Egipto
¿Por qué las momias se conservan tan bien?
No solo se momificaba a los faraones, aunque sus momias son las mejor conservadas
La historia del antiguo Egipto (entre el 3.200 a.C. y el 31 a.C.) ha sido y es una fuente de inspiración para numerosos libros y películas. Los misterios que escondían sus pirámides y el ocultismo de sus rituales de momificación han despertado durante años nuestra curiosidad. Incluso a más de uno le tiemblan las piernas solo de pensar que una de esas momias pudiese despertar del sueño eterno.
Hasta ahora, gracias a los testimonios escritos de la época, podíamos hacernos una idea de cómo se llevaba a cabo esta curiosa técnica de embalsamamiento. Sin embargo, las recetas utilizadas para preparar los ungüentos con los que recubrían los cuerpos de sus difuntos eran una gran incógnita.
Pero, en 2016, unas vasijas encontradas en un taller cerca de la necrópolis de Saqqara fueron un punto clave en la resolución de este misterio. Gracias a los avances tecnológicos, los investigadores pudieron identificar cuales eran los elementos químicos de los que estaban compuestas las mezclas que, miles de años atrás, habían guardado los recipientes hallados.
Además, en muchos de ellos se había conservado escrito el nombre antiguo de los ungüentos que contenían ¡Incluso las instrucciones de uso!
El inicio de una nueva vida
No cabe duda de que las creencias han condicionado los rituales funerarios durante toda la historia del ser humano.
El pueblo egipcio veía la muerte como el inicio de una nueva vida, donde los elementos corpóreos (cuerpo, sombra y nombre) y los espirituales (energía, vitalidad, personalidad y psique) se separaban.
Sin embargo, esta división era momentánea. Una vez juzgadas por Anubis, el dios de la muerte y la vida, las almas puras debían volver a su cuerpo para empezar una nueva etapa en el inframundo.
El ritual de conservación de los cuerpos lo llevaban a cabolos embalsamadores. Muchos fueron considerados casi como sacerdotes, ya que debían seguir una serie de pasos muy específicos para asegurarse de que el cuerpo lograba llegar al más allá.
Pero, lejos de toda esa aura de misterio que rodea a estas figuras, los embalsamadores eran unos verdaderos alquimistas.
Un largo camino hacia la vida eterna
Cuando un ser vivo muere, se desencadenan una serie de procesos que descomponen la materia orgánica de la que está formado, devolviéndola a la tierra. O al menos ese sería el ciclo natural.
Sin embargo, los egipcios encontraron la forma de detenerlo, gracias al proceso de embalsamamiento más conocido de la historia: la momificación.
Constaba de cuatro pasos, y no era nada sencilla de realizar. De hecho, podían tardar hasta 70 días en tener el cuerpo listo.
Primero extraían del cadáver todos los órganos menos el corazón. Éste último debían dejarlo porque creían que su peso determinaría si eran merecedores de la vida eterna. Si pesaba más que una pluma, la diosa Ammyt les devoraría. Estos egipcios no se andaban con rodeos.
El resto de los órganos, menos el cerebro, eran limpiados y guardados en unos recipientes especiales denominados “vasos canopos”.
El siguiente paso consistía en secar el cadáver. Para ello se utilizaba una sal desecante denominada “Natrón”. La mezcla de sales se formaba en el lecho secos de los lagos y estaba compuesta por carbonato y bicarbonato de sodio y, en pequeñas cantidades, por cloruro y sulfato de sodio.
Cubrían y rellenaban todo el cuerpo con Natrón y esperaban alrededor de 40 días, hasta que la humedad hubiese desaparecido por completo.
La técnica de salar carnes, pescados y encurtidos ya era conocida por aquel entonces y les permitía conservar durante mucho más tiempo los alimentos. ¿Por qué no usarla, pues, para la momificación?
Pero, dejando de lado la gastronomía, tras el secado empezaba la “beauty routine” de la época.
Los egipcios eran grandes microbiólogos
Como nos podemos imaginar, tras el secado, la piel quedaba fina y quebradiza como el papel de pergamino, por lo que era necesario cubrirla con distintos ungüentos que preservasen su firmeza.
Además, al extraer los órganos y perder humedad, el cuerpo se deformaba, así que debían rellenarlo de nuevo con materiales como el serrín o el lino.
Pese a que el proceso de desecación detenía casi por completo la putrefacción del cuerpo, éste seguía oliendo, obviamente, “a muerto”. Es por ello que también introducían otros elementos que enmascaraban el olor. Entre éstos se encontraban la canela y la cebolla que, además, actuaban como agentes antibacterianos. ¿Serían conscientes los egipcios de esta doble función?
Los cuerpos eran untados con distintos ungüentos, elaborados con aceite de argán, aceite de ciprés, grasas animales, mirra… entre muchos otros.
Finalmente, el cuerpo se envolvía con gasas de lino bañadas en resinas de coníferas, cedro y pistacho. Incluso se utilizaba cera de abeja o betún. Lo cual explicaría, en parte, el color negro de muchas de estas momias.
La combinación de estos aceites y resinas concebía a la momia una capa que la protegía de hongos y bacterias. Tras este largo proceso de embalsamado, los cuerpos estaban listos para empezar su vida eterna.
Cuesta creer que, sin tener a mano todos los avances actuales, fuesen capaces de elaborar una técnica tan compleja. Sin embargo, los egipcios fueron una civilización muy avanzada para su época, basando gran parte de sus conocimientos en la observación y el razonamiento.
Quizás la vida eterna en la que creían no era exactamente así. Lo que sí que será eterno es el legado que su pueblo nos dejó.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Se cree que uno de los motivos por los que los egipcios empezaron la comercialización con otras civilizaciones fue, justamente, para conseguir los ingredientes necesarios para elaborar los ungüentos con los que cubrían a las momias.
- La momificación no es exclusiva de los egipcios. También se han encontrado momias en Nueva Zelanda, Asia central, el Amazonas y países latinoamericanos como Ecuador, Colombia, Perú y Chile.
REFERENCIAS (MLA):
- International Gazette of Forensic Sciences (ISSN 2174-9019), THE CHEMISTRY OF THE CADAVEROUS PHENOMENA (https://www.uv.es/gicf/4A1_Serrano_GICF_29.pdf)
- Rageot, Maxime, et al. "Biomolecular analyses enable new insights into ancient Egyptian embalming." Nature 614.7947 (2023): 287-293.
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