Opinión

Todo sigue igual (de mal) en la enseñanza

Planes educativos saturados de ese buenismo pedagógico empeñado en desdeñar la exigencia y la cultura del esfuerzo

Imagen de un aula
Imagen de un aula Europa Press

“La educación en Cataluña se estanca: el Govern avanza que los resultados de 2025 no son los que querrían”: así reza el titular de una noticia aparecida la semana pasada en este mismo diario. Los resultados a los que se alude corresponden a las pruebas de competencias básicas que se han llevado a cabo en los centros educativos en el curso que está punto de finalizar, con los cuales se esperaba revertir o paliar al menos los obtenidos en el último informe PISA, que certificaron el bajo nivel de los alumnos catalanes, por debajo de la media europea y española, particularmente en matemáticas, comprensión lectora y expresión escrita.

La receta con la que el Govern va a tratar de remediar la pobre situación académica es la de siempre: más recursos económicos, más medios materiales y humanos (¡personal de atención educativa!) y el consabido propósito de mejorar la adjudicación de plazas y revisar la complejidad de los centros… Parches que a lo sumo pueden disimular la herida, cortinas de humo para desviar el foco y no enfrentar de verdad la situación.

Porque la raíz de ese fracaso está en lo que enseña y como se enseña (venga a hablar de competencias y proyectos, pero qué poco de conocimientos), y en los planes educativos saturados de ese buenismo pedagógico empeñado en desdeñar la exigencia y la cultura del esfuerzo, y en el papel de los profesores, abrumados de trabajo burocrático (programaciones, informes y formularios que de nada sirven y les roban el tiempo que debían dedicar a la preparación de las clases, su principalísima responsabilidad) y con serios problemas muchas veces para imponer su autoridad en el aula.

Lo anterior incide sobre todo en dos competencias básicas, la comprensión lectora y la expresión escrita, que acaso sean ahora mismo el problema más grave y preocupante en todas las etapas de la enseñanza. Muy particularmente la segunda, a la que el sistema psicopedagógico imperante trata en la práctica con manifiesto desdén, pues dificulta su propósito fundamental: rebajar el grado de exigencia para implantar un falso igualitarismo. Solo así se entiende el anuncio, luego desmentido a medias –lo que disfrutan enredando al personal–, de que en Catalunya las faltas de ortografía no bajarían nota en las pruebas de selectividad de este año, salvo en las asignaturas de lengua: otro subterfugio para premiar de tapadillo la ignorancia.

Y termino con otra noticia, también de la semana pasada: el anuncio de que a partir del curso 2025-26 se retirarán las pizarras digitales en la etapa infantil y se prohibirán los móviles en la ESO. Un paso en la buena dirección, al que debería seguir pronto, si de verdad se quiere poner remedio al desbarajuste educativo, la retirada también de los portátiles y la vuelta a los libros de texto.