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Museos, ornitorrincos en frascos y la ciencia del siglo XIX

En las colecciones sin catalogar del museo de Zoología de Cambridge se han encontrado muestras de hace 150 años de ornitorrincos que dieron fuerza a la teoría de la evolución.

Espécimen de ornitorrinco en el Museo de Zoología de la Universidad de Cambridge
Espécimen de ornitorrinco en el Museo de Zoología de la Universidad de CambridgeUniversity of CambridgeUniversity of Cambridge

Los museos son fuentes prácticamente inagotables de sorpresas, la ingente cantidad de obras que guardan proporcionan entretenimiento a millones de personas cada día. Pero estos edificios no son solo lugares para el entretenimiento, si no que en sus cámaras se custodian colecciones de un alto valor científico, como esta colección de huevos que permitió observar la diferencia de las puestas en ejemplares de hace un siglo. Y es en sus almacenes donde podemos encontrar grandes sorpresas que quedaron olvidadas tiempo atrás y que ayudan a comprender cómo funcionaba la sociedad científica del pasado.

Viaje al siglo XIX

Por ello, voy a pedir un pequeño ejercicio de imaginación al lector. Situémonos a finales del siglo XIX; en una sociedad científica de la época, eruditos discuten sobre nuevas teorías y estudios que se han presentado estos años y tratan de buscar más pruebas de la evolución propuesta por Darwin en su libro “El origen de las especies”. Concretamente el debate de hoy se centra en si, debido a que las especies han evolucionado, algunos mamíferos podrían poner huevos.

Michael Faraday dando una conferencia de Navidad en la Royal Institution el 27 de diciembre de 1855, a partir de un cuadro de Alexander Blaikley, que conmemora la asistencia de S.A.R. el Príncipe de Gales y S.A.R. el Príncipe Alfredo, al Curso de Conferencias Juveniles, 1855-6.
Michael Faraday dando una conferencia de Navidad en la Royal Institution el 27 de diciembre de 1855, a partir de un cuadro de Alexander Blaikley, que conmemora la asistencia de S.A.R. el Príncipe de Gales y S.A.R. el Príncipe Alfredo, al Curso de Conferencias Juveniles, 1855-6.Alexander BlaikleyDominio Público

“Es imposible” clamaban algunos, “Los mamíferos son seres superiores y por ello paren crías vivas, para amamantarlas”. Y es que, según e pensamiento de la época, ¿cómo iban a poner huevos los mamíferos, que son seres mucho más evolucionados que los anfibios, reptiles, aves, peces o insectos? Sin embargo, otros naturalistas afirmaban que en Australia existían mamíferos que sí que ponían huevos, el equidna y el llamado “ornitorrinco”. Dicho animal ya fue objeto de polémica cuando llegó a la facultad el primer ejemplar disecado, porque tal rareza solo podía provenir de diferentes animales conocidos cosidos entre sí para asombrar al público con las maravillas de las tierras lejanas. Más tarde se confirmó que no, que aquel extraño espécimen con cola de castor, pico plano y patas palmeadas como las de un pato no era el resultado de un taxidermista imaginativo, si no que, efectivamente se trataba de un solo animal. Aunque eso no demostraba nada, si era un mamífero, no podía poner huevos.

William Caldwell observaba la escena. Desde que comenzó sus estudios en Cambridge en 1880 había visto muchas de estas teorías caer, y por ello se había especializado en anatomía comparada. Aunque sí pensaba que la teoría de la evolución de Darwin tenía sentido, él quería descubrir sus propias pruebas y pensaba que, para demostrar la evolución, había que comenzar por estudiar similitudes en el desarrollo de los individuos desde su nacimiento hasta la edad adulta. Eso le había llevado en 1883 a viajar hasta la tierra del ornitorrinco con un importante apoyo financiero de la Universidad de Cambridge, la Royal Society y el Gobierno británico. Allí, asistido por diferentes grupos de aborígenes, realizó una cantidad ingente de expediciones hasta que dio con las pruebas que necesitaba. Esas pruebas estaban a buen recaudo en un maletín en su regazo, pero quería esperar al momento oportuno para enseñarlas.

El debate se fue calmando. La conclusión del mismo era que, debido a las pruebas que tenían en momento, no podían afirmar que ningún mamífero pusiese huevos, por lo que seguían siendo animales “más evolucionados” que el resto. En ese momento, Caldwell alzó la mano y pidió el turno de palabra. No dijo nada, solo abrió el maletín y en su interior había una serie de huevos y embriones de ornitorrinco y equidna. Un silencio sepulcral invadió la sala, parece que, al final, los mamíferos no eran tan evolucionados como se pensaba.

