Novedad editorial

Los últimos secretos del otro Lorca que acompañó a Dalí

Un libro presenta las impresiones desconocidas de quien fue el alcalde de Figueres

Una instalación con imágenes de Salvador Dalí en una exposición en Lieja (Bélgica) en 2016
Una instalación con imágenes de Salvador Dalí en una exposición en Lieja (Bélgica) en 2016larazon

De todos los episodios en la larga vida de Salvador Dalí, probablemente sean los relacionados con sus últimos y controvertidos años los más tristes. El artista había desaparecido y solamente permanecía un hombre que era lo más parecido a los restos de un naufragio causado por demasiados problemas, algunos de ellos vinculados con el hecho de que Dalí no era inmortal, pese a las muchas veces que él mismo lo proclamó. A ello se le sumó una serie de personajes que, con más o menos fortuna, giraron alrededor suyo en ese tiempo. Uno de los testigos privilegiados de ese tiempo de conspiraciones alrededor de algo más que un puñado de cuadros fue Marià Lorca, alcalde de Figueres en aquel tiempo, entre 1979 y 1989, año de la muerte de Dalí. El periodista Josep Playà ha pasado horas hablando con el ex edil y futo de esas conversaciones es «Els últims secrets de Dalí», publicado por Gavarres.

Pese a que la obra es un diálogo, no se trata de una entrevista larga impresa sino que el ex político habla de sus experiencias y el periodista se dedica a dar el contexto necesario para el lector. «Es uno de los pocos que queda vivo que conoció a Dalí, se había reservado muchas historias. Él juega un papel como de “outsider”. Inicia una relación con Dalí estando desde un primer momento alejado ante la troica, aquel círculo de confianza de Dalí, que lo protegía o aislaba, un debate que aún se mantiene», explicó Playà ayer durante la presentación de la obra. La llamada troica, por cierto, fue una suerte de tripartito formado por el pintor Antoni Pitxot, el fotógrafo Robert Descharnes y el abogado Miguel Doménech, los encargados de tomar demasiadas decisiones, en ocasiones no muy afortunadas, relativas a la suerte del entonces agonizante paciente surrealista. En el libro se pueden seguir algunas de las polémicas que mantuvo el alcalde con Descharnes quien quería que el pintor fuera trasladado a algún hospital en Suiza. Por su parte, Miguel Doménech era partidario que el Centro de Estudios Dalinianos, con todo el fondo documental del artista, se instalara en Madrid. Descharnes, como apoyo a la ocurrencia, le expuso al edil que «¿si usted fuera viajante adónde iría a vender aviones, a Madrid o a Figueres?»

Gracias al libro podemos saber de las conversaciones entre Marià Lorca a Dalí, como cuando el pintor, para sorpresa de todos, le pidió al alcalde que si moría quería ser enterrado bajo la cúpula de su teatro-museo y no en el castillo de Púbol, junto a su esposa Gala, como siempre se había sostenido. Igualmente Marià Lorca fue el responsable de que se adquiriera la Torre Gorgot, posteriormente bautizada como Torre Galatea, pensando que algún día podría servir para la ampliación del museo daliniano de Figueres. Ese edificio, intervenido con el personal estilo de Dalí con una serie de panes y huevos, fue la última residencia del artista en su ciudad.

Entre las revelaciones de la obra, también destacan los intentos por parte de Marià Lorca –y que no llegaron a buen puerto– de tratar de reconciliar a los hermanos Salvador y Anna Maria Dalí. Igualmente logró que un cura fuera a ver al artista en sus últimos días de vida, pero el pintor no se confesó.

Marià Lorca fue testigo de las discusiones entre Generalitat y Ministerio de Cultura por el reparto del legado de Salvador Dalí tras su muerte. En este sentido existió una gran polémica por el hecho de que uno de los cuadros más importantes del Dalí de los años veinte, «El gran masturbador, fue a parar a los fondos del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid. El alcalde sostiene que el propio Dalí le enseñó dónde quería que estuviera colgada la pieza en su museo de Figueres. Marià Lorca promovió una manifestación en la que escolares reclamaron que «El gran masturbador» volviera al Empordà.