia la antigua órbita nacionalista e incluso hacia sectores independentistas. Su objetivo: proyectar una imagen de talante moderado, integrador y centrista, pero sin incomodar a los votantes de tradición catalanista ni a los cuadros políticos del antiguo régimen convergente.
Esta semana, el president ha vuelto a mover ficha en esa dirección al sustituir al delegado de la Generalitat en Perpiñán, Christopher Person, por Albert Piñeira. Exalcalde de Puigcerdà y militante de Junts hasta fechas recientes, Piñeira fue durante más de una década un referente del espacio postconvergente en la Cerdaña. Más allá del revuelo puntual, el nombramiento es solo el último ejemplo de una tendencia que ha marcado toda la arquitectura del nuevo Govern.
El nacionalismo se instala
Lejos de representar un giro puntual o pragmático, la incorporación de perfiles de ese tipo ha sido una constante en todo el mandato de Illa. De hecho, los socialistas ya se abrieron a esta vía durante la campaña electoral, cuando el entonces candidato escenificó su cercanía con el catalanismo moderado posando junto a Miquel Roca, padre de la Constitución y figura destacada de la extinta Convergència. Después llegarían los nombramientos.
Entre los casos más significativos figura el de Ramon Espadaler, conseller de Justicia y Calidad Democrática, exconseller de Interior con Artur Mas y de Medio Ambiente con Jordi Pujol. Espadaler, actual secretario general de Units per Avançar, comparte grupo parlamentario con el PSC y ha sido una figura clave en el acercamiento entre los socialistas y el catalanismo tradicional. Otro nombramiento que ha levantado ampollas ha sido el de Miquel Sàmper, ahora conseller de Empresa y Trabajo, pero con un historial como conseller de Interior con Quim Torra y Pere Aragonès. Exmilitante de Junts, defensor de la existencia de «presos políticos» y abogado del diputado prófugo Lluís Puig, Sàmper ha nutrido su departamento con nombres convergentes, como el exdiputado del PDECat Lluís Font, director del Consorci per a la Formació Contínua de Catalunya, o el exdirigente de CDC Emili Alberich, hoy trabaja para Sàmper.
Un sottogoverno convergent
La huella del viejo nacionalismo no termina en los despachos principales. El llamado sottogoverno, las capas intermedias de la administración, también ha sido colonizado por figuras ligadas a CiU, ERC o incluso Junts. El ejemplo más reciente es el nombramiento del exconvergent Ferran Falcó como coordinador de Media City, el proyecto audiovisual estrella del Govern. Falcó fue el rostro de CiU en Badalona, y durante el procés ejerció como número dos del Departamento de Territorio.
En la esfera técnica, destacan casos como el de Pere Macias, ahora comisionado para el traspaso de Rodalies, con una trayectoria transversal que incluye una vinculación con Convergencia.
A esta lista se suman nombres menos conocidos pero igualmente significativos: David Bonvehí, excoordinador general del PDECat y ahora director general de cooperativas; Mar Giné, excandidata de Ara Pacte Local en Tarragona, designada directora de servicios territoriales del departamento de Empresa en esa demarcación; o Antonio Suárez, alcalde de Riba-roja y ex-PDECat, a cargo ahora de los servicios territoriales de las Terres de l’Ebre.
Narrativa compartida
Más allá de los nombres, Illa ha asumido en su discurso oficial gran parte de la narrativa que hasta hace poco era patrimonio del independentismo. El president habla sin complejos de Cataluña como «un país», defiende la financiación singular para Cataluña y plantea el traspaso de Rodalies como una necesidad urgente.
Incluso en áreas tradicionalmente sensibles como la política lingüística o la cultura, el Govern ha apostado por perfilarse en una línea próxima al soberanismo. El conseller de Política Lingüística, Francesc Xavier Vila, es un independentista confeso que ya ocupaba cargos durante el mandato de Aragonès. Su continuidad, según sus propias palabras, responde a que «la propuesta de Illa era la misma» que la de ERC. En Cultura, Sònia Hernández, proveniente también del sottogoverno republicano, ha sido ascendida a consellera.
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