Opinión

Motivos para un serio pesimismo

Desempeñar un cargo público es una responsabilidad, no una oportunidad

Fachada del Congreso de los Diputados
Fachada del Congreso de los DiputadosCristina BejaranoLa Razón

La clase política (una casta, según algunos), que, aislada y absorta en sus quehaceres y preocupaciones, ha establecido sus propias reglas y, nadie se haga ilusiones, defiende principalmente sus intereses, que no coinciden siempre con los de aquellos a quienes representa. O sea, el medro personal antes que el bien general, el rédito electoral por encima del beneficio público, primero el provecho partidista y luego si acaso el del votante. (Ya lo dicen las malas lenguas: los partidos políticos se han convertido en agencias de colocación.) Y sus miembros se han olvidado de que los ciudadanos los han elegido para que les sirvan, no para que se hagan los dueños del cotarro; de que desempeñar un cargo público es una responsabilidad, no una oportunidad; de que trabajar por los demás no se paga con privilegios ni prebendas. Subir a una tribuna y salir en la televisión conlleva además unas exigencias. La primera, dar ejemplo; ejemplo de buena conducta, de decencia en el comportamiento, que hasta eso tan elemental se les ha olvidado. No hablar ni comportarse con la arrogancia, cuando no la chulería, que acostumbran, no faltar al respeto a nadie (¡un presidente del Gobierno que se burla del jefe de la oposición cuando este le advierte de que va a tener que comparecer ante una comisión de investigación en el Senado, y la vicepresidenta que le ríe a carcajada tendida la gracia, y toda la bancada que aplaude y prolonga la rechifla!, en qué ayuda eso, y cómo se va a esperar luego que la ciudadanía valore y practique los buenos modales), cumplir con las normas y obligaciones (¡un concejal del ayuntamiento de Barcelona que se ausenta de su trabajo durante 35 días para embarcarse en la flotilla y que no duda en afirmar que no por eso dejará de cobrar el sueldo que le corresponde!, qué pensará de eso, por ejemplo, el que no puede hacer lo mismo para atender a los padres en sus últimos días), reconocer los errores y obrar en consecuencia (¡un presidente, autonómico, que se agarra al cargo y hace oídos sordos a todas las evidencias!, por qué no admite que no estuvo a la altura en la tragedia de la dana y dimite).

La educación, el estado en que se halla, de abandono y desastre. Y lo peor de todo, que nadie parece estar dispuesto a ponerle remedio. Para lo cual es urgente y necesario devolverle al profesor la autoridad en el aula, recuperar la cultura del esfuerzo en los alumnos, restituir el aprendizaje por conocimientos (con libros y papel), consensuar una ley educativa que dure muchos años…

La audiencia y el seguimiento que alcanza cualquier persona que salta a la fama de las redes sociales, y el poco aprecio y reconocimiento de que gozan los profesionales –estudiosos, investigadores, científicos…– que, anónimamente y desde todos los campos del saber, se esfuerzan por que tengamos un mundo mejor.