Tesoro literario

El legado quijotesco de Francisco Rico

La Universitat Autónoma de Barcelona guarda la gran colección con los ejemplares de la obra de Cervantes que atesoró el especialista

Una de las ediciones guardadas por Rico
Una de las ediciones guardadas por RicoUAB

La triste noticia del fallecimiento de Franciscos Rico, probablemente el mayor especialista que teníamos en la actualidad sobre «Don Quijote de la Mancha», ha hecho que se haga balance de su gran legado, de una vida dedicada al estudio de los clásicos, especialmente a la gran novela de Miguel de Cervantes Saavedra. Además de todo lo publicado por Rico a lo largo de su extensa carrera, hay otro legado que podríamos calificar como, de alguna manera, más material y que desde hace unos años forma parte de los fondos bibliográficos de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

Retrocedamos a unos años atrás. En noviembre de 2015, la UAB expuso buena parte de la donación realizada por Rico, una increíble colección formada por diversos Quijotes, muchos de ellos el fundamental material de trabajo del maestro. Pero, además de la celebérrima aventura de Alonso Quijano, también logró Rico joyas como un ejemplar de «Obras de Ludovico Blosio» (1605), un texto que salió impreso al mismo tiempo que la primera edición de la primera parte del Quijote, en el mismo taller y por aquellos que debían ser los mismos operarios.

Pero la parte más importante de este fondo son una serie de ediciones que pueden calificarse como singulares por su excepcionalidad. Una de las más importantes es la de Valencia de 1605, además de las de Madrid de 1636-1637 y la de Bruselas de 1662, las impresiones del siglo XVIII (Tonson, Bowle, Real Academia, la de Londres de 1738, la edición de la Haya de 1744, etc.), la primera de Doré, las ilustradas por Tomás Gorchs y de Urrabieta Vierge, y muchas otras.

Igualmente el fondo de Francisco Rico contiene algunos de los facsímiles más importantes de «El Quijote». No se trata de algo menor porque algunas de estas ediciones son superiores en su valor a algunas de las antiguas. Es el caso del primer facsímil editado en Barcelona en 1871.

En el fondo de Rico, conservado en la biblioteca de humanidades de la UAB, también se contiene todo tipo de elementos vinculados con don Quijote de la Mancha y su fiel Sancho Panza. Hay, en este sentido, rastros de algunas de las adaptaciones que se han hecho de la novela, desde la mítica serie de dibujos animados dirigida por Cruz Delgado en 1979 para Televisión Española. Tampoco faltan algunos de los saltos que dio don Quijote a la gran pantalla, aunque no con mucha suerte, como pasó con el intento fallido que quiso firmar el gran cineasta Orson Welles.

Mención aparte la merece algunas de las lecturas que del clásico han hecho algunos artistas. La colección de Francisco Rico contiene, a este respecto, por ejemplo, la famosa imagen creada por Picasso en 1955. Otro pintor, Antonio Saura, también hizo su personal aproximación, siendo una de las obras para esa edición una de las joyas del fondo creado por el profesor. Igualmente podemos encontrar una acuarela de Manolo Valdés, así como un dibujo original de Eduardo Arroyo.

Evidentemente ellos no fueron los primeros en ilustrar la palabra escrita de Cervantes. En la biblioteca cervantina de Rico tenemos la primera de ella, la que Juan Mommarte editó en Bruselas en 1662. En sus dos volúmenes aparecen láminas atribuidas a Frederik Bouttats, convirtiéndose en el primer artista que se atrevió a ilustrar los episodios cervantinos del ingenioso hidalgo. Otra joya de la biblioteca es originaria de París gracias al empeño del Michel-Étienne David quien en 1733, en cuatro tomos, contando con la traducción al francés de François Filleau de Saint-Martin, encargó a François Bonnard unas ilustraciones inspiradas en los dibujos de Charles-Antoine Coypel.

Siguiendo en este camino por un lugar de la Mancha del que no quiso recordar su nombre Cervantes, merece la pena resaltar la edición salida de la imprenta de Antonio Bergnes de las Casas en 1839, la primera en España que repuso los pasajes censurados por la Inquisición.

Con esta donación, Francisco Rico subrayó la importancia que ha tenido y tiene Barcelona como ciudad cervantina por excelencia. No se puede olvidar que el autor castellano escribió en la capital catalana algunas de las páginas de la segunda parte de su Quijote, aunque ningún Ayuntamiento de Barcelona haya querido fijar con una placa ese acontecimiento literario en la casa en la habitó tan gran escritor.

Cuando se presentó por primera vez este legado en una exposición en la UAB, el encargado de acompañar a Rico en la inauguración fue el escritor Eduardo Mendoza quien nunca ha negado su devoción por la gran novela. Aquel día calificó la muestra y su contenido como «una ocasión casi amorosa» tanto para los bibliófilos como para los amantes de Don Quijote.

Probablemente uno de los mejores homenajes que se pueda hacer a partir de ahora a Francisco Rico sea el de seguir leyendo sus trabajos y consultar esta colección quijotesca única, un regalo para los lectores y los especialistas.