Opinión

Perros famosos de la literatura universal

Los perros son los animales que con más frecuencia han aparecido en obras literarias

Los misterios de Tintín
Tintín y Milúlarazon

Como todos los años según el santoral del Martirologio Romano, se celebró el pasado día 17 la festividad de san Antonio Abad, un monje ermitaño que vivió en el desierto allá por los siglos III y IV, y bajo cuya advocación se bendice ese día en algunas iglesias a los animales, que le tienen por patrón. Concurren sobre todo a esas bendiciones los que hoy se llaman mascotas o animales de compañía, y muy particularmente los perros, por ser los que más abundan (solo en Barcelona viven 172.971, según datos de 2022).

Los perros son también los animales que con más frecuencia han aparecido en obras literarias, y con nombre propio, un privilegio del que, en la vida real, solo han gozado los que conviven con el hombre. Algunos, incluso, hasta han alcanzado el rango de protagonistas, como Colmillo Blanco, el perro lobo salvaje que da título a la novela homónima de Jack London, o Buck, un can bonachón que recupera sus instintos primitivos cuando se ve obligado a adaptarse a las duras condiciones de vida en Alaska, y que desempeña idéntico papel en otra obra del mismo autor, La llamada de lo salvaje. Aunque sin nombre propio distintivo, un terrorífico perro fantasma comparte el protagonismo con Sherlock Holmes en la tercera novela de Arthur Conan Doyle, "El sabueso de los Baskerville".

Del siglo pasado, como los anteriores, y al calor de la literatura infantil y juvenil, han adquirido renombre universal el perrito Toto de "El maravilloso mago de Oz", de L. Frank Baum, Milú, el célebre compañero de Tintín en las historietas de Hergé, Lassie, la perra collie que protagoniza la novela "Lassie vuelve a casa", de Eric Knight, y Tim, el perro de Georgina, la chica que odia ser tratada como tal y solo responde al nombre de Jorge en "Los cinco", la memorable serie de aventuras de Enid Blyton.

En la literatura clásica, aparte de Cerbero, el perro mitológico de tres cabezas que guardaba la puerta del infierno, el más ilustre es Argos, que fue el primero en reconocer a su amo, Ulises u Odiseo, cuando este volvió a Ítaca tras veinte años de ausencia. Así describe Homero en la "Odisea" el emocionante reencuentro: “Y un perro que estaba echado alzó la cabeza y las orejas: era Argos, el can del paciente Odiseo, a quien este había criado, aunque sin poder disfrutarlo luego, pues tuvo que partir a la sagrada Troya (…). Al advertir que Odiseo se aproximaba, le halagó con la cola y dejó caer ambas orejas, mas no pudo salir al encuentro de su amo, y este, cuando lo vio, se enjugó una lágrima (…). Entonces la Parca de la negra muerte se apoderó de Argos, después de que volviera a ver a Odiseo al cabo de veinte años”.