De vuelta al día de hoy

Por supuesto, el texto que acabamos de leer se trata de un relato inventado, pero en algún momento pudo haber ocurrido una escena similar. Lo que sí que sabemos es que la noticia de que los equidnas y ornitorrincos ponían huevos dio la vuelta al mundo. Revistas científicas y periódicos de la época se encargaron de transmitir los nuevos hallazgos y aquello supuso un enorme cambio en el pensamiento. Pero de vuelta al presente, Jack Ashby, subdirector del museo de Zoología Cambridge se encuentra escribiendo un libro sobre mamíferos australianos. Durante su etapa de investigación, obtuvo cientos de periódicos y miles de notas de los protagonistas de esta revolución. Los textos tienen un valor incalculable, ya que muchos se encuentran sin digitalizar y son copias únicas de manuscritos de hace más de 100 años, pero andaba en busca de algo mucho más esclarecedor: las muestras que trajo Caldwell de su viaje a Australia.

Y aquí es donde entran en juego las colecciones sin catalogar de los museos. Ashby sabía por experiencia que no hay ninguna colección de historia natural que disponga de un catálogo completo de todo lo que contiene, y sospechó que los especímenes de Caldwell podrían haber quedado olvidados en algún almacén. Tenía razón: tres meses después de que Ashby pidiera al director de las colecciones, Mathew Lowe, que estuviera atento, se encontró en el Museo una pequeña caja de especímenes con una nota que sugería que eran de Caldwell. Además, investigaciones de Ashby confirmaron que así era.

Como comentó el propio Ashby: “Una cosa es leer los anuncios del siglo XIX de que los ornitorrincos y los equidnas ponen huevos. Pero tener aquí los especímenes físicos, que nos remiten a ese descubrimiento de hace casi 150 años, es bastante sorprendente”.

Un ornitorrinco en un frasco

Esta colección única no había sido catalogada por el Museo, e incluye equidnas, ornitorrincos y marsupiales en distintas etapas de la vida, desde el huevo fecundado hasta la adolescencia. Y es que, siguiendo su premisa de comparar el desarrollo de los animales, Caldwell fue el primero en hacer colecciones completas de todas las etapas vitales de estas especies, aunque no todos los ejemplares se encuentran en el Museo, si no que han ido a acabar a otras colecciones.

Jack Ashby, director adjunto del Museo Universitario de Zoología, sostiene un espécimen de Caldwell recién descubierto
Jack Ashby, director adjunto del Museo Universitario de Zoología, sostiene un espécimen de Caldwell recién descubiertoJacqueline GargetJacqueline Garget

Actualmente tenemos una concepción más precisa de la teoría de la evolución en la que no hay seres que hayan “evolucionado más” y otros que hayan “evolucionado menos” si no que las presiones evolutivas han llevado a adaptaciones diferentes para un mismo problema. En palabras del propio Ashby: “Los ornitorrincos y los equidnas no son animales raros y primitivos -como los describen muchos relatos históricos-, son tan evolucionados como cualquier otro. Lo que ocurre es que nunca han dejado de poner huevos”, y añadió: “Creo que son animales asombrosos”.

A nosotros lo que nos asombra son las colecciones que pueda haber olvidadas en los museos. ¿Quién sabe qué sorpresas pueden aguardar en aquellos estantes llenos de polvo y sin catalogar? ¿Notas que nos hagan viajar al pasado? ¿Muestras de especímenes ya extintos? ¿Animales únicos fruto de mutaciones muy improbables? La imaginación nos puede ayudar en estos casos, aunque ya se ha visto por activa y por pasiva que la realidad supera la ficción.

QUE NO TE LA CUELEN

  • El orden de los ornitorrincos y los equidnas (Monotremata) significa “agujero único” porque tanto el tracto digestivo como el urinario como el reproductor desembocan en el mismo lugar, como en la cloaca de los reptiles o de las aves.
  • Los equidnas son el mamífero más extendido de Australia. Cubren todo el continente y se han adaptado a vivir en la mayoría de sus climas, desde las montañas nevadas hasta los desiertos más secos, lo cual no quiere decir que sean muy abundantes.
  • Aparte de las características morfológicas que hacen a los ornitorrincos tan curiosos, tienen otros rasgos igual de sorprendentes, ya que son uno de los únicos mamíferos que pueden detectar la electricidad gracias a sus electrorreceptores. Se trata de una gran ventaja para cazar debido a la poca visibilidad de las aguas fangosas en las que habita. Además, también es, junto a los murciélagos vampiro, solenodontes y algunas musarañas, y a los loris, de los pocos mamíferos que producen veneno.

Referencias (MLA)