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Luz de Santa Coloma, el testimonio de la última gran amiga de Josep Pla
Desde Argentina, en declaraciones a LA RAZÓN, recuerda al gran escritor ampurdanés
Entre las muchas sorpresas y novedades que Xavier Pla aporta en “Un cor fortiu”, su completa biografía de Josep Pla, destaca la aparición de un personaje hasta ahora desconocido en esta historia, una mujer que tuvo un importante papel en la vida del escritor. Se llama Luz de Santa Coloma y en 1958 era una joven de 16 años cuando conoció a uno de los autores más importantes de la literatura catalana del siglo XX. Gracias a Xavier Pla y a Irina Braun, hija de la protagonista de esta historia, este diario ha podido conversar con Luz de Santa Coloma quien no disimula su sorpresa al aparecer en uno de los capítulos de la vida del autor de “El quadern gris”.
Desde Argentina, Luz de Santa Coloma explica cuál es su primer recuerdo de Josep Pla, a bordo del Conte Grande que desde Río de Janeiro se dirigía al puerto de Barcelona: “Yo tenía 16 años y realizaba mi primer viaje a Europa acompañada de mi madre. La primera imagen que recuerdo de Pla es sentado con los brazos cruzados, sonriendo y conversando con un español en el salón de fiestas del barco en que viajábamos de Buenos Aires a Barcelona. El español tenía pelo blanco, muy elegante con una casaca blanca con charreteras doradas. Pensé que podía pertenecer a la Armada. Alrededor había dos parejas de argentinos y nos sentamos con ellos a participar de la reunión. Pla sin pretender acaparar la atención, introducía temas de conversación generales e interesantes y lograba que todos conversaban. Era un grupo tan heterogéneo como el director del diario más importante de mi país, Adolfo Mugica de “La Nación”, un empresario rural y banquero, Ernesto Tornquist y un marino español. Las mujeres de ellos como era habitual en mi país no opinaban de nada. Este encuentro ocurría todas las noches, salvo cuando me iba a bailar a segunda clase del barco. Me escapaba con un admirador brasilero que conocí allí”.
Pero Josep Pla no solamente se dedicó a hablar con quienes fueron sus compañeros de tertulia en alta mar. También se fijó en aquella muchacha que, como apunta Irina Braun, era “muy bella” y tenía unos hermosos ojos azules. “En días posteriores yo me encontraba sola sobre la barandilla de cubierta mirando el mar. De repente sentí la presencia de alguien que me preguntaba: ¿Le gusta a usted el mar? Era Pla”, rememora Luz añadiendo que “yo me sorprendí confusa y lo único que pude responder es sí. Él me respondió: “El mar es bonito para verlo desde un café”. Me siguió contando que venía de la cubierta de segunda donde viajaba un cura con una larga barba negra, sotana y sandalias con el que le gustaba conversar. Era tercermundista. Esa fue la primera vez que se acercó a mí para conversar”.
Antes de decirse adiós, Josep Pla tuvo una sorpresa para Luz de Santa Coloma: “Cuando llegamos a Barcelona, Pla bajó del barco sin despedirse y volvió al poco tiempo con una pila de libros suyos y me los regaló. Yo los fui leyendo a lo largo de mi viaje en Italia con mis padres. Era una chica tímida y me expresaba mejor por escrito porque su presencia me intimidaba. Creo que esas cartas primeras fueron el origen de su invitación formal a mis padres a compartir 15 días con el en el Mas Pla. Yo estaba acostumbrada a leer mucho porque la literatura era mi refugio en una vida familiar solitaria con hermanos mayores que hacían su vida y tíos y abuelos que prestaban poca atención”.
En “Un cor fortiu” hay varios ejemplos de esa correspondencia cruzada entre los dos amigos tras aquel encuentro en barco. Pla no dudó en sincerarse con Luz y la madre de la joven al asegurarle, por ejemplo, al dibujar una suerte de autorretrato en el que se dibuja asegurando que “hubiera sido un hombre sociable, pero la vida me ha llevado a ser un nómada solitario y borroso. Mi abrumador charlatanismo se explica por la soledad sin remedio. Ahora he caído otra vez en el “Soleil noir de la mélancolie”, como decía Gérard de Nerval, autor que les recomiendo. Espero que sabrán personar mi verborrea”.
En junio de ese 1958, Luz, acompañada de su madre Felisa Alvear, visitó a Josep Pla en el Mas Pla de Llofriu. De aquellos días quedan unas cuantas fotografías que fueron tomadas por Josep Quintà, chófer y hombre de confianza del escritor, que aparecieron en venta después de que el periodista Alfons Quintà se volara la cabeza tras asesinar a su pareja. En ellas se ve a Pla vestido de Pla, trajeado sin corbata y con su inconfundible boina, mientras Luz sonríe feliz a la cámara.
Pese al mucho tiempo pasado, el recuerdo del autor de “Vida de Manolo” o “El carrer estret” pervive en ella. Como la propia Luz de Santa Coloma comenta a este diario, “el biógrafo Xavier Pla, cuando tomó contacto con nosotros hace pocos años, me mandó algunos libros traducidos al español, “El cuaderno gris”, “Viaje en autobús” y alguno otros que conseguí en la feria del libro en Barcelona. En las librerías comerciales y de libros usados, que me divierte recorrer, nunca encontré nada. Cada vez que leía un libro suyo su lectura me trasladaba en el tiempo a las emociones vividas durante los pocos días que estuvimos juntos, a nuestras conversaciones que se continuaron por carta a lo largo de los años”.
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