
Opinión
Un infierno anunciado
La España vaciada y abandonada es también la España calcinada

El cielo está amarillo y el sol es un ojo rojo como el que dicen que alumbrará el día del fin del mundo. Ni los pájaros se atreven a volar, asustados por el humo y el rugido de esas grandes aves negras que de vez en cuando pasan por encima camino de no se sabe dónde.
Arden el aire y la tierra, arden la rabia y las lágrimas, arde la memoria, la de los vivos y la de todos los antepasados que habitaron en estas montañas.
Un anciano tala, como medida de precaución, los dos árboles, un cerezo y un manzano, que dan sombra a la entrada de la casa. Dos niñas lloran porque a su abuelo se le han quemado las vacas en el monte. Los desalojados se van con el corazón encogido porque no saben si podrán volver.
Han ardido pueblos, pero Marlaska dice que hay medios suficientes y Mañueco dice que no y que la culpa es del Gobierno, y así siguen. Y habrían ardido más si los vecinos con sus desbrozadoras, palas, azadas y hachas no hubieran defendido con uñas y dientes lo suyo; los vecinos, que no paran de decir que se han sentido solos y abandonados, antes, ahora y después.
Por las noches el resplandor de las llamas dibuja un horizonte de pesadilla. El infierno está a la vista, el infierno anunciado por la despoblación rural, el abandono de los montes y la desidia, el desinterés, el desconocimiento y hasta el desdén con que las administraciones todas miran las cosas del campo.
Esta montaña, la montaña de Riaño y los Picos de Europa, en la provincia de León, era un paraíso y ahora es un campo de cenizas. Los montes, hayedos y robledales, que albergaban la vida secreta de tantas especies de animales que se han quedado sin casa, eran su mayor riqueza. Esos montes son ahora de color negro, y negros son los arroyos que bajan por ellos, y de negro se teñirá la nieve que los cubra en el invierno.
¡Si las generaciones que con tanto esfuerzo cuidaron de esta tierra para dejárnosla como legado vieran en qué la hemos convertido, y cómo se la vamos a traspasar a los que vengan!
La España vaciada y abandonada es también la España calcinada que, vestida de cenizas, asiste inerme y atemorizada al espectáculo de las llamas. ¿Limpiar los montes para prevenir los incendios? No es rentable. No hay votos que cosechar, luego no vale la pena invertir allí recursos: esa parece la consigna, y esa la actuación en este infierno anunciado de montes, pueblos, animales y ganado que arden abrasados porque son los últimos de la lista en las prioridades oficiales.
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