Neurociencia

Los futbolistas profesionales usan menos el cerebro, y lo dice un estudio científico

Una investigación ha estudiado varios cerebros de futbolistas, entre ellos el de Neymar, y concluye que muestran menos actividad que los del resto de la población.

Neymar siendo placado por Kwateng durante un partido. (AP Photo/Thibault Camus)
Neymar siendo placado por Kwateng durante un partido. (AP Photo/Thibault Camus)Thibault CamusAgencia AP

Nos encantan los clichés. Buena parte de nuestras bromas se fundamentan en estereotipos y tal vez por eso nos atrae tanto cuando parecen cumplirse. ¿Quién soy yo para corregir a la ciencia si ella dice que los futbolistas profesionales son menos espabilados que el resto de la población? Sin embargo, ahí está la clave: no hay ningún estudio científico que diga que son menos inteligentes que los demás. Ahora te estarás preguntando dónde estará el truco y tal vez culpes al titular por haberte hecho pensar mal, pero el problema es otro. Efectivamente, existe un estudio bastante sólido que muestra cómo los profesionales del fútbol tienen una menor actividad cerebral durante determinadas tareas, lo que pasa es que eso no tiene por qué ver con una menor inteligencia.

Todo el mundo cree intuir que comprende los rudimentos de cómo funciona el cerebro. A fin de cuentas, tenemos uno y lo usamos a diario. No obstante, lo que parece intuitivo no siempre lo es. Sabemos, por ejemplo, que los cerebros más grandes no son necesariamente más potentes y, sin embargo, popularmente seguimos asociando el tamaño de nuestra cabeza con la inteligencia. Puede parecer que a más tamaño más células nerviosas habrá en un cerebro y, por lo tanto, más capacidad de procesar información. Dicho de otro modo: a más neuronas más inteligencia. En cambio, en cuanto esas intuiciones se enfrentan a la pura realidad se quiebran como el cristal. ¿Es acaso un elefante más inteligente que nosotros? Su cerebro es tres veces y media más grande que el nuestro y, sin embargo, no parece que sean tres veces y media más listos. Ahora hablemos de Neymar.

Cinco futbolistas y dos nadadores

En 2014, un grupo de científicos de la Universidad de Osaka y el Instituto Nacional de Tecnologías de la Información y la Comunicación de Japón invitaron al futbolista Neymar a formar parte de un estudio neurocientífico. La idea era registrar la actividad de su cerebro cuando este utilizaba sus pies, pero dado que las resonancias magnéticas funcionales (el dispositivo que nos permite detectar la actividad cerebral) requiere que el sujeto esté inmóvil, hubo que adaptar el ejercicio a rotaciones del pie derecho. El equipo diría en cada ronda hacia dónde debía rotar el pie y el ritmo lo marcaba el sonido de una suerte de metrónomo.

Por supuesto, Neymar no fue el único participante en este estudio, porque para que los resultados valgan algo hace falta compararlos con los de otras personas en situaciones similares. En este caso, el equipo seleccionó a otros tres futbolistas profesionales, un nadador profesional y un aficionado al que le gustaba jugar al fútbol. A todos se les pidió lo mismo y los resultados fueron claros. En cada resonancia magnética funcional, los expertos pudieron localizar actividad cerebral en la zona encargada de controlar el movimiento del pie derecho, esto es: la pared medial izquierda. Ahora bien, al comparar la resonancia magnética funcional de los participantes, las similitudes desaparecían, porque los cuatro futbolistas profesionales (y en especial Neymar) mostraban muchísima menos actividad que el resto de los sujetos.

¿Menos es más?

No obstante, los resultados de una investigación no son sus conclusiones. Para llegar a ellas hay que interpretar los datos que recogemos y tratar de encontrarles algún sentido. En este caso, una explicación bastante plausible sería que, mediante los entrenamientos deportivos, nuestro cerebro aprende a controlar los músculos implicados de forma más eficiente, modificando su estructura para hacer más con menos “esfuerzo”. Se trataría, por lo tanto, de una cuestión de optimización, donde el cerebro de los futbolistas profesionales habría cambiado durante su vida para automatizar los movimientos que más repiten, como los implicados en la rotación del pie. Esto explicaría la aparente contradicción entre su menor actividad y su mejor desempeño en tareas relacionadas con el uso de los pies.

Otra interpretación sería que no es el entrenamiento lo que ha optimizado su actividad cerebral, sino todo lo contrario: que su cerebro estaba biológicamente predispuesto a desarrollar una serie de conexiones más eficientes en las áreas relacionadas con el control motor de los pies y que, precisamente por eso, son futbolistas profesionales y no remeros de competición. Sin embargo, sabiendo lo moldeable que es el cerebro y cuánto cambia incluso ante los entrenamientos más ligeros, parece más probable que se deba a la práctica que a la “biología”.

De hecho, este estudio encaja con lo que ya se había visto en otros anteriores. Uno de los más sonados trató de encontrar alteraciones en la estructura cerebral de los ajedrecistas profesionales y, contra todo pronóstico, descubrió que algunas zonas especialmente implicadas en el juego se habían “encogido” en los profesionales. También sabemos que, durante la infancia y la adolescencia, el cerebro poda muchísimas de las conexiones que establecen nuestras células nerviosas entre sí. Supuestamente, eso también contribuye a una activación más eficiente. En cierto modo podríamos decir que, en el cerebro, menos, es más.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La resonancia magnética funcional es una forma muy útil de valorar la actividad cerebral, pero no es perfecta. De hecho, lo que mide no es tanto la actividad cerebral, sino los cambios en el flujo sanguíneo que experimenta una zona del cerebro y que, a su vez, sí que parecen estar asociados con la actividad cerebral. Esto supone una limitación importante para algunos estudios.

REFERENCIAS (MLA):